Muchas veces se dice tan a la ligera lo de que la democracia se inventó en Atenas que parece que a los griegos les dio por inventar un nuevo sistema político con la misma facilidad que crearon la musaka o el sirtaki.

En realidad, su origen alberga una apasionante historia, de amor, celos y venganza. Que honrará a los gays, ahora que estamos en sus homenajes, y pondrá los pelos de punta a los ultraconservadores.

Atenas cuna de la democracia ¿Pero realmente sabemos qué incidente originó este sistema político?

Remontémonos a la Atenas del año 514  a.C. Por aquel entonces la tiranía era el sistema político imperante y a decir verdad la paciencia de los ciudadanos estaba llegando a su fin. En este momento gobernaban Hiparco y su hermano Hipias herederos de Pisístrato.

Pero no nos engañemos, en la política Hipias llevaba la voz cantante mientras que Hiparco se centraba en el mundo cultural, patrocinando a poetas, creando bibliotecas y demás actividades que lo convirtieron en una especie de soltero de oro.
Lo cual no implica que siempre tuviese éxito en sus cortejos, y menos aún, si se encaprichaba de un jovenzuelo que ya tenía novio. El chaval en cuestión, Harmodio, era un aristócrata ateniense y su novio, un hombre de clase media llamado Aristogitón.


Cabeza de Aristogitón conservada en el Museo del Prado
Hiparco intentó por todos los medios llevarse al huerto a Harmodio pero no lo consiguió, con lo cual después de ese “asedio sentimental” como dicen algunas fuentes por no decir acoso Hiparco pasó a la venganza y tratando de perjudicar a Harmodio la emprendió contra la hermana de este.

Hiparco compinchado con su hermano Hipias nombraron canéfora a la joven. Este cargo era un título religioso de alto standing en el templo de Atenea donde solo podían participar chicas de familias aristocráticas, como efectivamente ella lo era, y más importante aún, solo aquellas que fueran vírgenes.

Al poco de ingresar en el templo la muchacha fue sorpresivamente expulsada, difundiéndose la injuria de que en realidad no era virgen. En el fondo, fuese virgen o no, lo que realmente ocultaba esta maniobra era una venganza de malquisto por parte de Hiparco que era quien la había hecho expulsar.

Las canéforas eran cargos religiosos, pero de gran relevancia social

Lógicamente Harmodio se ofendió, pero Aristógitón saltó por los aires. No tenía bastante con el acoso hacia su novio si no que ahora Hiparco también humillaba a su cuñada. Aquello fue el punto y final provocando que Aristogitón y Harmodio diesen un golpe de efecto contra el tirano. Matarle.

Nos cuenta Tucídides que el hartazgo de la población era tal que no les costó encontrar seguidores para el atentado que se produciría en la procesión de las Panateneas donde los participantes solían acudir ataviados con armas y donde un grupo de tiranicidas, como eran ellos, no llamarían la atención.

Y así fue, Aristogitón y Harmodio mataron al brasas de Hiparco, y la guardia que lo escoltaba alcanzó a matar al joven Harmodio. Aristogitón escapó, pero murió al poco en prisión por orden de Hipias el otro tirano superviviente, que desde entonces se convirtió en un líder despótico hasta que perdió el mando de la ciudad de Atenas, condenado al ostracismo.

Desde entonces los atenienses celebraron por todo lo alto los homenajes a Harmodio y Aristogitón construyéndoles una estatua en toda el ágora de la ciudad transformándoles en un símbolo de Atenas.

El tiranicidio que cometieron Harmodio y Aristogitón dio origen a una sucesión de hechos que culminaron en la creación de la democracia por parte de Clístenes.

Solo con la llegada de Gerges la ciudad perdió tal monumento. Las razones eran sencillas, además del simbolismo político, la estatua disgustó enormemente a uno de los asesores persas, el cual era nada más y nada menos que Hipias el viejo tirano que como por entonces aún no podía convertirse en el consejero de una gran empresa energética hubo de conformarse con ser asesor del enemigo público de Atenas. Los persas.

Para redondear la historia, con el pasar de los años, la estatua original fue recuperada precisamente por Alejandro Magno que la encontró en la ciudad de Susa. Con lo cual ahí tienen, aun bisexual recuperando un símbolo de la democracia representado por dos homosexuales. Si ahora hay alguien capaz de decir que las fiestas del orgullo no están justificadas solo puede ser por dos razones, o no sabe de historia o no es un demócrata.