En estos días convulsos por crímenes tan abyectos como el que acabó con la vida del pequeño Gabriel Cruz, ha surgido una oleada de rabia, dolor y desesperación que ha llevado a ciertas personas a reclamar la pena de muerte en nuestro país. Una condena que quizá nos ponga a las puertas del fanatismo, haciendo que hoy reflexionemos sobre un personaje idóneo de nuestra historia. Casiodoro de Reina el defensor a ultranza del “no matarás”.

Precisamente hoy 15 de marzo se cumplen 424 años de la muerte de este extremeño que sin lugar a dudas fue un escritor cumbre del Siglo de Oro. Casiodoro nació en Montemolín en 1520 pero pronto se trasladó a Sevilla donde profesó en el monasterio jerónimo de Santiponce. Por aquel entonces Sevilla era una de las grandes metrópolis del mundo; puerto y puerta del Nuevo Mundo y sede comercial de Venecianos, Flamencos, Genoveses…

En consecuencia, el flujo de materias era incesante en la metrópoli hispalense, desde esclavos y animales exóticos hasta libros entre cuyas páginas llegaban las ideas más heréticas que uno pueda imaginar. Evidentemente, con la cultura aun limitada al mundo del clero, fueron monjes como los de Santiponce los primeros en impregnarse de ideas protestantes venidas allende los Pirineos.

La reforma de Lutero arraigó en varios grupos intelectuales de aquella España del siglo XVI ante los cuales la Inquisición puso en marcha su atroz maquinaria acabando con ellos en los ejemplarizantes autos de fe que tuvieron lugar Valladolid, Sevilla y Toledo especialmente en el año 1559, sin embargo, no todos los españoles protestantes fueron pasto de hoguera, algunos, incluido algunos de los monjes de Santiponce lograron refugiarse en Europa. Entre ellos, como no podía ser de otra manera, estaba nuestro protagonista de hoy Casiodoro de Reina, el cual se exilió a Ginebra.

Ocultado de la historia oficial durante siglos la figura de Casiodoro de Reina está siendo rehabilitada gracias a su gran aporte cultural

Si en Sevilla se mascaba la tensión religiosa no menos se sentía en Ginebra donde por aquel entonces los calvinistas habían implantado su propia inquisición. Casiodoro que había sido condenado por los tribunales españoles se encontró un panorama no menos terrible en la ciudad suiza, hablamos obviamente de la condena a muerte de Miguel Servet. Una sentencia tan injusta que transformó a los calvinistas de perseguidos a perseguidores en un tiempo record.

Naturalmente Casiodoro de Reina  defendió a Servet con el que curiosamente no compartía ideología religiosa pero  si una inestimable compasión, esto le hizo ponerse de nuevo en el punto de mira de Calvino. Al final, perseguido por católicos y herejes (recordemos que la Inquisición española había quemado en efigie a Reina en el auto de fe de 1562 en Sevilla) terminó huyendo a Fráncfort.

En el fondo, el verdadero enemigo de Reina era el fanatismo, precisamente por ello comenzó a forjar su gran arma, la cultura. La gran difusión de libros que permitía la imprenta hizo que Reina se volcase en el mundo editorial y durante doce años estuviese trabajando en la traducción al castellano de las sagradas escrituras. La que popularmente se conoce como La Biblia del oso (por llevar en la portada el sello editorial del impresor Matthias Apiarus) se convirtió en un super ventas de la época y permitió que no pocos españoles aunque fuera en secreto comenzaran a reflexionar y a formarse su propia opinión.

La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina junto a la que hizo Cipriano Varela forman hoy lo que se llama la biblia Reina-Varela una de las obras literarias más encumbradas del Siglo de Oro

[[{"fid":"77598","view_mode":"medio_ancho","fields":{},"type":"media","attributes":{"alt":"Casiodoro de Reina terminó muriendo en Frácfort perseguido por católicos y herejes.","title":"Casiodoro de Reina terminó muriendo en Frácfort perseguido por católicos y herejes.","style":"font-size: 1em;","class":"img-responsive media-element file-medio-ancho"}}]]Paralelamente  tradujo el libro “Contra los herejes” de Sébastien Châteillon donde se reprendía la inhumanidad de la condena a muerte con frases tan célebres como “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre” y en cualquier caso abogaba que los propios mandamientos divinos prohibían taxativamente matar.

Es por ello, que en momentos de tan intenso dolor como están siendo estos días, tomemos como referencia a Casiodoro de Reina, el cual como vemos fue intentado asesinar por muchos y por injustísimas razones pero que en un titánico esfuerzo supo apostar por la reflexión y no dejarse llevar por la rabia.

Casiodoro de Reina terminó muriendo en Frácfort perseguido por católicos y herejes.