Hay series que simplemente se quedan en la superficie juvenil, retratos de fiestas, amoríos y dramas de instituto. Euphoria no es una de ellas. Desde su estreno en 2019, creada por Sam Levinson y con Zendaya como Rue, la serie ha marcado un antes y un después en cómo se muestran los adolescentes en pantalla: no solo sus instantes de gloria, sino también sus recaídas, traumas y heridas visibles e invisibles.
Además, Euphoria ha influido en la cultura popular más allá de la pantalla. Sus imágenes, frases y estéticas se han convertido en referentes en TikTok, Instagram y otras plataformas, donde miles de jóvenes recrean looks, escenas y hasta estados de ánimo inspirados en la serie. Ese impacto trasciende la ficción y refleja cómo una producción televisiva puede marcar tendencias, generar comunidad y convertirse en espejo —o proyección— de una generación que busca narrarse a sí misma en clave audiovisual.
Visualmente, Euphoria es un espectáculo. Su fotografía apuesta por una iluminación potente, con colores que dialogan con los estados de ánimo de los personajes: neones, destellos, contrastes violentos o brillos que convierten una fiesta en un cuadro casi pictórico. El vestuario y el maquillaje, convertidos en fenómenos virales en redes sociales, no son simples adornos: hablan de identidad, de búsqueda, de escaparates juveniles donde cada uno intenta definirse frente a los demás. El montaje tampoco teme la discontinuidad, reflejando la inestabilidad emocional de sus protagonistas y dando forma a un lenguaje audiovisual de referencia para toda una generación.
Más allá de lo visual, lo que realmente diferencia a Euphoria es su crudeza temática. La serie se adentra en problemas muy duros: adicción, salud mental, violencia, abusos, hipersexualización, desigualdades sociales, presión estética y rupturas familiares. Zendaya, con Rue, construye un retrato desgarrador de la drogodependencia, mostrando tanto los altibajos como la fragilidad de alguien que lucha contra sí misma. A su alrededor, personajes como Jules, Nate o Cassie reflejan distintas facetas del deseo, la inseguridad, la rabia y el vacío emocional.
La serie, sin embargo, no ha estado exenta de polémica. Para algunos críticos, Euphoria muestra con demasiada crudeza escenas de sexo y consumo de drogas, lo que abre el debate: ¿es una radiografía honesta o un espectáculo que se alimenta del morbo? Esa ambigüedad forma parte de su éxito y de su incomodidad. Lo cierto es que, guste más o menos, ha abierto conversaciones sobre temas que a menudo se silencian y ha visibilizado experiencias que muchos jóvenes viven sin reflejo en la pantalla.
Otro de los puntos fuertes de la serie es su capacidad para equilibrar la desesperanza con momentos de ternura. Entre tanto caos, hay espacio para la amistad, el amor sincero y la búsqueda de identidad. Son pequeñas islas de calidez que hacen que los espectadores conecten emocionalmente con los personajes, aunque sus vivencias sean extremas.
En este episodio de Solas en casa, Alba Pino y Lidia Fernández Galiana explorarán Euphoria: qué la hace distinta, dónde falla, por qué genera debate, cómo construye sus personajes y cómo utiliza la estética para hablar de emociones difíciles de narrar. Una serie que, con sus excesos y aciertos, ha redefinido la representación de la adolescencia en televisión y que, sin duda, seguirá siendo objeto de discusión durante mucho tiempo.