Junto con Extremadura, Murcia, Valencia, Castilla-La Mancha y Galicia, Andalucía mantiene su tasa de contagio por coronavirus en la franja de 50 a 100 casos por cada 100.000 habitantes, todavía muy por debajo de Madrid, Castilla y León, Aragón, Cataluña, Navarra, La Rioja, Cantabria y el País Vasco, con más de 100 casos por cada 100.000 habitantes.

Si se exceptúan Galicia y Asturias, esta última con una tasa por debajo de los 50 casos, parece evidente que de Madrid hacia arriba el control del covid-19 es menor que de Madrid hacia abajo. ¿Son más irresponsables los ciudadanos riojanos o vascos que los andaluces o machegos? ¿Es más torpe el Gobierno aragonés que el murciano? ¿Sus epidemiólogos son menos de fiar que los extremeños? ¿Sus sanitarios, menos diligentes? ¿Su sistema de salud, más precario?

Preguntas todas ellas más bien estúpidas. Preguntas que ni siquiera se plantearían si no fuera porque desde el minuto uno de la pandemia el Partido Popular de Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo politizó una lucha contra la pandemia cuyas medidas siempre fueron, en España como en todos los países salvo Estados Unidos y Brasil, de orden sanitario, no ideológico.

Un debate contaminado

Desde un ventajismo digno de mejor causa, el PP decidió hacer política con la pandemia: su estrategia suicida, azuzada a su vez por la extrema derecha, sembró la desunión entre los ciudadanos, contaminó el debate epidemiológico, favoreció la obtusa demonización del portavoz Fernando Simón y extendió a las disciplinadas terminales autonómicas del partido un discurso hipercrítico con el Gobierno no por las medidas que tomaba sino por ser este Gobierno quien las tomaba.

Aunque en los primeros compases de la crisis sanitaria el presidente Juan Manuel Moreno mantuvo un perfil antigubernamental bajo, la Junta de Andalucía no tardaría en dejarse arrastrar por la dinámica de polarización impulsada desde la calle Génova, donde ciertamente cundía el temor de que Vox pudiera tomarle la delantera.

Pero el Gobierno de PP y Cs no se quedó ahí: aprovechando que la incidencia del covid-19 estaba siendo en Andalucía muy inferior a la sufrida por otros territorios, decidió que esa circunstancia epidemiológica era mérito político suyo. El presidente Moreno y sus lugartenientes Elías Bendodo y Juan Marín comenzaron a difundir por tierra, mar y aire la especie de que la pandemia no se había ensañado con Andalucía gracias talento político-sanitario del Gobierno andaluz.

Anticipación y planificación

En una entrevista al diario Sur de Málaga en abril, firmada por el periodista Antonio M. Romero, el consejero de Presidencia y portavoz de la Junta transmitía dos mensajes: el primero, que “el Gobierno solo acierta cuando rectifica”; el segundo, que en la baja incidencia del covid-19 había tenido un papel determinante “la anticipación y planificación del Gobierno andaluz”.

Bendodo elogiaba a los profesionales y ponía en valor “la fuerza y el músculo del sistema sanitario andaluz” -el mismo que tantas veces había denigrado en las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Gobierno-, pero pronto se deslizaba a toda velocidad por el tobogán del autobombo: “Andalucía no ha reaccionado al virus, sino que se ha anticipado; no podíamos ir al ritmo del virus porque si vamos a su ritmo no llegábamos”.

Datos inquietantes

‘Anticipación’ era la palabra que figuraba en todas las declaraciones públicas del Ejecutivo andaluz durante aquellas semanas en que el mando único lo ejercía el Gobierno de España.

Cuando terminó el confinamiento y empezó la desescalada que devolvió a las autonomías todos sus poderes sanitarios y políticos, la palabra ‘anticipación’ se ha ido escuchando menos en el palacio de San Telmo. Menos, pero no nada: hace solo siete días, cuando los contagios diarios se contaban por cientos, Bendodo -genio y figura- todavía hablaba con desahogo de “la anticipación” de la Junta como una de “las claves de la contención del covid-19”.

La evolución de la pandemia evidencia los riesgos de una propaganda fuera de control. A fecha de ayer 22 de agosto, Andalucía acumulaba 28.270 casos de coronavirus, 23.387 de ellos positivos por PCR; los casos activos de covid-19 eran 9.409; ese día la Consejería de Salud notificaba 647 nuevos casos, la segunda cifra más altas en tres meses y un dato preocupante porque sitúa los contagios en niveles similares a los registrados durante el estado de alarma. Por fortuna, solo hay 248 pacientes ingresados, 37 de ellos en la UCI, 8 más que hace una semana.

La evolución de la pandemia es un enigma que científicos de todo el mundo intentan descifrar. Más allá de los excesos de una propaganda que parece tomar a los ciudadanos por tontos, las razones por las que en unos lugares el ritmo de contagio es mucho más acelerado que en otros son todavía desconocidas.

Desde luego, ningún epidemiólogo ha confirmado que el autobombo ‘made in Bendodo’ esté justificado: la ciencia suele ser más modesta que la política. Y mentir menos.