Edinson trabajaba en un almacén de patatas de Pinto (Madrid). Delgado, alrededor de 1,80 metros de altura, con gafas finas y la dentadura prominente, en su inseparable mochila negra escondía un móvil con el que en el último año ha grabado a al menos 555 chicas y mujeres por debajo de la falda y sin su consentimiento en el metro, en el tren, en la calle, en los supermercados. Así lo explican en un reportaje en el diario El Mundo.
La mochila tiene el bolsillo delantero abierto y dentro, su móvil con el dispositivo de grabación activado
Después los difundía en una página web pornográfica bajo el nombre de Edinson66. Durante un año, Madrid se convirtió en un gigantesco plató para su perversión.
Su lugar de trabajo
En el almacén de patatas de Pinto (Madrid), cuatro hombres manejan la máquina envasadora que agrupa los tubérculos en sacos de malla. Aquí mismo, entre patatas, cebollas y palés, trabajaba Edinson. Hasta que el día 10 de julio no volvió a trabajo. Uno de sus compañeros afirma que “lo dieron por muerto”.
De esta manera, la Policía Nacional le ha calificado como “uno de los mayores depredadores de la intimidad de las mujeres”. Durante más de un año lo único que hacia era grabar y grabar, sobre todo en sus trayectos desde el almacén.
Su perfil responde al de una persona obsesiva, ya que, según las pesquisas de la Policía, y aunque la investigación sigue abierta, Edinson M. Z. no parece que ganara dinero con sus vídeos. Y eso que sus números eran abultados: gracias a los 283 vídeos que colgó en 12 meses, había logrado más de 1,3 millones de visualizaciones y 3.519 suscriptores a su perfil en una de las webs pornográficas más conocidas del mundo.
La sección de Redes de la Unidad de Ciberdelicuencia de la Policía se puso en marcha para detener a Edinson. En alguno de los videos se podían observar estaciones de metro como la Puerta del Sol, con lo que pidieron a la web que les entregara los datos sobre Edinson66. La página colaboró. Los agentes identificaron al obsesivo voyeur y empezaron a seguirle.
“Grababa a diario. Cuando iba a trabajar, cuando volvía... A veces salía solo para ir a la Puerta del Sol o a Atocha, donde siempre hay mucha concentración de gente, y grababa compulsivamente. Filmaba a todas las mujeres que podía. Tuvieran 15 años o 60”, ha explicado Roberto Fernández Alonso, inspector jefe de la sección de Redes.
En ocasiones a veces también las seguía hasta una tienda o les grababa la cara, para que se viera a quien correspondían las partes íntimas en cuestión. En solo cinco días de seguimiento, los agentes identificaron a 29, dos de ellas menores. Los policías que lo seguían le dejaban actuar para obtener pruebas de su delito y después se acercaban a las víctimas para explicarles que habían sido objeto de una grabación ilícita y que podían denunciarlo.
La táctica de grabación
El upskirting, era la categoría con la que había que subir sus videos, la cual consiste básicamente en grabar por debajo de la falda, a menudo con una cámara oculta. Una tendencia al alza en el porno que está haciendo saltar las alarmas en Asia y cada vez más en Europa. En España entra dentro del delito contra la intimidad, pero en el Reino Unido ni siquiera estaba penalizado hasta que una chica víctima del upskirting inició una campaña y consiguió la aprobación de la llamada Ley de Voyeurismo.
Con un programa de edición de vídeos que tenía instalado en su portátil, montaba las imágenes a su gusto. Cortaba algunas partes, ponía a cámara lenta lo que más le interesaba, añadía música. Mezclaba en un solo vídeo a unas mujeres con otras. En su casa los agentes localizaron tres discos duros y el ordenador con decenas de gigas de vídeos.
Parada de Pacífico
Fue detenido en la estación de Pacífico cuando se encontraba grabando a una chica, al principio, cuando lo arrestaron, Edinson ofreció un poco de resistencia. Ahora está en la cárcel de forma preventiva. La Policía aún investiga el abundante material que ha encontrado en su casa y que puede dar lugar a nuevas acciones.
Edinson, se enfrenta a dos delitos, uno contra la intimidad por grabar las partes íntimas de otras personas y difundirlo, le podrían condenar a entre uno y cuatro años de cárcel y, además, de abuso de menores, porque entre algunas de sus víctimas hay menores de edad, añadiendo esto la pena podría elevarse a siete años.