El que fuera el máximo líder de la Iglesia Católica desde 2013, el Papa Francisco, ha fallecido a los 88 años de edad tras su prolongado ingreso por dificultades respiratorias en el Hospital Gemelli de Roma. Una figura que, no sólo por su extenso mandato al frente de la Santa Sede de más de una década, sino porque ha marcado un antes y un después en el liderazgo del Vaticano por su aire reformista y que llegó a plantar cara a los populismos.

Tras la renuncia de Benedicto XVI del cargo, Jorge Mario Bergoglio fue elegido por la Santa Sede para tomar el relevo y adoptó su nombre en honor a San Francisco de Asís. Un comienzo que estuvo marcado con el paso de los años por sus palabras y discursos, así como medidas que fueron dirigidas bajo la vía de reforma y con un aire de progreso que cambió la toma de decisiones y de posturas de la Santa Sede.

En este sentido, el Papa Francisco se pronunció en sedas ocasiones sobre conflictos internacionales, denunciando abiertamente los crímenes de guerra que se cometieron -y cometen- en las guerras entre Ucrania y Rusia o en Oriente Medio, con el foco en la ofensiva israelí en la Franja de Gaza. De la misma manera, fueron muchas sus intervenciones las que estuvieron marcadas sobre la línea de crítica ante la proliferación de los populismos.

El Papa advirtió sobre la ola populista

Ejemplo de esta postura ante los riesgos que supone el auge del populismo vinieron de la mano de uno de sus discursos en julio del pasado año, cuando advirtió sobre las “tentaciones ideológicas y populistas”, así como las amenazas que atentan contra los principios democráticos.

“La democracia no goza de buena salud en el mundo”, lamentó entonces, señalando así grietas sociales como las dadas por la corrupción, la ilegalidad y la exclusión social de minorías. “Cada vez que alguien es marginado, todo el cuerpo social lo sufre”, condenó.

De esta manera, también reconoció que las ideologías suelen tener un aire “seductor”, pero siempre conllevan a “la negación de uno mismo”, algo que relacionó con el descenso del “absentismo” electoral, especialmente en las generaciones jóvenes. “Todos deben sentirse parte un proyecto de comunidad, nadie debe sentirse inútil. Ciertas formas de asistencialismo que no reconocen la dignidad de las personas son hipocresía social. El asistencialismo solo así es enemigo de la democracia y del amor al prójimo. La indiferencia es un cáncer de la democracia”, añadió.

También en aquel verano, el máximo pontífice de la Iglesia Católica esgrimió un mensaje de advertencia hacia el conjunto de Europa ante la llegada de esta ola de populismos, abogando así por preservar y velar por los derechos humanos en todas sus fronteras. Bajo esta premisa, consideró el Papa que Europa está inmersa en “un tiempo de crisis que implica peligros y oportunidades, en el que los movimientos populistas gozan de gran popularidad” y que vienen arraigados por factores esencialmente políticos y económicos.

Desafíos en la Santa Sede

Además de su postura sencilla y sobria, y con un mensaje claro que velaba por la paz y la justicia social, el papado del argentino no sólo estuvo marcado por sus posturas en cuanto a conflictos internacionales, sino que también hizo frente a desafíos internos de la Santa Sede con la clara intención de acometer reformas de calado.

Ejemplo de ello, su firme postura para condenar los abusos sexuales acometidos dentro de la Iglesia Católica, lo que generó fuertes tensiones en los sectores más conservadores. Asimismo, también abordó cuestiones hasta la fecha consideradas hasta ‘tabúes’, como la posibilidad de flexibilizar el celibato sacerdotal, aumentar la participación de las mujeres en cargos de liderazgo o abrir el diálogo a la comunidad LGTBIQ+. Unas medidas que, además de abrir un arduo debate, le valieron del apoyo de millones de personas.

Delicado estado de salud

En los últimos meses, el Papa Francisco vio su estado de salud gravemente empeorado, esencialmente por problemas respiratorios. El pasado 14 de febrero, tuvo que ingresar en el Hospital Gemelli de Roma debido a una bronquitis, la cual terminó derivando en una neumonía bilateral causada por una infección polimicrobiana, que le generó cuadros de asma y otras insuficiencias de las que se fue recuperando lentamente, aunque su cuadro médico sufrió sendos altibajos.

Pese a las complicaciones de su estado de salud, el Papa Francisco no dejó del todo sus responsabilidades como máximo pontífice, ya que siguió en contacto con las demás autoridades eclesiásticas, mantenía regularmente sus oraciones, estaba informado y consciente.

De hecho, el pasado domingo -de Resurrección- el pontífice reaparecía de nuevo en la Plaza de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi, un rito que solamente puede presidir él. Al mediodía, el papa aparecía durante unos minutos. “Buenas pascuas, hermanos y hermanas”, emitió desde la plaza de San Pedro, a la que accedió en silla de ruedas con ayuda de sus colaboradores, ante más de 35.000 fieles que se congregaron en el principal emplazamiento de la Ciudad del Vaticano.

El Papa Francisco estuvo 37 días ingresado en el Hospital Gemelli de la capital italiana hasta el pasado 23 de marzo, cuando abandonaba el Policlínico en vísperas de Semana Santa, si bien su estado de salud fue extremadamente grave a finales de febrero, cuando los médicos consiguieron dar con el tratamiento, aunque vieron que Bergoglio atravesaba crisis respiratorias serias que podían poner fin a su vida.

El máximo responsable eclesiástico permaneció con cánula nasal para contar con asistencia de oxígeno y tratamiento de fisioterapia respiratoria y motora, experimentando una leve mejoría hasta este lunes, cuando ha tenido lugar el fallecimiento.