A veces, de forma lamentable, las sospechas se convierten en certeza. Desde su etapa como ministro de Aznar, y en especial cuando desempeñó la cartera d Educación, Mariano Rajoy me ha parecido un individuo inconsistente, hábil para moverse en las arenas movedizas de un partido como el suyo, que por cierto él, y otros, habían proclamado que era un partido de centro, y sin embargo en la comparecencia parlamentaria ha dicho que él es de derechas y que había nacionalizado un banco. ¿Cuándo debemos creerle? ¿Cuando dice que es de centro u hoy al reconocer su vinculación a la derecha? Lo que sí ha quedado demostrado es que no es lo mismo manejar tu partido, con tus fieles guardianes, que ser presidente del Gobierno, más aún si el individuo en cuestión piensa que en las relaciones con los demás gobiernos europeos puede jugar a la ambigüedad, cuando no a la chulería y a la impostura. En el Congreso de los Diputados ya no ha dicho que las medidas que piensa adoptar son gracias a que ha presionado a los socios europeos para que le digan que debe aplicarlas.

Hace unos meses se podía pensar que lo peor que nos había caído encima era la chulería del ministro Wert, luego lamentamos que la ministra Báñez se (nos) encomendara a la virgen del Rocío para resolver los problemas, y también nos sorprendía la facilidad para recurrir al eufemismo de los ministros Montoro y de Guindos. Pero aún nos quedaban sorpresas, o el Gobierno tenía un as en la manga. Rajoy era capaz de huir de los periodistas en el Senado; se marchaba a ver un partido de fútbol en un momento crítico; volvía a dejarse llevar por su afición balompédica; más adelante daba una larga cambiada y rehuía el debate sobre el estado de la nación. Y al final, acosado por la realidad y por las circunstancias, acude a la Cámara Baja para dar a conocer no los resultados de la última cumbre europea, que ya es pasado, sino el futuro, lleno de recortes y de medidas drásticas que, como mínimo, van a reducir el consumo, con las repercusiones que ello va a producir sobre la actividad económica.

Debo confesar que tras la formación del nuevo ejecutivo, entre amigos y compañeros de trabajo dije que para el año 2012 yo había hecho mi presupuesto particular y había descontado una paga extraordinaria. No es que tenga conocimientos amplios de economía, ni tampoco que supiera cuál iba a ser la política del PP, sino que mi conocimiento de la historia contemporánea española me lleva a saber que desde el siglo XIX andamos con dos problemas básicos: el del déficit y el de la deuda. Para uno y otro se han buscado diferentes soluciones a lo largo de los años, pero es de Perogrullo que el problema del déficit se resuelve si aumentan los ingresos y disminuyen los gastos. Lo primero es muy difícil en esta coyuntura, lo segundo es fácil de llevar a cabo con cortar aquello que el gobierno tiene en su mano: el salario de los funcionarios públicos, o las prestaciones sociales que salen del erario público.

Cuando uno ejerce como docente debe saber que resulta imposible tener al momento todas las respuestas a las cuestiones que te puedan plantear en clase, es una de las primeras cosas que les digo a mis alumnos. Saben desde el primer día que no lo sé todo, pero sí les digo que sé dónde puedo encontrar la respuesta o informarle si se trata todavía de un problema sin resolver. Los políticos que acceden a funciones de gobierno no tienen la solución para todo, pero sí deben saber dónde buscarla, y sobre todo deben mantener un ejercicio de sinceridad con los ciudadanos.

Estamos en una coyuntura en la que no sabemos cuándo miente el presidente del Gobierno, pues si lleva unos meses afirmando que sabía lo que había que hacer y ahora toma estas medidas, no se entiende por qué sus ministros negaban que se iba a hacer aquello que él sabía que había que hacer. Esa contradicción me recuerda uno de los “aflorismos” de Castilla del Pino: “Hay mentiras parciales y totales. La mentira parcial es de un hecho: ayer estuve en el cine, y no es el caso. La mentira total es la representación de lo que no se tiene: decencia, sabiduría, elegancia delicadez, sensibilidad… En la mentira total nos topamos con la impostura: eso es lo grave”. Ahí se encuentra Rajoy, en el ámbito de la mentira total.