Ángel Hernández ha dado un paso de gigantes en la lucha por la eutanasia en España. Todo ello después de grabar un desgarrador vídeo de dureza extraordinaria en el que acerca el vaso con la pajita a su mujer, María José Carrasco, para acabar con su vida, tal y como ella había pedido tantas veces.

Hernández quiso que ese documento saliese a la luz para que todo el mundo viese "el sufrimiento y el abandono" por el que estaba pasando la pareja. Con su decisión, ha metido de lleno el tema de la eutanasia en la campaña electoral.

El obispo de Alcalá opina sobre la eutanasia 

Como no podía ser de otra forma, el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, también se pronuncia en su página web sobre la eutanasia.

Convertido en un estercolero imprescindible para las mentes más reaccionarias, en su portal web no solo habla de homosexualidad, sino que se lanzan consejos gratuitos de temas tan diversos como la “violencia doméstica”, las “enfermedades de transmisión sexual”, el “aborto”, así como una serie de trucos para “volver a ser virgen por segunda vez” o encaminados a  “abandonar la pornografía y dejar de masturbarse”. 





En el apartado que en su web destina a la eutanasia, Reig Pla concede especial protagonismo a una de sus cartas pastorales que lleva por título “Cruzar otra línea roja. ¿Una muerte digna?”. En este documento, el obispo de Alcalá de Henares deja clara su postura: en nuestra  “marcadamente emotivista” sociedad, “se está imponiendo la cultura de la muerte”.

A su entender, lo grave de este asunto es que “está en juego la vida y la salvación de las almas”. En este contexto, dando voz al ala más ultra de la Iglesia, sostiene que “nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente”.

Pero aún hay más. Pla considera, en lo que representa un claro menosprecio a las miles de familias al cuidado de personas dependientes, que “las súplicas de los enfermos muy graves que alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano”.

Muy grave es también la comparación que realiza en otro apartado de su carta pastoral. “Que el Estado reconozca el derecho a la eutanasia o al suicidio sería tanto como autorizar a los ciudadanos que así lo quisieran a que libremente pudieran darse en esclavitud y que otros pudieran comprarlos y venderlos. Nadie está legitimado a atentar contra su propia dignidad, pues pertenece a Dios”, indica sin mostrar el mínimo reparo.

El dolor y la muerte

Mención aparte se merece la opinión que ofrece sobre el dolor y la muerte. “El dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la pasión de Cristo y una unión con el sacrificio redentor que Él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre”.

Finalmente, el prelado sentencia: “Un ser humano no pierde la dignidad por sufrir; lo indigno es basar su dignidad en el hecho de que no sufra (…) Enfrentarse al sufrimiento sin Cristo es lo que hace tambalear todos los principios y nos coloca ante la encrucijada de la vida sin más bagaje que nuestros sentimientos y emociones”.