Y la verdad, no he podido, por menos, que acordarme de Agamenón cuando atribuía el dolor de oídos al atracón de chorizos y no a los golpes que le propinara el alcalde cuando lo sorprendió en plena faena. Porque si Aznar Botella denuncia la “diabólica” situación heredada ¿porqué lo hace tras comprobar el despilfarro que supone la emisión de tropecientos mil canales de televisión -la mayoría autonómicos- que se mantienen y son financiados -es un decir- por sus propios gobiernos (los del PP), como CMT, CMT2, CMT HD (en Castilla-La Mancha), Telemadrid (en Madrid), TV Galicia (en Galicia); y a los que podrían añadirse otros cuantos como Rtvyl (en Castilla y León) o Canal 9 (en Valencia)?
Este nuevo Agamenón, que es incapaz de distinguir el culo de las témporas, termina su escrito aconsejando al Gobierno que para “revertir cuanto antes la salida de capital de nuestro país” hay que “subastar a precio de derribo todos los activos de la banca nacionalizada”. ¿De quién habrá aprendido Aznar Botella la venta a los amiguetes -y a precio de saldo; de “derribo” dice él yendo un pelín más allá- de todo aquello que es propiedad del conjunto de sus conciudadanos?
Como decía en la historieta original la “agüelica de Agamenón”, en este caso también podemos decir aquello de “Igualico, igualico que el defunto de su agüelico”, y ello, aunque todos sepamos que el “agüelico” no es tal y, aún menos, que esté “defunto”. Pero ¿a que cuadra perfectamente la expresión aunque sólo sea por lo de “igualico, igualico”.
Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas