Las Navidades son tiempos de excesos para todos, y también para los jóvenes. Si bien el consumo de alcohol por parte de los adolescentes preocupa a la lo largo de todo el año, el consumo aumenta en estas fiestas. 

Aunque en España el alcohol forma parte de nuestra cultura, es importante alertar de los riesgos que conlleva su ingesta sin moderación.

“No se trata de demonizarlo”, relata a ELPLURAL.COM el doctor José Luis Carrasco, director científico de la Unidad de Personalidad y Comportamiento del Hospital Ruber Juan Bravo-Grupo Quirónsalud de Madrid, pero “ha de tenerse en cuenta que es una sustancia peligrosa que hay que manejar con cautela”.

A día de hoy, la era del llamado ‘botellón’, el acceso al alcohol es muy fácil y adquirirlo es barato. “Que esté tan alcance de la mano, contribuye a que no parezca peligroso”, destaca este médico. Pero el consumo continuado acaba produciendo pequeñas anomalías en diferentes áreas del cerebro.

“Fundamentalmente en áreas del cerebelo, que son zonas posteriores que afectan a las funciones motoras”, detalla el doctor Carrasco, pero también “en lóbulos frontales y prefrontales, áreas anteriores que regulan la personalidad, las emociones y cómo vemos el mundo”.

La ingesta prolongada de alcohol va cambiando la personalidad de forma negativa, lo que se traduce, indica este especialista, en “mayor inmadurez, mayor impulsividad y menor tolerancia al a frustración”. “Lo que ya sabíamos clínicamente”, subraya, “ahora lo constatan las imágenes de las resonancias magnéticas”.

Efecto acumulativo

Los efectos, además, son a largo plazo. Aunque uno va eliminando el alcohol de la sangre, “las neuronas afectadas tardan mucho en recuperarse o no se recuperan nunca. Hay un efecto acumulativo”, destaca este médico del Hospital Ruber Juan Bravo. “El problema no es pasarse en una fiesta, es coger un puntillo todos los fines de semana. Los que se ponen tan mal que hay que llevarlos al hospital son unos pocos, pero estos son muchos. Es muy preocupante y hay que vigilarlo”. Beber de forma regular produce un “efecto psicológico de adicción, una adicción biológica y un deterioro en el desarrollo de la personalidad”.

Daños reversibles

Sin embargo, en los jóvenes, los daños son reversibles, “porque todavía hay mucha capacidad de regeneración”. La maduración no se produce a los 18 años. El desarrollo de la personalidad llega hasta los 25 e, incluso, los 30, de manera que cuanto antes se deje mejor”.  

Doctor José Luis Carrasco. 

La clave, la información

Cómo actuar es la gran pregunta que se formulan los padres. Para este especialista la mejor herramienta es la información, además de dar ejemplo y “no abusar nosotros tampoco”. “Hay que facilitarles mucha información, pero que no sea muy pesada”, indica el doctor Carrasco. “Los chavales han de entender que hay peligro y que hay un daño”.

A juicio de este médico el peor escenario se produce cuando creen que el consumo de alcohol no tiene consecuencias. No obstante, hay que cuidar el discurso, y evitar planteamientos de todo o nada. “No ha de ser un mensaje de miedo de mis padres que lo quieren controlar todo, sino un mensaje sereno y maduro que transmita que el alcohol tiene unas consecuencias, también para el cerebro”.

El doctor Carrasco es, además de psiquiatra, padre, por lo que sabe bien lo difícil que es educar a un hijo y lo complicado que resulta llevar a la práctica la teoría. Los jóvenes no ven en el consumo de alcohol un problema de salud, sino una cuestión relacionada con los mayores. Piensan en “la bronca de mis padres”, no en los daños.

Por ello, hay que “no ser excesivamente agobiante, lo que puede generar una reacción de rebote”. “La rigidez excesiva puede hacer que un chico se estropee”, advierte. “Es necesario estar alerta y actuar con flexibilidad, que no es falta de firmeza. Distinguir cuándo es ocasional y cuando no”. La clave estaría en conseguir que en el botellón fuesen conscientes de que hay peligro. 

No hay medidas

La otra gran incógnita que se plantea es ¿cuándo es mucho?. El doctor Carrasco lo tiene claro. “Mucho no es la borrachera. Se aguanta más el alcohol cuando uno es joven, pero no hay una cantidad buena y una mala. Toda medida puede ser mucho, porque es una sustancia adictiva que siempre te va a llevar a tomar más”. Esto no quiere decir que “uno no se pueda tomar una cerveza o un vino”. Lo que no hay que hacer es  “jugar con el alcohol”.