Este año la Organización Mundial de la Salud ha dedicado sus esfuerzos a combatir el estigma que tiene encima la depresión, una enfermedad mental que cada año cobra la vida de unas 800.000 personas alrededor del mundo y que se ha convertido en los ya  en la segunda causa de muerte entre jóvenes entre 15 y 29 años.

Esta altísima tasa de mortalidad tiene su principal causa en la vergüenza que genera reconocer que se sufre de depresión y buscar ayuda, en parte por el estigma social que existe contra personas que la padecen, sobre todo por confundirla con una tristeza pasajera cuando es una enfermedad compleja, multidimensional y heterogénea que puede ser hereditaria pero que también ataca sin antecedentes y sin distinción de raza, color o sexo.

Tristeza, ansiedad, irritabilidad, estados de ánimos por el suelo, desesperanza en situaciones donde todo está relativamente bien son algunos de los síntomas que se manifiestan cuando la enfermedad ataca. Cuando no se cuenta con la ayuda o el apoyo necesario, los pacientes pueden ir de cumplir con todas sus obligaciones como una persona sana a no tener energía ni para levantarse de cama. También les puede costar relacionarse con los demás e incluso presentar dificultades para entablar conversaciones en páginas para conocer gente, que suelen ser sitios óptimos y de gran ayuda cuando se trata de lograr interacciones sociales.

La principal lucha de la OMS es la de darle visibilidad e importancia a la depresión como la enfermedad que es. El Senado de Estados Unidos ha dado un paso al frente y discute la posibilidad de dejar de llamarla ‘enfermedad mental’, pues es el ‘mental’ el que lleva a las personas a creer que es una enfermedad inventada y que se basa en meras sensaciones, y evalúa clasificarla como enfermedad dela cabeza. Esto ayudaría a reconocer el peligro que conlleva para la vida de quienes la sufren y a disminuir el miedo que da reconocerse como depresivo.

Casos como el del actor Robbie Williams y el vocalista de Linkin Park, Chester Bennington, ambos muertos este año después de luchar por mucho tiempo contra su enfermedad, han vuelto a prender las alarmas sobre el peligro de la invisibilización. Actualmente se estima que entre el 30 % y el 50 % de los pacientes depresivos no cuentan con un diagnóstico (y por ende, no cuentan con el tratamiento necesario) y según la misma OMS, el 75 % de personas en el mundo que la tienen diagnosticada no reciben el tratamiento correcto