A medida que la población envejece, los servicios de Traumatología y Cirugía Ortopédica se enfrentan a un escenario cada vez más habitual: personas mayores que sufren fracturas graves asociadas al desgaste óseo y al uso de prótesis implantadas años atrás. Lo que en otros pacientes sería una intervención estándar, en ellos se convierte en una cirugía compleja que requiere planificación meticulosa, equipos multidisciplinares y decisiones que pueden marcar la diferencia entre volver a caminar o perder la autonomía.
El caso de Pilar, una mujer de 86 años que tras una caída leve sufrió la fractura de una prótesis de hombro previamente implantada, ilustra bien la complejidad de estas intervenciones. Lo que parecía un golpe sin consecuencias acabó desvelando un problema latente durante dos años: el aflojamiento silencioso de su prótesis y la debilidad progresiva del hueso circundante.
Fracturas invisibles: el reto creciente de la traumatología en mayores
Las fracturas más comunes en personas mayores no siempre responden a accidentes de alto impacto. De hecho, según el Dr. Javier Fernández Jara, especialista del Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, integrado en el servicio público de Salud de la Comunidad de Madrid (SERMAS), “las fracturas más frecuentes en pacientes de edad avanzada son las fracturas de cadera (fémur proximal), estas son las más comunes en pacientes mayores, sobre todo mujeres, y se producen generalmente tras caídas de baja energía. También son frecuentes las fracturas vertebrales, tras mínima o ninguna lesión traumática; fracturas de muñeca (radio distal); fracturas de húmero proximal y fractura de pelvis”.
La osteoporosis es una de las principales responsables de esta fragilidad ósea. “Esta enfermedad reduce la densidad y calidad ósea, aumentando la fragilidad y el riesgo de fracturas incluso con traumatismos leves”, explica el doctor Fernández Jara. “La pérdida de masa ósea, junto con la disminución del equilibrio y la fuerza muscular en los ancianos, favorece la ocurrencia de caídas y fracturas”.
Cuando el problema está dentro: qué son las fracturas periprotésicas
Cuando el paciente ya ha sido intervenido previamente y porta una prótesis, una caída puede derivar en una fractura periprotésica: una rotura que ocurre justo en el entorno del implante. “Se denominan fracturas periprotésicas aquellas que se producen alrededor de un implante protésico”, explica el Dr. Emilio Calvo Crespo, jefe de Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica del Hospital madrileño que ha sido considerado como uno de los 100 mejores médicos de España 2025 por la revista Forbes.
“Son fracturas especialmente complejas por dos motivos. En primer lugar, porque pueden comprometer la estabilidad y fijación del implante, y, en segundo lugar, porque es frecuente que la propia presencia del implante dificulte la fijación quirúrgica de la fractura”.
Estas fracturas no solo requieren reparar el hueso roto, sino también valorar si la prótesis se ha soltado, si se puede conservar o si hay que sustituirla completamente.
El hueso que no abraza: por qué una prótesis puede fallar
La integración entre el hueso y la prótesis, conocida como osteointegración, es vital para el éxito a largo plazo de la intervención. “El proceso de integración de una prótesis en el hueso se denomina osteointegración y se basa en la migración y proliferación de células óseas en la superficie del implante creando de este modo una unión estable entre la superficie prótesis y hueso”, explica el Dr. Calvo.
Pero no siempre esta unión se produce correctamente. “Existen numerosos factores que pueden comprometer el proceso de osteointegración. Todos ellos provocan una reabsorción del hueso en contacto con el implante y la consiguiente movilización de este”, añade.
En el caso de Pilar, una radiografía y un TAC revelaron que el vástago metálico de su prótesis se había aflojado tras dos años de uso. La falta de integración había debilitado progresivamente el hueso, hasta que un golpe mínimo desencadenó la fractura.
Reconstruir desde cero: cirugía y prótesis de revisión
Cuando se produce una fractura en un hueso que ya está debilitado y con una prótesis móvil, el abordaje quirúrgico debe ser profundo. “La movilización protésica en el seno de un hueso debilitado es una complicación infrecuente que compromete el futuro de la prótesis”, señala el Dr. Calvo. “El objetivo es crear las condiciones biológicas y mecánicas óptimas para que se produzca la osteointegración. Por lo general, ello requiere un aporte suficiente de hueso y una estabilidad del implante en contacto con el hueso”.
En muchos casos, se recurre a injertos óseos procedentes de donantes. “Los injertos óseos procedentes de donante son una herramienta fundamental para aportar hueso en cualquier situación en la que el hueso del paciente sea insuficiente o haya desaparecido”, afirma. “Este hueso de banco de tejidos sirve de armazón para que vaya siendo sustituido por hueso del propio paciente”.
Cuando aparece la infección: un riesgo quirúrgico que lo cambia todo
A pesar de que las medidas de esterilización en quirófano son extremas, el riesgo de infección existe. En una prótesis, además, es especialmente difícil de tratar. Las bacterias pueden adherirse al metal y formar biofilm, una capa protectora que las vuelve resistentes a muchos antibióticos.
En casos como el de Pilar, cuando aparece una infección, no hay margen para tratamientos conservadores. La única solución es retirar la prótesis infectada, limpiar en profundidad el tejido afectado, cultivar las bacterias y diseñar un tratamiento personalizado con antibióticos específicos.
El diagnóstico preciso y la selección del antibiótico adecuado se realiza en colaboración con los servicios de Microbiología. El enterococo encontrado en la prótesis de Pilar, por ejemplo, era resistente a múltiples antibióticos, lo que obligó a crear un cóctel terapéutico específico tras realizar un antibiograma.
Rehabilitar cuerpo y expectativas
La recuperación no termina en el quirófano. Después de la cirugía, comienza un proceso largo y cuidadoso de rehabilitación, especialmente complejo en personas mayores. “Tras este tipo de cirugías es muy importante realizar un programa de rehabilitación dirigido a mejorar el rango articular y a una potenciación muscular”, explica la Dra. Almudena Fernández-Bravo, jefa asociada del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. “La terapia física y realización de ejercicios de forma pautada evita complicaciones como la rigidez post cirugía ayudando, de esta manera, a la reincorporación temprana en las actividades de la vida diaria”.
Tan importante como el ejercicio físico es la información que se le transmite al paciente: “El paciente debe conocer las expectativas según su edad y tipo de intervención quirúrgica, así como será su programa de rehabilitación. Toda esta información la transmitimos desde el comienzo permitiendo que el paciente conozca su proceso y los tiempos de recuperación”.
Gracias a este acompañamiento, Pilar ha logrado recuperar la movilidad en su hombro, vencer la infección y volver a realizar algunos de los gestos cotidianos que había perdido: peinarse, abotonarse la blusa, o simplemente abrazar.