El clima interno en la Jefatura Superior de Policía de Madrid vive uno de sus momentos más tensos y críticos de los últimos años. Agentes del Grupo de Atención Ciudadana (GGAC), una unidad clave en la respuesta operativa de seguridad en la capital, han alzado la voz para denunciar una situación insostenible que achacan directamente a la gestión del actual jefe superior, Javier Galván, y del inspector jefe Alberto Lomas, responsable de la unidad.
Desde la llegada de Galván hace casi un año, el descontento ha ido en aumento. Según relatan fuentes policiales y sindicales, su mandato está marcado por decisiones controvertidas, una creciente falta de transparencia y una progresiva pérdida de confianza en su liderazgo. “Nos encontramos ante uno de los mandatos más polémicos de los últimos tiempos”, afirman algunos representantes sindicales, que describen un escenario de tensión constante entre mandos y agentes.
Uno de los detonantes de esta crisis interna ha sido una instrucción verbal, no formalizada por escrito, que obliga a los agentes del GGAC a integrarse temporalmente en los Grupos Operativos de Respuesta (GOR) de las comisarías de distrito, siempre que no haya vehículos disponibles para su propia unidad. Esta decisión, motivada por la grave escasez de medios materiales y logísticos, ha sido recibida con un fuerte rechazo en el cuerpo, al considerarse una medida “desproporcionada” y de dudosa legalidad.
La situación ha derivado en un profundo malestar entre los agentes, y ya hay sindicatos que estudian emprender acciones legales por lo que consideran una vulneración de derechos laborales y una mala praxis organizativa.
Pero el foco no está únicamente en la gestión operativa. También se cuestiona la permanencia de Galván al frente de la jefatura madrileña. Según apuntan fuentes internas, su continuidad se debería más a sus vínculos con determinadas esferas políticas socialistas y con el actual Director Adjunto Operativo - quien debería haber sido relevado ya por jubilación - que a méritos propios o resultados tangibles. En palabras de algunos altos mandos, “el tiempo de Galván ya terminó hace tiempo”, señalando que su etapa se ha caracterizado por “el caos y el favoritismo”.
En este contexto, comienzan a sonar posibles relevos para liderar la Policía Nacional en Madrid. Entre los nombres que se barajan están los de mandos de prestigio como Luis Jesús Estévan Lezaún o Manuel Rodríguez Jiménez. Este último ya ocupó responsabilidades en la jefatura durante el mandato de Manuel Soto Seoane, considerado por muchos como uno de los mejores jefes policiales desde la Transición, por su cercanía con la ciudadanía y su compromiso con la seguridad pública.
Soto Seoane, actualmente consejero de Interior en la Embajada de España en Roma, es uno de los perfiles que algunos analistas de seguridad reclaman para regresar a puestos de mayor relevancia en el Ministerio del Interior y promover una renovación en profundidad de las estructuras policiales.
Además, se espera que en las próximas semanas se haga oficial el nombramiento del actual jefe superior de Ceuta, Francisco López Gordo, como nuevo Comisario General de Seguridad Ciudadana, lo que podría suponer una reconfiguración de calado en la cúpula policial española.
Mientras tanto, los agentes del GGAC siguen afrontando su trabajo diario con escasos recursos, incertidumbre operativa y bajo un mando que muchos consideran agotado. Una situación que, de no revertirse, amenaza con deteriorar aún más el clima laboral y la eficacia de una de las unidades más relevantes en el mantenimiento de la seguridad ciudadana en Madrid.