Sevilla escenifica un cambio de modelo en cómo afrontar la pobreza extrema y la integración social. El Vacie pasaba por ser uno de los asentamientos chabolistas más grandes y marginales de España. Desde 2015, los servicios sociales venían desmantelando el asentamiento mediante la integración social de sus habitantes en otra zona de la capital andaluza. La labor callada, casi secreta del Ayuntamiento, ha llegado a su fin con la nueva alcaldía del popular José Luís Sanz.

Los barrios más pobres de toda España están en Sevilla, a tenor de la renta media anual por habitante. Polígono Sur (5.816 euros), Los Pajaritos o Amate (6.043 euros) son los nombres que acaparan este infame ranking. Pero incluso en la más absoluta pobreza hay agujeros negros olvidados. Esta estadística obvia un entorno casi único de Sevilla: El Vacie.

Oficialmente El Vacie no es un barrio. Está integrado por estrategia de distribución urbana en un Distrito anexo, el de la Macarena. Pero El Vacie es una ciudad dentro de la ciudad. Ubicado al norte y junto al cementerio de Sevilla, es un universo de chabolas con sus dinámicas y códigos exclusivos. Una miniciudad en un bosque de eucaliptos y tuberías rotas, uralita, autoconstrucción, riachuelos de orín con presas de basura, furgonetas cargadas de fruta o chatarra y familias, la gran mayoría de etnia gitana.

Según cálculos de los servicios sociales del Ayuntamiento de Sevilla, en este espacio han podido llegar a vivir hasta 700 personas. Su existencia llega a Sevilla desde el siglo pasado, fruto del éxodo rural. Franco visitó el asentamiento y trató de solucionar el problema de la infravivienda. Desde entonces, distintos gobiernos han venido buscando soluciones con poco éxito: o se trasladaba el problema a otros barrios o se propiciaba la llegada de nuevos inquilinos al asentamiento.

Pero desde 2015, los servicios de integración ven luz al final del túnel. El proceso es lento, pero los resultados venían respaldando la dinámica. El trabajo puerta a puerta y familia con familia permitió sacar a personas del asentamiento e integrarlas en la ciudad. Cada vez que una familia era realojada en un barrio “de verdad, no de chabolas”, adquiría el compromiso de no volver al poblado chabolista.

Las familias realojadas tenían un seguimiento de los servicios a fin de evitar problemas de convivencia en sus nuevos barrios y para mejorar en su integración sociolaboral. Se buscaban barrios no marginales y dónde no hubiera una acumulación de los trasladados de El Vacie. Desde 2015 a junio del 2023 han sido realojadas 104 familias, de ellas,  98 a viviendas definitivas y el resto en transición.

Más de cien familias que integran a 437 personas, de ellas, 173 son menores que, a fin de este curso, estaban escolarizados. El antes y el después de la intervención para estas personas es un éxito y eso tiene su traslado en el asentamiento. Cada vez que una familia abandona El Vacie, se derriba su chabola y se instala un bloque de hormigón para que no se pueda reconstruir. 

Un trabajo en la sombra

La reubicación de estos cientos de personas se viene realizado, caso a caso, de una manera callada, casi secreta. Los equipos de servicios sociales trataban de evitar rechazos en los nuevos barrios de acogida para una población estigmatizada por la marginalizada y la delincuencia. Pero para los vecinos de El Vacie, aceptar las normas de la reubicación implicaba dar un primer paso en su integración en el orden social.

Las visitas de los responsables del anterior mandato socialista, primer Juan Espadas y después Antonio Muñoz,  se venían haciendo prácticamente de puertas para adentro. El Plan de erradicación contaba con dinero del Fondo Social Europeo, los fondos FEDER subvencionaban el 80% de una estrategia de integración social. El Plan contaba con la participación de 144 entidades y agentes sociales, empresariales y técnicos.

La erradicación de El Vacie era para el anterior equipo de gobierno la joya de la corona de su legado social. Pero el proceso se tambalea, ahora que solo quedan en el asentamiento unas 55 familias, en junio pasado, aunque los cálculos que ofrece la nueva administración popular se refieren a 42 familias.

El Vacie en la trifulca

Con la llegada del nuevo alcalde, la erradicación de El Vacie está en la agenda pública. Sanz ha afirmado en una reunión con los Servicios Sociales que la erradicación de los asentamientos chabolistas es “una prioridad” de su mandato, “el objetivo es realojar a las 42 familias de El Vacie y a las 17 de Las Letanías”, para lo que fortalecerá los servicios sociales. El nuevo alcalde anuncia para enero un nuevo plan de realojos con un programa de viviendas de tránsito para erradicar El Vacie en este mandato.

Los anuncios del alcalde redundan en la misma estrategia que ya estaba funcionando. Pero al hacerlo público, ya cuentan con numerosos ejemplos de reacciones y comentarios en redes sociales. Muchos ciudadanos lamentan que se dote de vivienda y oportunidades laborales a los vecinos del asentamiento. Otros rechazan el realojo en sus barrios. Dinámicas que forman parte de la marginalidad y el miedo a el otro y lo desconocido. La oposición también reacciona, pero en otro sentido.

Desde el Grupo Socialista denuncian que Sanz dinamite la dinámica anterior que venía dejando trabajar a los técnicos de servicios sociales para evitar el ruido político y las reacciones sociales de rechazo a los realojos.  “Frente a la rigurosidad con que trabajaron los dos últimos gobiernos”, denuncia la concejal socialista Mar González,  "hoy Sanz comete la irresponsabilidad de politizar y meter en campaña el Vacie”.

La agrupación socialista teme que el anunciado plan de enero del nuevo Ayuntamiento implique la paralización de la erradicación del asentamiento. Los realojos, hasta ahora, no habían provocado ninguna crisis mediática. El proceso de integración de los sevillanos de El Vacie en otras regiones de la capital andaluza venía siendo tutelado con numerosos casos de éxito.

Muchas de esas familias –que prefieren permanecer en el anonimato– se vienen adaptando a usos urbanos normales, hablamos de personas que no habían vivido nunca en pisos en altura, con un techo estable o con agua o electricidad corriente. Dejar atrás el asentamiento chabolista implica erradicar un agujero negro del mapa de Sevilla. Un agujero negro en el que el orden social convivía con la más absoluta pobreza y marginalidad y en la que la delincuencia campaba a sus anchas. Ese agujero negro tenía fecha de caducidad con su desaparición paulatina. Está por ver que el nuevo mandato de Sanz concluya –sin partidismo cainita– la obra que se inició en el mandato de Juan Espadas.