La represión franquista contra cualquier tipo de homosexualidad y contra lo que hoy conocemos y denominamos como el colectivo LGTBI, no ha sido conocida en su total dimensión. Nos hallaríamos ante una de esos episodios siniestros de la dictadura pero con cierta parte oculta.

De cómo se consideró la homosexualidad en el franquismo nos vale el ejemplo del cruel golpista, el general Gonzalo Queipo de Llano, tal vez el mayor represor de la Guerra civil. Este sanguinario militar  mantuvo que “Cualquier afeminado o desviado que insulte el Movimiento será muerto como un perro”. Y con ese criterio bestial actuó.

Otro ejemplo de la consideración que para la dictadura tuvo la homosexualidad lo vemos en el jefe de los Servicios Psiquiátricos del régimen franquista Antonio Vallejo-Nájera. Para este médico y militar las personas homosexuales y lesbianas significaban la demostración de la degeneración de la “raza”. Par este médico mimado por Franco, este hecho, el de la degeneración de la raza, tuvo su comienzo coincidiendo con la Segunda República y lo diagnosticaba como una “enfermedad mental” que el asociaba a las ideas marxistas. Para Vallejo Nájera la filosofía marxista en sí, o ser de izquierdas, era una propia enfermedad mental que generaba entre otras cosas la homosexualidad.

Este ideólogo del régimen franquista identificado con  las ideas de Adolfo Hitler (de hecho se le conocía como el Josef  Mengele español), recomendó la esterilización eugenésica para las presas republicanas y para los homosexuales. En sus teorías de exaltado nazi escribía que los homosexuales poseían los síntomas propios de los psicópatas tales como “mala intención, hábitos viciosos, amoralidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo y  tendencia a acciones con fines perversos”.

Nazis, manicomios y cárceles


Las consecuencias de las teorías nazis de este loco pseudocientífico y de sus seguidores en el régimen se tradujeron, en cárceles, manicomios, en electrochoques y en toda una persecución atroz que conllevó incluso la muerte para muchos, para otros la cárcel o el destierro, para todo mucho sufrimiento.

Percibida como una especie de atentado contra la estricta moralidad de la sociedad española y como un enfrentamiento contra las esencias espirituales y católicas del pueblo español, la homosexualidad fue perseguida y reprimida por el régimen franquista. Para el franquismo solo existían y se concebían dos modelos del hombre y de mujer asentados en el espíritu del nacionalcatolicismo. Un tipo de hombre- hombre”, es decir fuerte, robusto, macho y superior a la mujer que debía de adoptar el rol de esposa fiel, afanada en sus labores domésticas y ejemplar madre cuidadora de los hijos.

La dictadura intervino en la vida privada averiguando e investigando las formas de proceder de los ciudadanos en la cama y la orientación sexual de cada uno. Ello generó un clima social en los homosexuales de opresión, miedo y clandestinidad. Familiares, amigos y la propia sociedad deberían ser ajenos a los comportamientos de los homosexuales. Derivado de este escenario clandestino vino la represión de sus afectos, las ocultas relaciones y el engaño. También hubo que adoptar en muchos casos la doble moral.

De la Ley de vagos y maleantes a la de Peligrosidad social


Se legisló en contra del colectivo de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI) con normas tales como la Ley de Vagos y Maleantes, una ley que aunque su raíz estaba en la Segunda República fue adaptada por el régimen franquista y modificada en 1954) para que persiguiera estas conductas: “Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás”.

Esta tétrica normativa fue sustituida en 1970 por la Ley de Peligrosidad Social que además de lo anterior recogía penas de cinco años de internamiento en cárceles o manicomios. Junto a esta ley, el Código Penal añadía el “escándalo público”, lo que sirvió de arma legal para la represión de homosexuales y transexuales. Estuvo vigente hasta 1995, año en el que fue derogada.

Electroshocks y tratamientos 'médicos'


Toda esta normativa legal para la represión del “diferente sexualmente” tuvo una especial y potente aliada en la Iglesia Católica que veía a este colectivo como pecadores a los que lejos de interceder por ello había que castigar y reprimir para modificar sus conductas. En el sistema médico imperante y en concreto en la psiquiatría, se les calificaba como enfermos mentales por lo que a muchos se les  internó en manicomios. Influenciados por las teorías nazis de de psiquiatras destacados del régimen como Antonio Vallejo-Nájera o José Luis López Ibor, los homosexuales recibieron tratamiento “médico” con electroshocks o lobotomías. Ello originó tremendos daños físicos y psicológicos.



Encarcelamientos, internamientos y violaciones


Hay cálculos que nos indican que fueron entre 4.000 y 5.000 las personas homosexuales encarceladas simplemente por su orientación.
También cabe destacar que el régimen franquista habilitó centros de internamiento para “curar” y “corregir esta supuesta desviación. Los encarcelados lo eran acusados de escándalo público y por ser un peligro social. En estos centros “especiales” fueron objeto de maltratados, vejaciones. También hubo numerosos casos de violaciones por parte de otros presos. En ocasiones fueron obligados a prostituirse por los propios funcionarios.

Deportaciones y destierros


Asimismo sufrieron destierros y alejamientos de sus entornos. Como ejemplo notorio tenemos el caso de la Penitenciaria de Tefía, en la canaria isla de Fuerteventura, En realidad era un desierto invivible en el que los homosexuales sufrían destierro y se les sometía a trabajos forzosos en condiciones infrahumanas.

La situación comenzó a cambiar de manera tímida, pero con algún paso adelante, a mediados de los años 60 por la influencia del turismo y de las culturas musicales provenientes de Europa. Aumentó su visibilidad y su consideración social aunque el régimen de vez en cuando mostrara sus garras como con la redada de Torremolinos al colectivo gay en 1971 en el Pasaje Begoña.

Torremolinos, Sitges, llegada de la democracia…


Junto a Torremolinos, Sitges, en Barcelona, comenzaron a ser zonas de cónclave homosexual y paraísos de la libertad sexual aunque limitada. La oposición al franquismo hacía suyos las reivindicaciones del colectivo y tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia llegaron los cambios legislativos con la Constitución y la derogación de las leyes franquistas. La primera manifestación del Orgullo Gay se celebra en Barcelona en 1977 (foto). La homosexualidad dejó de ser delito en 1979. Nuevas normas como las que regula los delitos de odio y las de libertad y apoyos a los colectivos han normalizado una situación que hoy vive sus días cúlmenes con la celebración de distintos “Orgullos” y “Prides”. Y por más que algunas mentes reaccionarias herederas de los antiguos 'mentes cavernícolas', “el Orgullo no se toca…ni se llevará a la Casa de Campo”. Ha costado mucho llegar hasta aquí.