No pasa casi un día, una semana un mes o un año, desde que estalló el affaire Naseiro, sin que surjan nuevos escándalos de corrupción en las filas populares. Fue entonces cuando coincidió curiosamente con el salto al poder popular de José María Aznar López, bendecido en el congreso de Sevilla del año 1990, ante la élite y miles de militantes del que era el nuevo Partido Popular.

El traspaso de la presidencia supuso el final del todopoderoso, hasta entonces, Manuel Fraga Iribarne, ministro potente que fue de la Dictadura.

Pero como en aquellos tiempos los que llevaban las cuentas del PP ya hacían de las suyas, Alberto Ruiz Gallardón fue el encargado de poner orden. Vano intento porque tanto Álvaro Lapuerta como Luis Bárcenas y el propio Rosendo Naseiro le pararon los pies.

Venía Fraga de la extrema derecha presuntamente ilustrada. Y fue él quien ordenó bombardear el periódico Madrid, centrista y aperturista. Cayeron así otros medios y fueron maltratados no pocos periodistas críticos.

De modo que Fraga Iribarne complació al Caudillo, aireando y jaleando, por doquier, sus 25 años de paz. La paz de los cementerios, naturalmente.

La libertad de expresión y de información era una pantomima siniestra. El asesinato del comunista, Julián Grimau, y de un joven, muy amigo de Alfredo Pérez Rubalcaba, Enrique Ruano, que fue lanzado por la Brigada Político Social desde el balcón de su casa a la calle. El diario ABC y Fraga lograron tapar el asesinato de Ruano.

De las cenizas del franquismo surgió un partido puesto en marcha no por la derecha civilizada, sino por la derecha heredera de Francisco Franco

Todo lo relatado hoy, y ahora, en ELPLURAL.COM es verdad y exacto. Resulta evidente que de las cenizas del franquismo surgió un partido puesto en marcha no por la derecha civilizada, sino por la derecha heredera de Francisco Franco y de muchos de sus ministros. Nació así Alianza Popular. Y otros partidos similares como el Partido Demócrata Popular (PDP) y Partido Liberal. Los liberales de la época actuaron como los conservadores de siempre. Entre tales liberales, apareció una mujer llamada Esperanza Aguirre, más derechona que su fallecida y admirada inglesa Margaret Thatcher. No olvidemos al general Pinochet, un genocida al estilo de los altos militares argentinos, como el general Videla y sus secuaces.

Aguirre subía al cielo imaginándose que algún día se encontraría con la primera ministra que alentó la guerra de las Malvinas.

Pues bien, sólo cabe pensar que, en efecto, Mariano Rajoy Brey, es un político superviviente gracias a la herencia del franquismo. Amarrado a continuar en su poltrona, protegiéndose como gato panza arriba y protegiendo a una sarta inmensa de cuatreros. Sabe que le queda una rendija, y ésta es la que mueve a los votantes populares, aprovechándose de una izquierda incapaz de ponerse de acuerdo, mientras Rajoy sigue siendo amigo de sus amigos.