Ayer en el Paseig del Born de Palma los componentes de l'Orquestra Simfònica de Balears, acompañados nada menos que por María del Mar Bonet, nos hicieron vivir una tarde mágica.

Hace tres años los ciudadanos de Baleares estuvimos a punto de perder a nuestra orquesta por el capricho político de un PP que, con su mayoría absolutísima, entró a saco contra la cultura. Los entonces dirigentes del Partido Popular en nuestras instituciones emprendieron una inexplicable cruzada contra la Simfònica de Balears.

Fueron momentos durísimos para los músicos que vivieron un verdadero calvario de presiones y maltrato institucional el cual abocaba inexorablemente hacia la desaparición de la Simfònica.

El PP incluía a nuestra orquesta en el paquete de los “excesos” intolerables y que no podían permitirse, igual que les era intolerable una educación y una sanidad universal sostenidas con fondos públicos. Según ellos, todos estos dispendios innecesarios eran los culpables de la crisis económica de nuestro país. Curiosamente no los achacaban ni a los mercados descontrolados ni a los indecentes casos de corrupción que han estado esquilmando sistemáticamente las arcas públicas durante tanto tiempo.

Muchos ciudadanos nos rebelamos entonces y se montó una Plataforma de apoyo. Muchos artistas relevantes a nivel internacional levantaron su voz. En las instituciones los miembros de la oposición se unieron en una denuncia e increpación constante. La reacción social fue unánime. Aún así el PP erre que erre seguía, en sus trece, dispuesto a extirpar de raíz a la Simfònica.

En el Passeig del Born de Palma no cabía un alma ayer.

Los músicos se tuvieron que convertir en activistas urbanos que se presentaban en los plenos del Ayuntamiento de Palma vestidos con sus fracs y sus instrumentos en ristre. Tocaban por las calles de Palma en actos reivindicativos que sorprendían a propios y extraños cuando te los encontrabas, de pronto, en medio de una plaza interpretando piezas magistrales y explicándonos a todos que estaban a punto de extinguirse.

El punto culmen fue el concierto masivo que tuvo lugar en el Paseig del Born de Palma. Miles de personas se concentraron una tarde de julio y manifestaron públicamente su apoyo a la Orquestra Simfònica de Balears. Todos los que estábamos allí gritamos porque nuestra orquesta es un bien patrimonial y es nuestra, de todos. La obligación de los gobernantes democráticos es proteger nuestro patrimonio y velar por él, no destruirlo y atacarlo con políticas vandálicas.

Hoy con un Govern y un Ajuntament de pacto progresista, encabezados por una presidenta y un alcalde socialistas, tenemos a una Orquesta feliz y pletórica. Ayer vimos a una Simfònica de Balears llena de ilusiones y proyectos y como siempre de talento y buen hacer y tan cercana a la gente de la calle que la sentimos como parte de nosotros. Lo cual demuestra que las decisiones políticas importan y que no da igual quién gobierne. Que sí es importante a quién elegimos en las urnas. Somos responsables de nuestro voto.

El cambio es tan grande que muchos de los que peleamos y acompañamos a la Orquesta en aquellos difíciles momentos, ayer tarde, día 10 de junio de 2016, tres años después de toda aquella lucha, nos pellizcábamos para asegurarnos de que no estábamos viviendo un sueño.

Quiero felicitar, sobre todo y por encima de todo, a los músicos de la Simfònica de Baleares, por su valentía y determinación y por no haberse dejado pisar y avasallar a pesar de todo el sufrimiento que su justa rebeldía les acarreó en aquellos momentos. También les quiero agradecer su generosidad y su ejemplo al salir a la calle y recordarnos lo que representan y lo que significa para un pueblo tener un patrimonio cultural vivo como lo es una Orquesta Sinfónica. Un pueblo con cultura y educación es un pueblo rico y con futuro.