Miguel Hurtado (Barcelona, 1982) es una de las caras visibles de la lucha contra la pederastia en España. Sufrió abusos sexuales por parte de la Iglesia cuando tenía 16 años, concretamente, por el entonces responsable del grupo ‘scout’ de la Abadía de Montserrat, uno de los lugares más ilustres de la Ciudad Condal, Germa Andreu.

El pasado miércoles él y otras víctimas de abusos daban un paso fundamental que, esperan, sea el primero hasta alcanzar su meta; una de ellas: que los delitos de pederastia no prescriban. Todavía a día de hoy es el silencio la mejor de la defensa para quienes cometen este tipo de actos. El hecho de que las víctimas no sean capaces de denunciar, por miedo, por trauma, por temor a las represalias… tanto da, es el caballo de Troya del que aún se sirven los agresores.

Pero esto puede cambiar muy pronto si el Congreso aprueba la modificación del Código Penal para que los delitos que tienen que ver con abusos a menores no prescriban. Lo que este miércoles empezaba en Cataluña, con el beneplácito de todos los grupos políticos a excepción de Vox -que votó en contra- y el PP, que se abstuvo junto a la CUP, puede ser la primera de las piedras que, de una vez por todas, decante la balanza en favor de las víctimas, y no de los verdugos.

"Cuesta mucho digerir el trauma (...) Las instituciones católicas tienen mucho poder"

“Cuesta mucho digerir el trauma (…) incluso décadas, sobre todo cuando ha pasado en instituciones católicas que tenían mucho poder y, en consecuencia, habían defendido a nuestros agresores. Y cuando por fin nos podemos recuperar y denunciar, el delito ha prescrito y no se puede hacer nada”, expresa Hurtado en declaraciones a ElPlural.com, antes de dar un dato demoledor: muchas víctimas no comienzan a denunciar hasta que cumplen 50 años.

Se trata de una cifra que amparan multitud de informes de los que que él y otras víctimas han revisado de la A la Z: estudios de Europa o peticiones de la ONU que urgen a situar la legislación en consonancia con la de países de nuestro entorno y otros (32 en total) que ya han aprobado la imprescriptibilidad de los delitos de pederastia. Toda esta información es la que cedieron a la Cámara Autonómica, pero la región no tiene competencias en esta materia, por lo que la solicitud se elevará al Congreso. “Lo bonito es que ha sido un trabajo muy plural y transversal”, celebra Hurtado, sin entender la postura de la derecha y extrema derecha: “Hemos pedido al PP que nos explique su postura, porque no entendemos que se pongan de perfil cuando hablan tanto de violencia sexual”.

Los pasos a seguir ahora son, en primer lugar, que la Cámara Baja debata si admite o no a trámite la iniciativa (en ese debate tres parlamentarios autonómicos defenderán la ley). Después, si el Parlamento admite la toma a consideración, el resto de trámites son los mismos que los de cualquier otro texto legislativo. “Nosotros estamos ya trabajando. Hemos pedido a los partidos -también a los populares- reunirnos con ellos, así como como en Ministerio de Justicia y con el de Infancia…”, ha acentuado.

Hurtado está quemando todos los cartuchos y dando una batalla incansable en las calles, en los ámbitos políticos y judiciales, y hasta en internet. Prueba de esto último es que la reciente petición supera las 23.000 firmas en Change.org. Habrá que ver qué pasa pero, desde luego, ganas y esperanza no le faltan. Además, al catalán le ampara la experiencia, la que le concedió ser la cara visible de otro hito histórico, antecedente del que ahora persigue: conseguir que el Congreso ampliara en 17 años el plazo de tiempo para que las víctimas de pederastia tienen para denunciar. Aquel “parche legislativo” reunió más de medio millón de firmas. "Fue un avance importante, sí, pero una ley mediocre que no tiene en cuenta ni la evidencia científica, ni el derecho comparado ni las recomendaciones de organismos internacionales".

La misma persona abusó de 12 menores

Hurtado narra a este medio la pesadilla que implicaron no solo los hechos, que por supuesto, sino también la confusión, el sentimiento de culpabilidad y el abandono en el que se vio inmerso antes y después el protagonista de estas líneas. "Se lo dije a la propia abadía y reaccionó como suele reaccionar la jerarquía católica: encubriendo, sin avisar a la justicia ni a los padres y, por supuesto, eludiendo de buscar otras víctimas”, cuenta. De hecho, la Iglesia intentó aprovecharse de la condición religiosa de sus padres para que nuestra fuente no denunciara. "Por el bien de la Iglesia y de todos", les decían.

“Hasta que no denuncia mucha más gente, la Abadía no reconoce en una comisión de investigación que este hombre había abusado de 12 menores, que era un depredador sexual (…) Y a pesar de todo, no ha pasado ni un día en prisión”, algo que, desea, se revierta al fin.

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