Este martes, ‘El programa de Ana Rosa‘ ha vivido un momento muy incómodo entre Ana Rosa Quintana y Joaquín Prat por pisarse en un paso a publicidad. Todo ocurría mientras se estaba mostrando la conversación que María Teresa Campos ha tenido en la radio con Federico Jiménez Losantos en ‘Es la mañana de Federico’ de EsRadio donde ha roto así su silencio y se ha mojado sobre todas las declaraciones de Bigote Arrocet en ‘Secret Story’.

El concursante no se muerde la lengua y, ante las preguntas de Isabel Rábago, está aprovechando para cargar contra la que fuera su pareja y desmentir su versión respecto a cómo fue verdaderamente el origen y el proceso de ruptura hace dos años.

Teresa se ha derrumbado en el programa radiofónico mientras Jiménez Losantos le consolaba: “Que llore él, Teresa. Que llore él”. “Que le vaya bien o le vaya mal, que gane o lo que sea, que yo con él no tengo nada que ver, que me dejen tranquila y que él viva su vida. No estoy viendo el reality, que gane el reality o lo que coño quiera que esté haciendo…”, decía a continuación ella.

Todo el tema ha sido recogido en el club social del magazine, donde se ha generado un gran debate entre los colaboradores presentes: Alessandro Lequio, Beatriz Cortázar y Cristina Tárrega. Tan fuerte ha sido, que pese a las continuas advertencias de Joaquín Prat para cortar la conversación, los colaboradores no paraban de hablar y gritar.

Por eso, cabreado, les ha regañado: “Tenéis que mirar al director que está diciendo que nos tenemos que marchar”. En concreto, el copresentador se refería a que tenían que parar el debate para hacer una pausa para la publicidad. Algo a lo que Ana Rosa no ha hecho caso y ha tomado la palabra cuando realmente no debía.

Ah, muy bien, vale, muchas gracias”, decía sorprendido Prat viendo que la 'jefa' hacía caso omiso a lo que él había dicho segundos antes y no seguía las indicaciones del director.

“Perdón, perdón”, indicaba Quintana de inmediato con cara de circunstancia al darse cuenta del error. Tras ello,Joaquín Prat le soltaba un dardo. “La dueña del cortijo eres tú”, decía cuando se iban a publicidad.