Eran las diez de la mañana cuando sonó el teléfono. Carmen, una mujer de 82 años residente en Vigo, descolgó el teléfono y se encontró con una voz masculina que le dijo:

- “Tía Carmen, tía Carmen”

- ¿Quién es usted?, preguntó de inmediato.

- Claro, ya no me conoces. ¿No recuerdas que tienes familia en América? Se oyó al otro lado del teléfono.

Pocas familias gallegas no cuentan con parte de su sangre al otro lado del charco, así que no tardó en responder:

- ¡Cómo voy a olvidarlo! ¿Le ha pasado algo a Olga?

La tranquilizaron:

- No, mi madre está bien. He venido a España a comprar una casa. Mi hermana y yo queremos complacerla y que pueda quedarse aquí.

Carmen conocía que el estado de salud de su prima no era el mejor para viajar, pero también sabía que, aunque nacida en Argentina, siempre se había sentido española, así que tal vez querría descansar para siempre en la tierra de sus padres.

Carlos le pedía que le fuese a buscar al aeropuerto. Era extraño, sin previo aviso, pero nada sospechoso. Carmen no tenía cómo hacerlo, así que le dijo que llamase a otras de las primas que tenía coche. Le facilitó el número de teléfono.

Concepción recibió la llamada de inmediato. Con la información obtenida en la primera conversación, la trama era perfecta. El hijo de Olga le contó que estaba en Barajas esperando el vuelo a Vigo. Su madre, con problemas de memoria, esperaba en Buenos Aires a que comprasen una pequeña propiedad en España para pasar sus últimos días, porque si algo no había olvidado era Galicia. Había traído un dinero en efectivo, “más de lo permitido” y se lo habían decomisado y tenía que pagar 4.000 euros de impuestos.  

Una mujer de ‘asistencia al inmigrante’ en el aeropuerto madrileño ‘confirmó’ la versión e indicó la cuenta de Western Union en la que había de ingresar el dinero. A petición de Concepción la ‘licenciada’ le indicó su nombre completo ‘Carla González Ortega’ y su célula de trabajo, a través de cuyo número podrían facilitarle todos sus datos.

Algo no iba bien. ¿Por qué Carlos no avisó de su llegada? ¿Desconocía las normas para viajar con ese dinero? Concepción pidió tiempo y llamó a Argentina, a pesar de que allí era de madrugada.  Carlos dormía en su casa. Era un fraude.

Concepción y Carmen han acudido a la comisaría de policía, pero al no consumarse la estafa, no hay denuncia.  

Fuentes de la Policía Nacional de Vigo han confirmado a este medio que se han dado varios casos en esta localidad y en otros municipios gallegos. Han estafado miles de euros. Se trata de una modalidad del llamado ‘timo del pariente’. El gancho es que algo no va bien en el aeropuerto, en otras ocasiones alegan una enfermedad o un accidente. "A veces nos sorprende la buena fe de la gente”, confiesan desde la comisaría gallega, aunque generalmente “tampoco piden demasiado dinero”, por lo que hay personas que caen.

Que dispongan de información previa, contribuye a hacer más creíble el timo. “Tienen varias maneras de conseguir datos; se dedican a eso y en las redes sociales, por ejemplo, tienen una mina. La gente no se imagina la cantidad de detalles que facilita en ellas”. 

La policía aprovecha para alertar sobre otras dos grandes modalidades de fraude, el de los secuestros virtuales, en los que también juegan con información anterior, o el del falso inspector de Hacienda o trabajador de la luz o el agua, “para el que roban a veces correspondencia del buzón, de donde obtienen muchos datos”.

Para el timo del pariente y del secuestro virtual los agentes recomiendan “llamar siempre al familiar”. Algo tan sencillo “no se le ocurre en ese momento al afectado, y puede resolverle la duda. La gente se pone muy nerviosa y al mismo tiempo facilita mucha información”.

Carmen sabe que no han sido las redes sociales las que ‘la han delatado’, puesto que no las tiene. Repasando la conversación, se ha dado cuenta de que ella misma le facilitó datos, el nombre de su prima, el de sus hijos… Pero, después de sobreponerse de la emoción que le supuso saber que su prima retornaría a España, sigue preguntándose cómo sabían su nombre, que vivía en Vigo y que tenía en Argentina una parte de sí misma.