El 4 de octubre se cumplieron 440 años del fallecimiento de Santa Teresa de Jesús. Una santa que, sin comerlo ni beberlo, se ha convertido en el baluarte de las ideologías más disparatadas de este país.

Sin ir más lejos, cierto charlatán, de cuyo nombre no quiero acordarme, en un intento de arrimar el ascua a la sardina catalana ha llegado a decir que santa Teresa era abadesa del monasterio de Pedralbes (como podía haber dicho que era comandante de la Estrella de la Muerte).

Quizá, dentro de estas manipulaciones, la más rocambolesca de todas fue la llevada a cabo por los sectores más conservadores de nuestro país, que como vemos en algunas cosas no se diferencian tanto de sus archienemigos nacionalistas.

En el año 1930 veía la luz el libro La santa de la raza una biografía de santa Teresa escrita por fray Gabriel de Jesús (confesor del político conservador Vázquez de Mella) en él se mostraba a la monja abulense como el paradigma de los valores tradicionales de España, un mito que continuó durante el franquismo.

Santa Teresa que había sido candidata a ser patrona de España se vio de pronto convertida en “santa de la raza”.
Santa Teresa que había sido candidata a ser patrona de España se vio de pronto convertida en “santa de la raza”.
 
De este modo el arzobispo Casimiro Morcillo llegó a vincular a la santa con “la unidad nacional y el orden interior” de España, haciendo de ella un referente para los españoles que luchaban “generosamente en el centro de Europa por contener el alud de la herejía”.
 
Sin embargo, un legajo, un incómodo legajo, dio al traste con mito de Santa Teresa como adalid de la España franquista.
 
En el año 1946 el célebre historiador Narciso Alonso Cortés publicó una serie de pleitos hallados en la sala de hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid. Aquellos litigios tenían como protagonistas a Alonso Sánchez de Cepeda y a sus hermanos. O lo que es lo mismo, el padre y tíos de Santa Teresa.
Jerarcas como el arzobispo Morcillo habían convertido a santa Teresa en un icono franquista difícil de encajar en los documentos históricos.
Jerarcas como el arzobispo Morcillo habían convertido a santa Teresa en un icono franquista difícil de encajar en los documentos históricos.
 
Uno de los pleitos se centra en la negativa de Alonso Sánchez y sus hermanos a pagar 100 maravedís de impuestos argumentando que son hidalgos y que como tal no tienen que tributar.
 
El fiscal, el doctor Villarruel, dijo que nada de hidalgos que en realidad eran "conversos e descienden de linaje de judíos por parte de su padre e abuelo”. Ante esta situación el tribunal pidió información a los licenciados Sancho Vélez y Juan de Mendoza que como representantes de la inquisición de Toledo aportaron  la declaración de un testigo que el 17 de julio de 1520 contó que había conocido a Juan Sánchez (abuelo de santa Teresa) diciendo que “fue reconciliado en tiempo de gracia” y que por lo tanto el padre y tíos de la santa “son conversos e descienden de linaje de judíos”.
 
¿Cómo sabía este testigo que el abuelo de Santa Teresa era judío? Muy sencillo, era Pedro de Cepeda, su cuñado y por lo tanto tío abuelo de Santa Teresa. Los inquisidores lo confirmaron en base al libro “Repertorio de las personas reconciliadas” (es decir judaizantes) en el que efectivamente aparecía Juan Sánchez a fecha del 22 de junio de 1485, condenado a llevar un san benito por haber “cometido muchos e graves crímenes y delictos de herejía y apostasía”.
 
Las investigaciones históricas de Narciso Alonso Cortés toparon con los intereses políticos del momento y su descubrimiento fue ocultado durante 40 años.
Las investigaciones históricas de Narciso Alonso Cortés toparon con los intereses políticos del momento y su descubrimiento fue ocultado durante 40 años. Fuente:vallisoletvm
 
Como era de esperar… en pleno siglo XX, en una España obsesionada con el contubernio judeo masónico que la santa más top de todas resultase ser judía sentó a cuernos quemados a toda la élite del gobierno, con lo que aquel legajo 45 de la sala de hijosdalgo terminó por desaparecer.
 
Urgía ocultar las escandalosas pruebas encontradas por Narciso Alonso Cortés que murió sin poder volver a ver esos documentos ya que no reaparecieron hasta 1986 cuando los publicó Teófanes Egidio.
 
¿Quién había ocultado esos pleitos? ¿Cuántos archivos más no habrán desaparecido? Preguntas de difícil solución que nos hacen reflexionar sobre lo mucho que cambia la historia con tan solo ocultar una parte de la verdad.