El papel de las mujeres durante la Guerra Civil española y la posterior dictadura franquista ha sido, durante demasiado tiempo, relegado a un segundo plano en la historiografía oficial. Sin embargo, su participación fue determinante, tanto en la primera línea del conflicto, como en la retaguardia, donde desempeñaron funciones esenciales en la educación, la cultura y la lucha política.

Durante la Segunda República (1931-1939), las mujeres republicanas lograron avances significativos en derechos civiles y políticos, gracias a iniciativas como el sufragio femenino, la reforma educativa y la legalización del divorcio. Estas medidas representaban una transformación profunda en la sociedad española, especialmente en lo que respecta al papel de la mujer, que empezaba a conquistar espacios en la esfera pública. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil en 1936 supuso un freno violento a estos avances. Mientras muchas mujeres se incorporaban a milicias y organizaciones políticas, otras desempeñaban labores cruciales como enfermeras, maestras y propagandistas, sosteniendo la resistencia republicana.

El final de la guerra en 1939 marcó el inicio de una represión feroz, especialmente dirigida contra aquellas que habían desafiado el orden patriarcal impuesto por el franquismo. La victoria franquista no solo significó la derrota militar de la República, sino también el desmantelamiento sistemático de los derechos conquistados por las mujeres.

El castigo a la disidencia femenina: exilio, cárcel y humillación

El exilio, la cárcel y el destierro social fueron el precio a pagar por haber desafiado la estructura patriarcal del franquismo. Miles de mujeres fueron arrestadas y condenadas por tribunales militares bajo acusaciones de auxilio a la rebelión, masonería o comunismo, con penas que iban desde la prisión hasta la ejecución.

Particularmente cruel fue la persecución de las maestras republicanas, quienes habían sido agentes clave en la modernización educativa impulsada por la República. Muchas fueron apartadas de las aulas, depuradas, y en no pocos casos, fusiladas. Otras sufrieron castigos ejemplarizantes que buscaban despojarlas de su dignidad: rapadas, obligadas a ingerir aceite de ricino y expuestas al escarnio público. Estas medidas no solo pretendían castigarlas individualmente, sino también enviar un mensaje de advertencia al resto de la sociedad sobre el papel que la mujer debía desempeñar en la nueva España franquista.

En las cárceles de entonces, el castigo a las mujeres no se limitaba a la privación de libertad. A muchas presas políticas se les arrebataban sus hijos bajo el pretexto de protegerlos del “gen rojo” basado en las teorías de los “mengueles” franquistas. Este robo de niños, ejecutado con la complicidad de instituciones religiosas y organismos estatales, formó parte de una estrategia de ingeniería social destinada a erradicar cualquier vestigio de la cultura republicana.

En conclusión, el franquismo reprimió a las mujeres con persecución, encarcelamiento y violencia, incluidas torturas y robos de hijos. Se les negaron derechos civiles y laborales, imponiéndoles sumisión legal. La educación y la Sección Femenina fomentaron un modelo doméstico y obediente. Iglesia y Estado controlaban su moralidad, castigando conductas que calificaban como “inmorales” y prohibiendo el aborto. Esta represión marcó a generaciones, con efectos duraderos en la sociedad española.

Este es nuestro recuerdo y homenaje a tantas mujeres que sufrieron la represión y el acoso de la dictadura franquista en este 8M. Muchas veces olvidadas, es obligatorio recuperar su memoria para que no caigan en el olvido