Los animales son capaces de sentir emociones: se alegran, juegan, se encariñan, sienten dolor y tristeza. Todos aquellos que hayan tenido la fortuna de convivir o gozar de la compañía de una mascota lo saben.

Son situaciones como cuando llegas a casa y tu perrito viene a saludarte meneando la cola o agacha la cabeza cuando sabe que ha hecho algo que no te gusta. Experiencias como cuando tu gatito se frota en ti cuando te ve con su latita de comida…

Desde esta perspectiva, sabiendo que los animales pueden tener este tipo de emociones tan “humanas”, cabría preguntarse cómo es posible que alguien los abandone. ¿Qué clase de persona les puede hacer daño o desatender como si de muebles se trataran?

La historia de Dimi

A este respecto, me gustaría contar la historia de Dimi, el último perrito rescatado por la asociación protectora de animales a la que pertenezco, La Guardiana.

Dimi es un perrito pequeño, cruce de ratonero valenciano, que tiene ya 13 años. Hace unos días, una chica lo encontró en la calle y, como es natural, avisó a la policía. En cuestión de horas ya se lo habían llevado a la perrera contratada por el municipio. Poco más tarde se colgó un anuncio en Facebook donde los propietarios estaban buscando a su perrito pero cuando se les avisó de que el animal se encontraba en la perrera y que para sacarlo debían ponerle el ‘chip’ y la vacuna de la rabia en consonancia con la ley (lo cual les supondría un coste de unos 100 euros), simplemente se negaron a rescatarlo.

En este contexto, se le informó a la familia que las perreras son unas construcciones llenas de jaulas donde los animales viven entre cuatro paredes a merced del viento y del sol y que, atendiendo a la ley nacional, si en 20 días no son reclamados por sus propietarios o adoptados, éstos pueden ser sacrificados. Aun sabiendo esto, los dueños no quisieron hacer ningún esfuerzo por recuperar a su animal.

“Se me partió el corazón”
Dimi no era la primera vez que se escaba, hacía unos meses yo misma me lo había encontrado junto con él otro can de la familia. No tenían chip. Al día siguiente vi un anuncio de la familia buscándolos. Entonces les informé de que debían ponerles el ‘chip’, que era obligatorio por ley y muy conveniente especialmente en estos casos de pérdida. La familia puso algunas excusas tales como que los perros vivían en el jardín de su chalet, que nunca salían al exterior y que por eso no podían escaparse. Según contaron, un invitado se había dejado la puerta de la casa abierta y por eso se habían escapado. Yo les insistí en la necesidad del microchip. Finalmente se comprometieron a hacerlo y se los devolví. Me mintieron.

Cuando al cabo de unos meses me enteré de que Dimi se había vuelto a escapar, que seguía sin ‘chip’ y que la familia se había negado a pagar estos requisito se me partió el corazón. Me arrepentí mucho de haberlos devuelto. Junto con la ayuda de La Guardiana pedí colaboración para poder rescatar a Dimi de la perrera.

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Dimi busca ahora una familia que le quiera
Gracias a varias donaciones de gente altruista, al fin he podido sacarlo de la perrera y sé que ahora no corre peligro. Dimi se encuentra resguardado y mimado en una casa de acogida, aunque sigue buscando una adopción definitiva de alguien que le quiera de verdad.

Todavía nos queda mucho trabajo con él: tiene la mandíbula  y el pelaje fatal, signos de un descuido notorio. Su alimentación e higiene ha debido de ser nefasta. Estamos recaudando fondos para poder darle las atenciones que se merece. Los gastos veterinarios ascienden a unos 200 euros pero es que Dimi merece una buena vida, necesita una limpieza bucal y que le extirpen las caries para poder comer bien y no sentir un dolor constante.

Solo un caso más
Lo más triste de esta historia es que Dimi solo es un caso más de tantos otros animales abandonados que recibimos a diario en la asociación. Nos llegan perros enfermos que han sido abandonados en la carretera, que tienen sus huesos rotos, o padecen sarna, lehismania… En muchas ocasiones son cachorros que han ‘crecido demasiado’ y ya no cumplen las expectativas caprichosas de sus “propietariso” o incluso perros de raza de los que simplemente sus dueños se cansaron.

Sara Faus es miembro vocal de la junta directiva de La Guardiana.

Puedes obtener más información de la asociación La Guardina en su página de Facebook

Su Instagram es laguardiana.gandia y suc orreo electrónico laguardiana.gandia@gmail.com