Laura sabe bien lo que es vivir en la calle. Como tantos otros miles de españoles perdió su empleo en la crisis. Dejó a sus hijos con sus padres y se marchó de Valencia, su lugar de origen, para iniciar lo que acabaría convirtiéndose en una dura andadura que la ha tenido 15 años "de aquí para allá". "Algunas temporadas he estado en albergues, otras muchas en la calle", cuenta a este medio.
Llegó a residir un año en Suiza, "para ayudar a mi hijo a pagar la universidad", pero después regreso. Lo cuenta a ELPLURAL.COM con la serenidad de quien lleva mucho peso en la mochila. "Ellos gracias a Dios están con mis padres, no les ha hecho falta de nada, pero yo tenía que salir a buscarme la vida sin darles más problemas", expone.
"La calle te absorbe", reconoce. "Lo ves fácil, porque consigues dinero, comida, y te vas acostumbrando o caes en malos hábitos", asegura a este medio.
Tiene claro cuál ha sido la parte más dura de todo ese tiempo: hacerse invisible para la sociedad. "Nadie te ve o si te ven, lo hacen por encima del hombro, como si no fueras nada. También hay quien tiene miedo", relata, matizando que, pese a todo, "también ha personas buenas que intentan ayudar".
Desde hace un año tiene una nueva vida. Trabaja en Flores solidarias, una floristería que es mucho más que eso y que le ha blindado además de un empleo y la oportunidad de aprender un oficio, la posibilidad de sentirse "útil y valorada". Ahora está en proceso de conseguir un alquiler social y cuenta con apoyo psicológico. "Tenemos psicólogos y trabajadores sociales que están muy pendientes de nosotros", indica.
Ella atestigua que esta parte es muy importante para ser capaz de salir de la calle, en la que puede acabar cualquiera. "He visto personas con carreras, con empresas, que lo han perdido todo", asegura, al tiempo que precisa que "no todos lo aceptan". "Hay situaciones muy distintas", expone. Lo importante, a su juicio, es "seguir luchando" y no todas las personas tienen las mismas ganas. Pero si hay algo claro es que "todos merecemos un trabajo y una casa", zanja.
Flores Solidarias: una oportunidad de volver a empezar
Flores Solidarias, la empresa en la que trabaja Laura, es pionera en ofrecer empleo a personas sin hogar. Fundada por Arturo Grau y Mateo Blay, combina un modelo de negocio sostenible con un fuerte compromiso con la inclusión social, con el objetivo último de crear una sociedad más justa y equitativa.
"El sinhogarismo no se supera solo encontrando un techo; hacen falta oportunidades reales", recalca Blay, que subraya que "un empleo estable devuelve autonomía, propósito y bienestar emocional".
Esta es la razón por la que esta iniciativa combina sostenibilidad, inclusión y economía social, trabajando en alianza con entidades como la Asociación Natania y el CAST (Centro de Atención a las Personas Sin Techo) del Ayuntamiento de Valencia, que prestan atención diaria y apoyo psicosocial a estos empleados, reforzando su bienestar emocional y facilitando su reintegración plena en la sociedad.
"Cada ramo de flores que sale de nuestro taller está elaborado por personas que han vivido en la calle y que hoy cuentan con un empleo estable, acompañamiento psicosocial y la oportunidad de reconstruir su vida. No es solo un detalle estético; es una segunda oportunidad", concluye Grau.
El sinhogarismo, una asignatura pendiente
Según los últimos datos del Instituo Nacional de Estadística (INE), más de 30.000 personas viven sin hogar o en viviendas inestables en nuestro país y la cifra no deja de crecer.
La Radiografía Social del Sinhogarismo en España (Hogar Sí, 2025) revela que el 88,6 % de la ciudadanía percibe que las personas sin hogar tienen más dificultades para acceder a un empleo debido a su situación, y considera el trabajo estable y los ingresos sostenibles como una de las principales vías para revertirla.