Winston Churchill definió a Rusia como un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma. Pero semejante galimatías podría quedarse corto para explicar las posibles combinaciones para la formación de gobiernos una vez pasadas las elecciones.

Como ya hemos podido leer en multitud de análisis, los principales partidos conservadores o progresistas no tienen mayorías suficientes para que sus candidatos superen una investidura.

Ni siquiera combinando sus votos pueden hacerlo, salvo pactos contra natura que incluyan a PP y PSOE o a Ciudadanos y Podemos en la ecuación. O pactar con independentistas, que es más anatema todavía.

No son pocos quienes afirman que esto es lo que han querido los españoles que hemos comparecido ante las urnas. Pero más bien esto es lo que ha resultado, no lo que deseábamos. Porque no creo que estuviera dentro de la voluntad de la mayoría obtener un escenario de inestabilidad e inseguridad semejante.

Pensar que todos y cada uno de los votantes que acuden a la cita con los comicios, lo hacen teniendo presente las particularidades de nuestra legislación electoral es un dislate.

Quizás el aspecto positivo de estas elecciones es que el mosaico resultante va a obligar a todas las formaciones a dar lo mejor de sí. Podrán demostrar si efectivamente están a la altura de un reto semejante o, por el contrario, se pone de manifiesto que el único objetivo es salvar los muebles propios a costa de que se queme el edificio al completo.

Hay demasiadas personas que han sufrido mucho estos años como para que no seamos capaces de darles una respuesta satisfactoria a sus anhelos. Volver a pasar por cuatro años más semejantes sería extremadamente complicado para ellos.