No es hoy el único día en el que hemos aprovechado esta sección para rescatar mujeres memorables de nuestra historia, pero dada la fecha… ¿qué mejor ocasión para hablar de Leonor Rodríguez, alias la Camacha? una de las brujas más conocidas de nuestra historia, o bueno… a lo mejor no tanto.
Quizá no tanto porque desafortunadamente Leonor Rodríguez aun no es conocida por el gran público, y quizá lo de bruja tampoco a tenor de lo que nos cuenta la historia.
Que un inquisidor diga que tal o cual mujer es una bruja no tiene porqué ser verdad, la prueba más evidente es que ese mismo tribunal se tachó a infinidad de personas inocentes de los más diversos delitos, con el agravante en este caso, de que la acusación por brujería implica creer que hay mujeres capaces de controlar la meteorología, transformar bebés en perros o hacer crecer berros en una artesa…
 

Imagen 1Las brujas a medio camino entre la realidad histórica y la fantasía con la que difamar a las mujeres.
Las brujas a medio camino entre la realidad histórica y la fantasía con la que difamar a las mujeres. 

Con la misma lógica que uno se puede cuestionar los fanatismos religiosos, cabe plantearse que si tales mujeres fueron capaces de tripular una escoba y adivinar el futuro ¿cómo es posible que se quedasen en sus casas esperando a que les procesara el Santo Oficio…?
Pero en fin, incongruencias aparte, estos superpoderes eran los atribuidos a nuestra protagonista de hoy  y por nada menos que Miguel de Cervantes cuando le menciona en su Coloquio de los Perros. Ahora bien, Cervantes era novelista y en este caso la historia es tan fantástica que los narradores son dos perros. Por ello y como la Camacha ha pasado a la historia embadurnada de una pátina brujeril y fantasiosa nos ocuparemos de la mujer real, la de carne y hueso, con dos únicos superpoderes, una inteligencia y una fortaleza dignas de admiración.
 
Imagen 2Leonor Rodríguez aparece convertida en un personaje novelesco en la obra de Cervantes, rodeada de un aura mágica que poco en caja en su figura real.


Leonor Rodríguez aparece convertida en un personaje novelesco en la obra de Cervantes, rodeada de un aura mágica que poco en caja en su figura real.

Para empezar. Cervantes nunca conoció a la Camacha y lo que supo de ella lo pudo tomar de oídas cuando en 1591 (seis años más tarde de la muerte de Leonor) pasó por Montilla, localidad de la que ella era natural.
Otra documentación en la que se han basado algunos historiadores son los documentos inquisitoriales donde Leonor confiesa todo tipo de hechicerías, pero no lo olvidemos que lo hizo bajo tortura en el potro, lo cual pone muy en entredicho la verosimilitud sus palabras.
No así la documentación notarial de pleitos, testamentos y otras escribanías públicas que nos retratan a una Leonor mucho más terrenal y por supuesto desvinculada de duendes, pactos con el diablo y tantas y tantas paparruchadas.
Básicamente Leonor Rodríguez (1532-1585) resulta ser una empresaria incluso en contra de su voluntad, pues la incapacidad de esposo Antón Bonilla, que padecía “de furias” (lo que hoy llamaríamos un problema psiquiátrico) hizo que desde joven ella se convirtiese en la cabeza de familia.

 

Superar las dificultades empresariales que se le planteaban a una mujer en el siglo XVI era una verdadera hazaña. En la imagen La Gallinera, de Alejandro de Loarte. (Museo del Prado)

Superar las dificultades empresariales que se le planteaban a una mujer en el siglo XVI era una verdadera hazaña. En la imagen La Gallinera, de Alejandro de Loarte. (Museo del Prado)

Lo cierto es que a raíz de esa dificultad conyugal sacó a la familia adelante con el alquiler que cobraba de un mesón heredado por vía materna. Además en 1558 plantó cara al regidor de Priego, Martín Calvo Zamorano, por haberse apropiado de unas tierras que en realidad eran suyas al haberlas heredado  de un tío suyo capellán.
En la segunda mitad del siglo XVI Leonor comenzó a brillar en los negocios y en 1569 y al quedar viuda introduce a su hijo, Antón Gómez de Bonilla, en el mundo de los alquileres, de este modo el joven aparece arrendando como un local en la plaza de Motilla al boticario Pedro de Córdoba y así podíamos seguir en la compraventa de vino y otros tantas empresas que estaban situando a la Camacha en una posición demasiado suculenta para voracidad fiscal de la Inquisición.
En 1570 fue procesada y en 1572 sacada en auto de fe con una condena en firme: Sufrir destierro de Montilla, servir durante de dos años en un hospital, recibir para escarnio público 100 latigazos en Córdoba y otros 100 en Motilla y sobre todo a pagar una astronómica multa de 150 ducados.
En ausencia de su madre Antón Gómez sacó adelante los negocios y entre ambos pagaron las deudas.  De ella tomó el mote, pues en algunos documentos dice llamarse Antón Gómez Camacho. Y lo cierto es que no era para menos, pues como hijo de tan insigne mujer tendría por seguro que en Leonor Rodríguez la Camacha, más había de empresaria que de bruja.
 

En Montilla (Córdoba) aún se cuenta que una de sus casas fue propiedad de la Camacha. (Fuente: Pinterest)

En Montilla (Córdoba) aún se cuenta que una de sus casas fue propiedad de la Camacha. (Fuente: Pinterest)