En los últimos años la ortodoncia se ha extendido entre la población adulta y es muy frecuente ver con aparato a personas que dejaron atrás la niñez y la adolescencia hace mucho tiempo.

Pero si bien es cierto que más vale tarde que nunca, y que la ortodoncia del adulto hoy día permite obtener muy buenos resultados, también lo es que actuar cuanto antes tiene muchas ventajas. Y es que corregir la posición de los dientes y de los maxilares no es solo una cuestión de estética, sino también de salud y para aprovechar todos los beneficios de la ortodoncia lo más recomendable es actuar en la infancia.

“Clásicamente la ortodoncia ha sido una especialidad infantil, porque en los niños se pueden hacer muchísimas cosas”, recuerda la Dra. Margarita Varela Morales, jefa de la Unidad de Ortodoncia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

En este Unidad se tratan, tanto a niños como a adultos, pero los objetivos y posibilidades en el niño son mayores, ya que, además de actuar sobre los dientes, precisa esta especialista, “en la población infantil podemos actuar también sobre el crecimiento de los huesos de la cara, modificándolo y evitando, incluso, algunas extracciones y cirugías que podrían ser necesarias en el futuro en ciertos casos”.

“La ortodoncia en el niño puede tener efectos indirectos muy beneficiosos sobre las vías respiratorias altas, favoreciendo una mejor respiración nasal; también sobre la deglución al permitir una posición y función más adecuadas de la lengua y sobre la palabra, por la misma razón”, resume la Dra Varela. 

La importancia de llegar a tiempo

Lo fundamental para poder alcanzar esos objetivos que van más allá de los dientes es llegar a tiempo. Por ello, se recomienda que los niños hagan una primera consulta con un ortodoncista entre los seis y los siete años.

“De esta manera podemos anticiparnos a muchos problemas que luego son más difíciles de abordar o no se pueden tratar de forma no invasiva”, precisa el Dr. Pablo García-Camba, odontólogo adjunto de la misma unidad.

Detectar problemas de forma precoz puede simplificar mucho el posterior tratamiento de ortodoncia y alcanzar objetivos que en el adulto serían más limitados. “Una expansión del paladar en un niño de menos de 9 años es un procedimiento muy rápido, eficaz y predecible y puede facilitar el tratamiento de ortodoncia posterior”, afirma el Dr García-Camba. De hecho, “la expansión precoz del paladar tiene otros efectos positivos fuera de los dientes y así, como el paladar es a la vez el techo de la boca y el suelo de las fosas nasales, al aumentar su superficie y mejorar su forma, puede mejorar la respiración nasal en algunos casos”.

Aunque la primera consulta debería hacerse en torno a los seis o siete años, muchos de los pacientes no necesitan comenzar el tratamiento antes de los nueve y en buena parte de ellos se podría esperar hasta que se completa el recambio dentario, recalca la Dra. Varela. Sin embargo, en los casos más graves, “es imprescindible comenzar cuanto antes mediante tratamientos que a veces se hacen en dos fases, lo que nos permite obtener ese 10 que buscamos los ortodoncistas”.

En la Unidad de Ortodoncia de la Fundación Jiménez Diaz la gran mayoría de los niños tratados no padecen ninguna enfermedad importante, pero también se tratan niños con síndromes craneofaciales como fisuras palatinas u otros trastornos generales que se acompañan de afectación dentaria y facial. En esos niños conseguir una buena oclusión puede mejorar mucho su calidad de vida.

Los retenedores, una pieza clave

El tratamiento de ortodoncia suele finalizar con los famosos retenedores, un sistema que tiene como objetivo preservar los resultados obtenidos. No obstante, reconocen estos dos especialistas, a algunos padres les cuesta comprender por qué se debe actuar a tan temprana edad, si después se han de utilizar sistemas de retención prácticamente de por vida.

“Empezar pronto nos da un abanico mayor de posibilidades a la hora de resolver problemas que más tarde no podrían solucionarse con la misma eficacia, pero no nos va a evitar la necesidad mantener los resultados”, defienden los ortodoncistas. “Muchos de los problemas que tratamos en ortodoncia están condicionados por una genética y unos factores ambientales que van a persistir en muchos casos a pesar de que nosotros hayamos resuelto la maloclusión. Esos factores tratan de reproducir el defecto si nosotros no lo evitamos”. Por tanto, la retención ha de verse como “un valor, y no como un problema”.

“Una ortodoncia bien planificada y realizada por ortodoncistas expertos y el uso racional de los retenedores va a permitir que el niño se convierta en un adulto con dientes sanos y duraderos y pueda llegar incluso a ser uno de esos felices viejecitos que conservan toda su dentadura, pudiendo comer, hablar y sonreír sin dificultades. Eso sí que es un lujo. Eso es lo que consigue una ortodoncia a tiempo: beneficios a corto y a muy largo plazo”, concluyen el Dr García-Camba y la Dra Varela.