No es la única víctima de lo que supone denunciar la corrupción en España, pero sí que ha sido la más mediática. Es la consecuencia lógica de haber denunciado uno de los casos también más mediáticos, pero también de la mayor trama de corrupción de la historia de España: el caso Gürtel.

Pero Ana Garrido no tenía ni idea de la dimensión de la telaraña que estaba destapando. Todo empezó cuando se negó a poner su firma, como alta funcionaria del Ayuntamiento de Boadilla del Monte, en informes y contratos de dudosa legalidad. Ahí empezó un acoso laboral por parte de este Consistorio del Partido Popular que ha acabado en los tribunales, siempre dándole la razón a ella.

Cambio de vida

Sin embargo, aún no ha visto ni un duro de la indemnización, porque el Ayuntamiento insiste en recurrir las sentencias. Las consecuencias las sigue viviendo a día de hoy: “Mi casa la he tenido que poner en alquiler. Este invierno he estado viviendo de okupa en una casa que no tiene ni las condiciones más básicas”.

Buscar trabajo tampoco le vale de nada “porque siempre aparecía la típica llamada de después de que ‘no es conveniente esta persona’”. Pero no se ha dado por vencida y se ha “reinventado” a base de vender bisutería que hace de manera artesanal y que vende “a través de mercadillos y en venta online”.

Acciones mafiosas

A nivel mafioso, las llamadas para boicotear su vida son sólo la punta del iceberg. Aún recuerda la madrugada en que llegó a su casa okupa y un taxi paró bruscamente delante de ella. Del vehículo bajó “una persona disfrazada; con un abrigo negro, un gorro negro, una funda de guitarra rígida y un bigote postizo muy mal puesto”. Le preguntó por algún local abierto y, tras un rato de silencio, “yo creo que estaba tomando fotos”, se fue en la dirección contraria de la que Garrido le había indicado.

Para el recuerdo también queda una persecución vivida por las calles de Madrid, con dos coches pilotados por “conductores con pinganillo” a los que consiguió dar esquinazo. “A mí ya no me asustan, porque si me hubieran querido hacer daño, ya lo habrían hecho, es más la presión psicológica”, asegura.

En manos del verdugo

Quizás, incluso, lo que más le duele sean las traiciones que ha vivido, que son muchas y variadas. Le traicionó Manos Limpias, cuyo líder, Miguel Bernad, le prometió anonimato cuando le llevó su denuncia, y acabó delatándole ante Esperanza Aguirre. Y le traicionó un romance de un año, que le robó documentación de su ordenador y acudió a los medios de la derecha para tacharla de paranoica. Pero, la traición que más le dolió surgió en su propio Ayuntamiento: “La de una de las personas que consideraba mi mejor amiga y mi confidente. Era una funcionaria del Ayuntamiento, Susana Sánchez-Campos. Estuve en su boda y hemos ido de vacaciones juntas y a día de hoy ella es concejal en el Ayuntamiento de Boadilla y está casada con un sobrino de José María Aznar”.

Pese a todos estos calvarios, se la ve afable y jovial. Aunque cuando más muestra su sonrisa es al preguntarle qué se le pasa por la cabeza al oír a Esperanza Aguirre decir que ella destapó de la Gürtel. “La primera vez que lo oí, me entró la risa”. Pero se le borra cuando sigue hablando de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, que ignoró sus denuncias, o más bien las utilizó para su rédito político: “La considero una de las mayores responsables de lo que me ha pasado en mi vida. Me tomé la molestia de escribirle dos cartas, pensando que iba a tomar cartas en el asunto y es uno de los mayores errores, porque resulta que te estás poniendo en mano del verdugo”. “El tiempo ha demostrado quién es Esperanza Aguirre”, añade.

Y, a pesar de todo, hay una pregunta ante la que no titubea ni por un segundo: ¿volverías a hacerlo? “Lo volvería a hacer, porque no ser de otra manera y sobre todo porque no tengo hijos. Lo volvería a hacer, pero de una manera muy diferente, he aprendido mucho”.