España no tiene el río más largo del mundo, ni la montaña más alta, pero a este paso sus habitantes ganaremos el record del mayor aguante en todo el Sistema Solar.
Las desavenencias, fracasos y sobre todo la incompetencia de la clase política actual nos remiten al pasado donde nos encontramos otros gobiernos provisionales cuyo origen se ha debido a las causas más sorprendentes, extrañas, raras… pero desde luego, nunca tan absurdas como las actuales.

Sin remontarnos demasiado en la historia nos encontraremos ejemplos evidentes de gobiernos provisionales que, además fueron famosos por su larguísima duración. El caso más evidente es el del Gobierno Vasco, cuya temporalidad se alargó desde el 7 de octubre de 1936 al 9 de junio de 1979. Más de cuarenta años cuya provisionalidad es fácil de entender pues sus elecciones coincidieron con la Guerra Civil, haciendo que el nuevo gobierno vasco se convirtiera en una paradoja política pues la república no llegó aceptar del todo al lehendakari José Antonio Aguirre y por supuesto Franco invalidó tal gobierno en cuanto pudo.

Técnicamente el gobierno vasco del lehendakari Aguirre ha sido uno de los gobiernos provisionales más largos de nuestra historia. 

Pero si nos retrotraemos más atrás veremos como también la Segunda República hubo un gobierno temporal. En concreto desde 14 de abril de 1931 al 15 de diciembre de ese mismo año.

La razón es sencilla, la república se proclamó en primavera, ocasionando la salida de España del rey Alfonso XIII pero no hubo un gobierno constituido como tal hasta casi la Navidad.

Así podríamos seguir con el gobierno temporal que también hubo justo antes de nacer el monarca citado pues entre el 25 de noviembre de 1885 (fecha en la que murió su padre, Alfonso XII) y el 17 de mayo de 1886 (día en el que él vino al mundo) España fue una monarquía en gestación, pues técnicamente teníamos rey, pero solo en el vientre de la reina María Cristina de Habsburgo.

Unas décadas atrás, nos topamos con otra España sin gobierno y ésta duró varios años. Me refiero al periodo que va desde el 18 de septiembre de 1868 (día en el que se produjo la llamada Revolución Gloriosa) y el 2 de enero de 1871 (cuando Amadeo de Saboya fue coronado rey de España).
 

Sin ánimo de ofender a toda la clase política actual, el gobierno del general Prim.
 
Este gobierno provisional tiene su razón de ser en que el alzamiento de 1869, del que por cierto viene la expresión de “se armó la gorda”, tenía previsto derrocar a la dinastía borbónica pero no a la monarquía, lo cual supuso casi tres años de casting buscando a quien ceñir la corona hispana.
 
Más atrás en el tiempo nos encontramos otros monarcas que por sus tejemanejes políticos y personales supusieron otro gobierno temporal más en España, me refiero  a Carlos IV y Fernando VII cuya inmadurez y nula moralidad abrieron las puertas al gobierno francés de José Bonaparte.
 
No quiero dar ideas, pero es probable que las las bajezas de Fernando VII en las abdicaciones de Bayona no solo le inhabilitarían a él de por vida como rey de España.
 
Las vergonzosas abdicaciones de Bayona el 7 de mayo de 1808 dieron al traste con la dinastía borbónica, haciendo que el hermano de Napoleón se proclamase rey de España y de las Indias, el 6 de junio de 1808. A penas fue un mes, pero sin duda fue la misión política más compleja a la que se había enfrentado nunca el Consejo de Castilla. Por un lado este organismo tenía que obedecer al nuevo rey, que literalmente había comprado la corona a Fernando VII y por otro lado tenía que sofocar la cólera del pueblo que con razón pedía a gritos matar a los franceses.
 
Así podríamos seguir con los quince días claves que transcurrieron entre la muerte del último Austria y la coronación del primer Borbón o las múltiples guerras civiles que tuvieron lugar en América en el siglo XVI donde uno tan pronto era virrey del Perú como estaba cosido a espadazos.
 

Curiosamente durante todos estos “desgobiernos” los políticos fueron capaces de: dar origen a la peseta, crear la constitución de 1869, promulgar la libertad de prensa y la abolir la Inquisición. Unos datos estos últimos que demuestran cómo la historia además de servir para conocer nuestro pasado, nos ayuda a indignarnos un poquito más de lo que ya estamos.

 
 
Peseta acuñada durante el gobierno provisional de 1869.