Hay veces en las que determinadas historias te hacen recuperar la fe en el ser humano. Esta es una de esas historias. Se trata de Las Patronas, un grupo de mujeres de la comunidad de La Patrona (Guadalupe, México), que desde 1995 voluntariamente alimentan a los miles de hombres, mujeres y niños migrantes de Centroamérica que tratan de llegar a Estados Unidos en busca de una vida mejor.

Estos van a bordo de un tren de carga conocido como “La Bestia”, que cruza el país de sur a norte. Por tanto, la forma que tienen estas voluntarias de hacerles llegar la comida es tirándosela en bolsas según pasa el tren para que los migrantes las cojan al vuelo. Es la única manera que hay, ya que el tren no para en ningún momento y únicamente aminora la velocidad. Las Patronas se acercan a los raíles y disponen en ese momento de unos 15 minutos para entregar toda la comida que hayan preparado, que suele incluir 300 raciones diarias de arroz con frijoles.

Además de comida, ofrecen alojamiento para pasar la noche a los migrantes que lo deseen y les facilitan un teléfono para poder comunicarse con sus familias. También les ofrecen asistencia legal e información acerca de las distintas posibilidades que tienen una vez lleguen a Estados Unidos.

En una entrevista con ElPlural.com, Norma Romero, coordinadora de Las Patronas, hace un recorrido por estos 28 años de ayuda humanitaria y reflexiona sobre las duras realidades de la migración.

PREGUNTA (P): ¿Quiénes son las Patronas?

RESPUESTA (R): Las Patronas somos un grupo de mujeres que en 1995 decidimos organizarnos al ver la necesidad de toda esta gente que venía en el tren y que muchas veces, por ignorancia desconocíamos que eran migrantes.

En ese tiempo nosotros no teníamos idea de lo que estaba pasando en Centroamérica y bueno, nunca nos imaginábamos que la gente que viajaba en el tren era gente de otros países. Imaginábamos que era gente de México, ya que la mayor parte de la gente que viajaba era gente muy joven. No teníamos ni idea hasta que en el 95, cuando se dio la primer bolsa de pan y las cajas de leche, fue cuando pusimos como esa atención.

Y bueno, fue ahí cuando ellas vieron que el tren venía, que le bajó la velocidad y que la gente empezó a asomarse. Y cuando las vieron a ellos con dos bolsas de pan, ellos empezaron a gritar “madre, tenemos hambre, regálanos tu pan”.

Ellas se percataron que la voz era muy diferente a la nuestra y esA fue la primera llamada, de ¿quiénes son? ¿por qué vienen ahí? y ¿por qué pedían comida? Entonces ahí fue donde mi mamá dijo: ‘bueno, vamos a darles’. Así empezamos a hacer comida de lo que teníamos. Y se hicieron 30 porciones de comida que consistía en diez tacos por cada bolsa.

Y así empezamos a darnos mañas, como decíamos. El primer compartir una comida, fue algo que nos dejó marcadas.

Hoy en día, ya son 28 años de servicio humanitario, del cual estamos muy contentas y satisfechas por la labor

Y al dar la comida muchos no sabían ni qué era, solamente la agarraron, pero cuando se dieron cuenta de lo que llevaba en la bolsa desde muy lejos, desde que ya iban avanzando, ellos todavía estaban como “gracias madre, gracias”. Con una gran alegría, con una cosa que decíamos “mira mamá, no cabe duda que ellos tienen una necesidad, hay que ayudar más”. Empezamos así con las 30 porciones de comida, después al siguiente día aumentamos a 50 y así fuimos. Posteriormente, después decía mi mamá “no alcanza, vamos a recoger las frutas del campo” y empezamos a recolectar la fruta. Y mi mamá empezó a tocar las puertas en los mercados. El mercado más cercano está en Córdoba y ahí hubo también respuesta de las señoras que decían “pues nosotros también te vamos a ayudar”.

Empezamos a recolectar botellas en los restaurantes. Y así fue, tocando puertas. Empezamos nosotros, pero después tocamos aquí, tocamos acá y se fueron abriendo muchas puertas. Realmente fue algo sorprendente, ¿no? Algo tan pequeño fue haciéndose muy grande. Hoy en día, ya son 28 años de servicio humanitario, del cual estamos muy contentas y satisfechas por la labor.

P: ¿Qué les ha hecho dedicar su vida a ayudar a los demás?

R: Yo en mi persona creo que quería hacer algo por alguien. No importase de qué país, quería sentirme útil y quería que el mundo cambiara. Y nunca me imaginé que podía cambiar. Había gente que nos decía a poco con dar comida vas a cambiar el mundo. Yo creo que el mundo si se cambia, las conciencias cambian y eso para nosotros es muy importante.

El hecho es que hoy en día ya no somos las patronas, somos muchísimas patronas. ¿Por qué? Porque están aquellos que nos ayudan, no las personas que donan, que ya han dado el kilo de arroz, el frijol, que dan el aceite, que dan el agua… Yo digo eso es de corazón eso viene de amor, viene del corazón que tiene muchísimo valor, que es lo que tenemos que rescatar.

Las Patronas repartiendo las bolsas

El aprendizaje es mutuo y hoy nos damos cuenta de que si no fuera nuestra misión servir a Dios de esta forma no estaríamos ya 28 años, se hubiese terminado. Pero hemos creído que la labor ha existido, porque lo que hemos hecho, lo que hemos dado, ha sido por amor y ha sido con amor. Eso es lo más importante. Si no hay amor, yo creo que no existiría esto. Desde que llegan a nuestro albergue les digo “ustedes nos cuidan, nosotros los cuidamos a ustedes”. Es recíproco.

Quiero dar a entender que no se debe ver a los inmigrantes como una amenaza

P: ¿Qué mensaje lanzarían a toda la gente y todos los grupos políticos que ven a la inmigración como un problema, como una amenaza?

R: Nosotras las patronas somos apartidistas, no creemos en los políticos, en los partidos políticos, simplemente yo sí creo en las personas. Sí creo que la sociedad civil es mucha y son ellos los que tienen que ver que los cambios se tienen que dar en nosotros mismos. Yo no espero nada. Nosotros tenemos ya 28 años y nunca hemos tenido ayuda de parte de los políticos. La gente que llega a estos puestos no piensa en favorecer, más bien piensan en favorecerse a sí mismos. Y eso es lo más triste, porque señala a los que dicen que son delincuentes, que son malos, que vienen a quitar el trabajo… Pero aquí tenemos mucha gente que no tiene trabajo y que es gente estudiada y que no tiene una oportunidad. Entonces no podemos decir que vienen a quitar el trabajo. Si los que están estudiados y preparados no lo tienen, pues imagínate aquel que es una persona que no tiene documentación, claro que no viene a quitarnos trabajos.

Ellos se van a los lugares donde hay trabajo de campo. Y una persona que estudia no se va a ir al campo, quiere superarse, quiere crecer y tiene todo el derecho, porque para eso se preparó. Quiero dar a entender que no se debe ver a los inmigrantes como una amenaza. Que veamos a los inmigrantes como personas que vienen a ayudarnos, a rescatar y a levantarnos. Todos los países tienen problemas, pero yo creo que lo más importante es levantarnos y ayudarnos.

Nosotros aquí hemos visto miles y miles de migrantes y muchos de ellos no han logrado el sueño americano. Muchos de ellos se han muerto en el camino. Muchos de ellos han perdido sus extremidades. Y eso a nosotros como mujeres nos duele, porque somos mamás, tenemos hijos y a nadie le deseamos que su hijo tenga que emigrar. Porque sabemos que no es fácil. Pienso que ser migrante es lo más doloroso que puede haber en la vida, que no juzguemos, que más bien nos pongamos del lado de ellos para poder entender lo que se está viviendo.

P: Ustedes habrán conocido miles de historias de todos los chicos que han pasado por vuestro albergue. De todas ellas, ¿hay alguna que le haya marcado especialmente?

R: Siempre he dicho que los migrantes siempre dejan una huella. No nos olvidamos de ellos cuando se van, porque sabemos que todavía les queda mucho camino por delante. En lo particular, a mí me ha tocado la historia de Kelvin, un chico de 20 años. Era un muchacho muy alegre, que iba con seis compañeros y que cuando estuvieron aquí yo lo veía feliz de estar aquí con nosotros. Y decía “mamá, cuando yo llegue no me voy a olvidar de ustedes, porque yo siempre la voy a llevar en mi corazón”.

Él decía que su sueño era llegar a los Estados Unidos para poder realizar el sueño de su madre. Yo le dije que sí, que lo iba a lograr, pero lamentablemente a veces las cosas pues no salen como se piensa. Él era un chico muy tranquilo, era la primera vez que subía.

Actividad de las Patronas

Tras varios trenes llegaron a Guadalajara y en Guadalajara Kelvin le decía a su compañero que se sentía cansado. Entonces agarraron el tren conforme iban y ya, ya casi llegando a Caborca, pues bueno, este muchacho se cayó y lamentablemente perdió la vida. A mí me avisaron sus compañeros porque sabían que yo estaba orando por ellos y le habíamos dado el teléfono de nuestro albergue. Te pega muy fuerte porque era una persona que tenía un sueño y que para mí era muy triste, que ahora la mamá tenía que saber que su hijo había fallecido.

Entonces pienso que ahí hay tanto dolor y en lo particular cada una de las historias me marca. Por ejemplo, yo siempre recuerdo que aquí en las vías, de repente te avisan, te viene a avisar la fiscalía del municipio y te dice “sobre las vías hay una persona muerta, te invitamos a que vayas a reconocer un cuerpo”. Cuando tú vas lo primero que ves es que es un migrante, que seguramente se durmió, se cayó o seguramente es un migrante que por no pagar el cobro de piso lo aventaron. Son varias las cosas que se viven.

Qué bueno que a través de estos medios nosotros podamos también ser la voz de ellos. Porque realmente eso es lo que intentamos que alguien escuche, que alguien se ponga la mano en el corazón y que no vea al hermano migrante como una persona que viene a hacer daño, sino como una persona que viene a sumar para sacar este mundo adelante.