La exhumación de golpistas va por barrios. Lo que en Pamplona, por ejemplo, sí es posible, en Sevilla no lo es. Mientras los cuerpos de los generales golpistas Emilio Mola y José Sanjurjo, enterrados en el Monumento a los Caídos de la capital navarra, han sido exhumados y entregados los restos a sus familias, los del feroz general Queipo de Llano, que entró a sangre y fuego en la Andalucía republicana de julio del 36 con una crueldad que ya es legendaria, continúan enterrados en la basílica de la Macarena de Sevilla.

El último jarro de agua fría para el movimiento memorialista andaluz sobre el ‘contencioso Queipo’ se conocía esta misma semana cuando el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 10 de Sevilla comunicaba la inadmisión a trámite de una demanda dirigida contra el Arzobispado al considerar que el asunto no es competencia de un juzgado de lo Contencioso Administrativo, dado que el recinto es propiedad de la Iglesia y no del Estado.

La justicia dice no

“Las actuaciones del Arzobispado de Sevilla, o de cualquier otro Arzobispado de España, –argumenta el juez– no están sometidas a esta jurisdicción pues no son Administraciones Públicas". La demanda la había interpuesto en abril de 2015 el abogado especializado en Derechos Humanos Eduardo Ranz, para que el juzgado obligase al Arzobispado de Sevilla a la "retirada inmediata de escudos, insignias, placas, derechos y honores, u otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación de la sublevación militar y represión de la dictadura".

El Monumento a los Caídos de Pamplona es, en cambio, propiedad municipal desde 1997,año en que fue cedido por la Iglesia. En la madrugada del pasado jueves comenzaban los trabajos de exhumación de los restos de las siete personas enterradas en la cripta del Monumento, entre ellos el general Sanjurjo. Los de Mola ya fueron retirados con anterioridad por deseo de la familia.

Según informó el Ayuntamiento de Pamplona en un comunicado, la Policía Municipal garantizaría la seguridad en el perímetro custodiando los accesos a la cripta y las exhumaciones se realizarían en absoluta intimidad, interviniendo en las mismas el personal técnico imprescindible.

¿Un problemasolo administrativo?

¿El problema con Queipo es, entonces, meramente administrativo? ¿El problema reside únicamente en que, al estar los restos del militar africanista en una propiedad eclesiástica, no es posible la exhumación si la Iglesia no quiere, y en este caso es obvio que no quiere? No. La ecuación es algo más compleja y no puede resolverse sin incorporar a ella la ‘variable hermandades’, muy importante todavía en el modelo de articulación interna de la sociedad sevillana. El resignado dicho ‘con la Iglesia hemos topado’ tiene en Sevilla una extensión local que lo hace doblemente resignado: aquí se topa con la Iglesia… y con las cofradías.  

Aunque partidario de la exhumación de Queipo, el coordinador del Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Histórica de CGT-Andalucía, Cecilio Gordillo, piensa que “también es un problema de los católicos y ellos deberían resolverlo”. ¿En qué sentido? “Pues en el sentido de que en la propia Hermandad de la Macarena hay muchos cofrades que son de militantes del PSOE o de Izquierda Unida y son contrarios a que los restos sigan ahí, pero no se atreven a plantearlo abiertamente. Todavía recuerdo que hacia 2005 nos pedían a nosotros, de manera oficiosa, claro está, que hiciéramos presión a favor de la exhumación del golpista. Nosotros no tenemos que hacerles ese trabajo; tienen que hacerlo ellos”.

La moción

Aun así, el julio pasado el Ayuntamiento de Sevilla aprobaba una moción de IU en la que se condenaba el golpe de Estado de 1936 y se solicitaba retirar los restos del general golpista de la Macarena.

El Pleno del Ayuntamiento de Sevilla mostraba la "más firme condena" municipal al golpe, repudiaba a Queipo de Llano y rechazaba que sus restos siguieran enterrados en la basílica de la Macarena por constituir "una clara ofensa para los familiares de las víctimas del franquismo y para los demócratas".

La moción se aprobó de forma unánime en todos los puntos, salvo el más importante a efectos prácticos: el relativo a sacar de la basílica de la Macarena los restos de Queipo de Llano, donde Ciudadanos se abstuvo y el PP votó en contra. El entonces concejal popular y hoy flamanete director general de Tráfico, Gregorio Serrano, defendió la embarazosa posición del PP: Serrano semostraba muy crítico con Queipo, pero entendía que el destino de sus restos era cosa de "su familia y su hermandad", no del Ayuntamiento.

Ciertamente,en términos estrictamente legales la tumba de Queipo no incumpliría lo estipulado en la Ley de Memoria, ya que no está expuesta a la vista en la vía pública y el derecho del general franquista a estar enterrado en la basílica es competencia de la Iglesia y proviene de su contribución a la erección del templo.

Pura nitroglicerina

Por su parte, la connivencia de la Hermandad en el mantenimiento del actual ‘estatus quo’ es bien conocida: de hecho, hasta 2011 la imagen de la Esperanza Macarena, una de las que suscita mayor devoción popular en Sevilla, siguió luciendo cada Semana Santa el fajín de general de Gonzalo Queipo.

En el movimiento memorialista sevillano está bastante generalizada la impresión de que el Ayuntamiento nunca ha presionado al Arzobispado o a la Hermandad de manera sostenida o mínimamente convincente para lograr la exhumación, ni siquiera cuando como ahora la Corporación ha estado gobernada por la izquierda. Las hermandades en Sevilla, como los clubs locales de fútbol en la mayoría de ciudades, son pura nitroglicerina que los políticos procuran remover lo menos posible: un paso en falso y puede estallarles. El caso de la Macarena es emblemático al respecto.