El Renacimiento simbolizó la reactivación del conocimiento y  el progreso a través del pensamiento, la ciencia, el arte… en un momento de grandes cambios como el actual.  No podemos reinventarnos para transformar el mundo sin explorarlo y observarlo con mirada amplia para entender nuestro papel en él.

Mirar  el mundo es más que verlo; significa profundizar en lo superficial  para poder interpretar el conocimiento y activar una de las funciones más importantes de la cultura, esto es, la de aprender unos de otros y hacernos mejores desde la generación de experiencia, creatividad y espíritu crítico. La cultura, en definitiva, genera esperanza en el género humano ante los momentos de mezquindad.

Decía Einstein que la mente es como un paracaídas que solo funciona cuando se abre,  y esta reflexión deberíamos  aplicárnosla  para contribuir al bien común, haciendo frente con ello a la intransigencia a la que nos exponemos si no somos capaces de alzar la mirada por encima de la información dirigida que nos bombardea en nuestros días. La cultura nos libera de ello, nos otorga la capacidad de dar sentido a la información y nos permite tener la flexibilidad mental que necesitamos para  percibir  y  aprovechar las oportunidades.

Y es que apostar por la cultura es apostar por la cohesión social;  la cultura configura nuestra identidad a la vez que promociona nuestra diversidad, ayudándonos a comprender los desafíos a los que se enfrenta la humanidad porque construye individuos con criterio y nos hace más libres, convirtiéndose con ello  en la peor amenaza para los totalitarismos que históricamente han tratado de impedir o limitar que la población a la que aspiran controlar tuviera accesibilidad cultural.

Hoy identificamos un entorno que cambia a marchas forzadas, en el que surgen nuevas necesidades que respondemos con estrategias de desarrollo para las  que necesitamos sociedades más participativas, innovadoras, creativas, dinámicas e integradoras. Esta afirmación nos lleva a situar a la cultura en el centro del desarrollo sostenible por ser una herramienta de estimulación social, además de un derecho humano reconocido que garantiza la interacción positiva entre individuos y comunidades, dándonos la posibilidad de identificar el rol que jugamos ante el mundo.

Vivimos tiempos de cambios acelerados y, como en el Renacimiento, necesitamos entender la nueva concepción del mundo que afrontamos para ser parte de ella e impulsar el progreso a través de la ventana abierta que es la cultura. En un país con gran influencia cultural como el nuestro estamos revirtiendo los años de sabotaje a las políticas culturales de los gobiernos de la derecha a la vez que las devastadoras consecuencias de la pandemia para el sector, y nos urge hacerlo, porque si el sabotaje de la cultura implica sabotear los valores que han de impulsar el futuro de la humanidad, las disciplinas, inquietudes y manifestaciones culturales son el mejor antídoto contra la intransigencia y el mejor motor para el desarrollo sostenible.

Belén Fernández es viceportavoz adjunta del Grupo Socialista en el Congreso y secretaría de Cooperación Internacional del PSOE