La semana más dura para Juan Lobato, hasta este mismo miércoles secretario general del PSOE de Madrid, se cerrará este viernes con su declaración como testigo en el Tribunal Supremo en la causa en la que se investiga de dónde procedieron las filtraciones sobre la confesión de los fraudes fiscales de Alberto González Amador, pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Una citación que llegó después de que se publicase que el dirigente madrileño acudió a una notaría para dejar constancia de que se negó a utilizar información secreta presuntamente facilitada por Pilar Sánchez Acera, compañera de partido del propio Lobato y jefa de Gabinete de Óscar López, actual ministro de Función Pública y líder en las quinielas internas para hacerse con la secretaría general de los socialistas madrileños en el Congreso Regional.

Esta actuación, realizada por Lobato después de que la Justicia decidiese investigar el móvil del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, ha sacudido durante la última semana a los socialistas provocando un terremoto de reacciones que han derivado, finalmente, en la dimisión por carta del otrora secretario general de la tercera federación más importante del partido.

Una traición, a ojos de la dirección nacional y de buena parte de los pesos pesados de la delegación madrileña, que mantendrá en ascuas a Ferraz este viernes, momento en el que Lobato deberá decidir qué versión de los hechos testifica ante el juez: la primera, la publicada por el diario ABC, en la que acusó a Moncloa de estar directamente implicada en la filtración sobre las notificaciones entre la defensa del novio de Ayuso y la Fiscalía General del Estado -reconociendo sus delitos fiscales y reclamando un pacto para eludir la prisión-; o la segunda, la que a partir del lunes trató de inculcar en sus sucesivas entrevistas asegurando que esta documentación ya estaba publicada en los medios de comunicación.

Deberá hacerlo, además, con el acta notarial en la mano, a requerimiento del Tribunal Supremo. Una prueba fidedigna que Sánchez y su círculo más cercano esperarán desde Sevilla, sede del 41º Congreso Federal del partido que tendrá lugar entre este viernes, con las comparecencias inaugurales y el protocolario ‘paseíllo’ por las instalaciones, y el domingo, cuando se conocerá quién conforma la nueva Ejecutiva de un Pedro Sánchez que volverá a ser entronizado como indiscutible e indiscutido secretario general del partido.

La causa

La investigación sobre las filtraciones de la documentación secreta sobre Alberto González Amador, defraudador confeso teniendo en cuenta esta misma información de la que se investiga su procedencia, tienen al Fiscal General del Estado como principal señalado. La instrucción no ha dudado en buscar por tierra, mar y aire pruebas para incriminar al líder del Ministerio Público.

No obstante, el miedo que impulsó a Juan Lobato a acudir a una notaría para dejar constancia de los whatsapps cruzados con Sánchez Acera han provocado que la causa adopte un nuevo cariz, con dos líneas de investigación diferenciadas y que entrometen al Gobierno de lleno en la línea de actuaciones. El mensaje que transmiten desde Moncloa, repetido hasta la saciedad, no varía: el defraudador no es otro que Alberto González Amador, por más ruido que se empeñen en hacer desde Génova y la Puerta del Sol para alejar el foco del delincuente confeso. No obstante, estas mismas voces no esconden que el relato empieza a cambiar de bando, y muchos son los que ya presagian futuras imputaciones que se sumarían a las de Begoña Gómez, mujer del propio Pedro Sánchez, o la de David Sánchez Pérez-Castejón, hermano del presidente del Gobierno imputado este mismo miércoles.

Un horizonte judicial que desde Moncloa achacan al lawfare y la persecución judicial que llevan a cabo PP y Vox, incapaces de influir políticamente y centrados en tratar de desestabilizar al Gobierno a través de todos sus satélites. Pese a todo, el presidente del Gobierno se ha mostrado tajante, rehuyendo las críticas y aventurando que esta será una legislatura larga y fructífera: “Tres años y los que quedan”.

La dimisión

A primera hora del martes, Juan Lobato convocó a los medios de comunicación en la Asamblea de Madrid para realizar una comparecencia institucional que muchos aventuraron que serviría para presentar su dimisión. Sin embargo, y pese a la incredulidad de los presentes, el todavía entonces secretario general de los socialistas madrileños decidió resistir, aferrarse al cargo y denunciar una campaña de “linchamiento” por parte de su propio partido en su contra.

Una actitud inesperada, tajante y que acabaría desmontando él mismo cerca de las 15.00 horas del día siguiente, el miércoles, notificando su renuncia a través de una carta difundida por su equipo de comunicación. En ese lapso temporal, como ha relatado ElPlural.com tras consultar con fuentes conocedoras de lo sucedido, Lobato vivió una tarde de intensas llamadas buscando apoyos y motivos para seguir. En vez de eso, fueron muchos, incluidos máximos estandartes de su círculo cercano, quienes le aconsejaron que se retirase, que abandonase con dignidad una guerra cruenta que no estaba en disposición de ganar.

Finalmente, y tras una noche de meditación, llegó la carta. Llegó la renuncia. Llegó el adiós de un líder eternamente discutido por su falta de punch parlamentario contra Isabel Díaz Ayuso: “Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente. Insisto: para mí la política es otra cosa. Y la lealtad a mi partido es trabajar para poner en marcha sus principios, aquello que lleva más de 145 años representando: la igualdad, la libertad, la democracia, la educación y la sanidad pública, la defensa de los más vulnerables, el no dejar a nadie atrás”, defendía el líder caído en una misiva con aires de de obituario político.