Leyenda viva del baloncesto nacional, aunque con la duda de si en activo, retirado o en pausa de actividad, por el programa de Jordi Évole pasaba este fin de semana uno de los mejores directores de juego europeos que han pisado la cancha en la historia de este deporte. Sentados en la sala de balones ubicada a pie de pista del pabellón del Masnou, Ricky Rubio mantenía una charla muy cercana con el periodista en la que, al final de la misma, aseguraba que dudaba que volviera a abrirse de esta manera o a conceder una entrevista del mismo tipo. 

Una conversación que fue un recorrido a la trayectoria del jugador, pero centrándose más en las emociones que ha vivido en sus años como profesional, tanto las que le han llevado a sonreír como las que ha tenido que enfrentar en días llenos de sombras

"La cabeza es muy jodida, nunca sabes por dónde puede salir", decía Ricky Rubio al inicio del programa. El base expuso hace unos años los problemas de salud mental con los que debía lidiar y que eran necesarios abordar antes de volver a la cancha, cuando en el mundial de 2023 abandonó la convocatoria con la selección en una situación en la que sintió hacer tope y requerir una parada para respirar. Uno de los pocos que se ha atrevido en el deporte a exponer públicamente este tipo de circunstancias y que ha dado visibilidad a las dificultades que muchas personas puede estar encontrándose a pesar de hallarse en posiciones que, en teoría, son de privilegio. 

Ricky Rubio ha amado el baloncesto y sigue sintiendo pasión por él, tal y como expuso en la entrevista; sin embargo, este deporte le ha traído también pesadillas y una obsesión que le mantenía en una incómoda tensión constante. Ahora, tras no haber vuelto a pisar la cancha desde junio de 2024, afirma estar intentando encontrar la manera de disfrutar de nuevo de estar sobre la cancha. En sus intentos por volver de nuevo al juego, Rubio ha probado a jugar en una liga local en el equipo de sus amigos; no obstante, encuentra un lastre con el que le resulta muy complicado avanzar: su personaje. Explicaba a Évole en su charla que quisiera poder ser uno más del equipo, pero que no ha jugado con ellos de manera constante por no poder dejar de ser quien es. Así, en estas dudas que existen sobre si volverá a dirigir a estar marcando jugadas sobre la pista, no dio una respuesta clara a una posible vuelta, afirmó estar tratando de encontrar respuestas. "Me gustaría jugar al baloncesto, sin todo los demás, pero es imposible... Sin ser Ricky Rubio... Yo quiero jugar pero no puedo... Estoy exprimiendo al máximo cada día para ver si lo consiguiera", le trasladaba al periodista.

La aparición del niño prodigio

En el primer cuarto de esta entrevista que pivotó en torno al baloncesto, Rubio contó a Évole cómo fueron sus primeros días en el deporte de la canasta siendo un niño, comenzando por ir a ver a su hermano jugar y explicando que en un primer momento él se calzaba botas de fútbol, pero que, finalmente, pensó que lo suyo era verse en la pista botando el balón en lugar de chutarlo. En este punto, el base relató como en su casa le dijeron que debía de mantenerse en el campo de césped hasta final de año, pues se había pagado toda la temporada, pero que, ante su insistencia, su padre que entrenaba en el Masnou habló con el club e hizo horas extras allí para que su hijo pudiera jugar de forma gratuita

Adiós al fútbol y hola al baloncesto, una decisión que comenzó un camino en el que terminaría por encontrarse muy temprano como una de las joyas del deporte español. Debut a los 14 años en la ACB, uno de los fichajes más caros de la historia de la liga española cuando pasó del Joventut al Barça y una marcha a cumplir el sueño americano a los 21. Un paso rápido que llevó desde muy temprana edad y que, ahora, ve que tuvo algunos efectos en su vida actual. 

Sobre su pronta entrada en el baloncesto profesional, Ricky Rubio explicó que accedió al primer equipo en una casualidad, cuando viendo a un amigo que estaba entrenando con ellos, uno de los jugadores se lesionó y quedaron nueve, por lo que necesitaban a uno más. De esta manera, como conocían al base de la cantera, le preguntaron si quería jugar para poder terminar el entrenamiento. Rubio no llevaba sus bambas de baloncesto, iba ataviado con unas menorquinas y ropa de calle, pero le prestaron unas zapatillas y ahí empezó una magia que le llevaría a escalar rápidamente. Sin embargo, a pesar de la ilusión con la que lo vivió en aquellos entonces, ahora lo ve distinto: "con 14 años no era consciente y creía que podía con todo. Entrar en ese mundo es complicado". Esto fue algo que explicó a Évole, porque además de crecer en un ambiente donde, a pesar de ser un equipo, si tenían que pisarse los unos a los otros para destacar, según dijo, lo hacía; a lo que se sumo el hecho de no vivir una adolescencia normal debido al alto ritmo del deporte profesional y que ya en su instituto era visto como una estrella, algo que subrayó nunca llevó bien.

Sin embargo, a pesar de ese ambiente complicado, el ascenso de Rubio fue meteórico y, además de dirigir al Joventut del `showtime´, con el Barcelona no dejó de marcar hitos, por lo que llegó el momento de dar el salto a la NBA. A Estados Unidos llegó como una de las mayores promesas entre los novatos y su vistoso estilo de juego rápidamente caló entre los americanos.

 

No toda la vida se pasa sobre la cancha

No obstante, no todo eran luces, sino que entre los focos también quedan espacios con sombras. Por un lado, cuando recordaba con Évole esos primeros años en tierra americana hablaba de no tener una seguridad completa de querer estar allí. "Tenía ganas, pero no sé hasta qué punto fui condicionado porque estaba triunfando y era lo que tocaba hacer", explicaba Rubio, a lo que siguió una de las frases más llamativas de toda la entrevista cuando, sabiendo todo lo que vino después en su carrera y los problemas de salud mental, sentenció "de pequeño soñaba con hacer toda mi carrera aquí (Badalona), quizás hubiera sido más feliz si lo hubiera hecho"

A pesar de hacer buenas actuaciones sobre la cancha, los doce años que pasó en Estados Unidos fueron difíciles para Ricky Rubio. Doce años en los que contó no llegó a hacer amigos, solo compañeros, algo complicado teniendo en cuenta que la temporada de baloncesto americana cuenta con 82 partidos solo de temporada regular sin contar playoffs. Una gran cantidad de tiempo dedicada al equipo, en pista o viajando, que se vuelve difícil si no se cuentan con apoyos. Así, contaba también que su forma de ser por la que le cuesta abrirse y conectar, así como no haber sabido enfrentar los conflictos, lo volvían aún más complejo.

Sin embargo, en este sentido, los problemas no quedaban solo dentro del vestuario, sino que hubo un acontecimiento que marcó enormemente al base español. Narró a Évole que, en su tercer o cuarto año en la NBA, decidió exponerse de forma más cercana en una entrevista a un periodista y contarle que no se sentía cómodo, que estaba vulnerable. Le sorprendió que ante eso, en lugar de encontrar apoyos hubo silencio y que, en un partido, un jugador le aconsejó no abrirse porque si olían sangre iban a ir a por él

Ni dentro de los vestuarios, ni con la prensa, ni con hacer vida en Estados Unidos, pues contó que nunca se sintió cómodo con las tradiciones o la cultura. 

Un conglomerado de circunstancias que solo su madre fue capaz de calmar, cuando un día llorando le dijo que no podía seguir allí. Un momento en el que, al encontrar un apoyo ante un lugar en el que no encontraba manos amigas, sintió que podía volver a recuperar el control y continuar.

La obsesión por el baloncesto

¿Cuál es el momento en el que uno se da cuenta que hay que decir basta? Para Ricky Rubio no hubo uno como tal, si no que fue progresivo tras dos momentos que le hicieron empezar a dar mayor importancia a su vida personal

Ricky Rubio se consolidó como uno de los mejores bases europeos; sin embargo, siempre había algo detrás del telón no tan bonito. Partía, como contó, en cada partido de la sensación de que iba a perder y, aunque eso le llevara a jugar mejor por exigencia y motivación de ganar, confesó que si repasa su carrera no se encuentra satisfecho porque considera que no ha hecho lo suficiente. 

Es en este punto donde cuenta, por ejemplo, que el premio a mejor jugador del mundial de 2019 no lo recibió con orgullo, si no que se sentía un farsante. De hecho, aumentó sus entrenamientos porque consideraba que, en cualquier momento, podía perder su juego. Algo que le llevó hasta mantener sus rutinas durante el nacimiento de su hijo y llevarse a su masajista a la habitación del hospital en la que se encontraba su mujer. 

El día que todo explotó

Estando concentrado con la selección española para el mundial de 2023, hubo una noche en la que sintió que ya no podía más. Sin embargo, esa sensación de haber hecho tope no fue solo con el baloncesto, sino con la vida en general. Por fortuna, según contó a Évole, supo verlo con perspectiva y no dejarse llevar demasiado por ese pensamiento que le habría llevado a algo pero, pero ahí fue donde comenzó la lucha verdadera de Ricky Rubio contra sus problemas de salud mental, ese proceso que empezó a vivir junto a su psicóloga y que decidió hacer público. Un paso que dio visibilidad a este tipo de situaciones y que, a día de hoy, sigue siendo muy recordado.

"Mi madre me esperó"

Un punto crucial en la vida de Ricky Rubio llegó en el 2016, cuando su madre falleció debido a un cáncer. Un tiempo complicado, tal y como le dijo a Évole, cuando haciendo `facetime´ con ella colgaba para que no le viera vomitar o en los momentos más duros del tratamiento.

De hecho, tras una pausa en mitad de temporada en la que aprovechó para volver a España y visitar a su familia, en la vuelta a Estados Unidos se vio en el aeropuerto pensando que no tenía que coger el vuelo. 

"Por suerte, creo que mi madre me esperó". Tras el último partido de la temporada regresó rápido a casa y tuvo la oportunidad de estar con ella unas semanas antes de que muriera, algo que lo tranquilizó, pues explicó a Évole que si hubiera fallecido y no hubiera tenido tiempo de verla antes jamás se lo habría perdonado

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