A imitación del historiador Eric Hobsbawm, para quien el siglo XX fue el más corto de la historia porque comenzó en 1914 con la Gran Guerra y acabó en 1989 con la caída del Muro, cabe intentar en Andalucía un juego parecido aventurando que 2022 fue el año más corto de la historia democrática de la comunidad porque concluyó el 19 de junio para dar entrada a un 2023 que solo formalmente ha dado comienzo este 1 de enero.

El hecho histórico sucedido aquel día fue que Andalucía dejó de ser socialista, que es lo que había sido durante casi 40 años. Se trata, ciertamente, de una licencia periodística, pero no mayor que aquella de los años treinta según la cual la víspera del 14 de abril de 1931 España se acostó monárquica y al día siguiente se levantó republicana. Los monárquicos eran y seguirían siendo muchos pero habían dejado de ser hegemónicos.

Aun así, pronto se vería que la impronta de la monarquía era entre muchos republicanos mucho más profunda de lo que daban a entender sus proclamas antiborbónicas. También las políticas socialistas, hoy tan denostadas en apariencia por la derecha ante un PSOE poco enérgico y apenas convincente en la defensa de su legado, han impregnado a los populares andaluces más de lo que sus diatribas antisocialistas dan a entender. 

El noble arte del copia y pega

La confesión que le hizo el portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, al expresidente Manuel Chaves según la cual el PP había decidido copiar las principales políticas de sus antecesores socialistas era seguramente interesada pero, en rigor, no del todo incierta. Malgré lui, el presidente Juan Manuel Moreno es más socialista en sus políticas de lo que confesaría serlo en la intimidad.

De lo que más presume el presidente cada vez que presenta el presupuesto es de lo muy ’socialista’ que es: “Es el presupuesto más social de la historia”, vienen repitiendo PP y Gobierno cada vez que presentan unas nuevas cuentas. De los 45.600 millones de euros del presupuesto de 2023, más de un 60 por ciento irá a inversión social. Cuando Vox denunciaba que el PP estaba haciendo las mismas políticas que el PSOE exageraba, sí, –la ultraderecha es en sí misma una exageración– pero no iba del todo desencaminado.

Es cierto que el porcentaje de gasto social puede tener algo de truco, y que los gobernantes conservadores favorecen cuanto pueden a la sanidad privada o a la escuela concertada, pero nótese que lo hacen a escondidas. No presumen de ello. De lo que realmente se vanaglorian es de lo mucho que cuidan la sanidad y la educación públicas. Lo que ha de hacer la oposición no es, tirando de brocha gorda, negarlo sin contemplaciones, sino vigilar con rigor para asegurarse de que es verdad y denunciarlo si no lo es.

En lo único importante en que el PP no es socialista es en los impuestos, que baja siempre que tiene ocasión, pero es que hasta hace cuatro días como quien dice tampoco los socialistas fueron en materia fiscal todo lo socialistas que se esperaba que fueran. En lo demás, Juan Manuel Moreno es un consumado ladrón de banderas: le ha robado al PSOE la bandera de la sanidad, de la educación, de la protección social, de las energías renovables, de la moderación institucional. La rotunda mayoría absoluta del 19-J no habría sido ni absoluta ni rotunda de no haber mediado ese hábil y desahogado corta y pega.

Andalucismo garrapiñado

Su botín más reciente es la bandera andaluza, que la derecha menospreció en la primera década de la autonomía, aceptó a regañadientes en la segunda, simuló venerar ya bien entrado el siglo XXI y la ha convertido finalmente en su traje de calle. El de Moreno es un andalucismo retórico, dulzón, garrapiñado, un nacionalismo deliberadamente inocuo y con dejes españolistas, primo lejano pero con un aire de familia todavía reconocible del nacionalismo naif de Blas Infante. El andalucismo de la mayoría de los andaluces se parece bastante a ese que Moreno ha hecho suyo.

Con esa cara de yerno que nunca incomodará a su suegra y ejercerá sin rechistar de pareja del mus cada vez que se lo pida su suegro, Moreno ha demostrado ser más largo y sagaz de lo que siempre creyeron no solo sus enemigos sino también sus amigos. El 19 de junio del año 2022 fue Nochevieja. Al día siguiente comenzó 2023. Enero no es el primero sino el octavo mes del año 23. 

Los socialistas andaluces atraviesan sus horas más bajas y los antiguos comunistas han retomado con ímpetu su juego favorito de devorarse unos a otros. 2023 es año electoral pero ellos no parecen haberse enterado. 2023 empezó hace ocho meses y las pobres izquierdas siguen creyendo que ha empezado hoy. Mucho tendrán que espabilar de aquí al 28 de mayo para que ese día Moreno Banderas no ponga el broche de oro a su portentoso historial de atracos.