El pasado 13 de agosto dimitió el ministro de las Culturas, Artes y Patrimonio de Chile, Mauricio Rojas. ¿El motivo? Que el diario La Tercera desveló que Rojas escribió en un libro que el Museo de la Memoria (que honra la memoria de las víctimas de la dictadura de Pinochet) solo aspira a "impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar". "Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente", escribió.

Esta información provocó una oleada de críticas entre buena parte de la sociedad y la izquierda política. En este sentido, a Rojas le ha salido un acérrimo defensor: Mario Vargas Llosa.

En una columna publicada en el diario El País bajo el título Defensa de Mauricio Rojas, argumenta que la dimisión es producto de una “impecable operación de descrédito y calumnias” de una izquierda irresponsable y que, en definitiva, Chile se lo pierde.

Vargas Llosa consideraba que la izquierda ya estaba “reformada” y era “democrática”, pero “me equivocaba”. “Sigue siendo la misma que contribuyó, con su sectarismo extremista y retórica incendiaria e irreal en los tiempos de Salvador Allende, a destruir la democracia chilena y a llevar al poder al sanguinario régimen de Pinochet, que, por supuesto, la golpeó a mansalva”, asegura.

El escritor asegura que en todos los escritos de Rojas se “condena con dureza los crímenes de la dictadura que padeció Chile durante el régimen militar” y que en ningún caso niega los horrores de la dictadura militar. Y para apoyar su argumento utiliza la biografía del exministro, quien cambió de ideales políticos: abrazó el liberalismo dejando atrás el marxismo.

La columna narra que Rojas fue educado por una madre socialista que fue torturada, encarcelada y luego exiliada en Suecia. Asegura que Rojas era comunista y en la Universidad de Lund (Suecia) se produjo “el gran cambio”: “Fue un cambio intelectual y ético primero que político. Antes de doctorarse sus ideas habían evolucionado del marxismo hacia la democracia y el liberalismo, como ha contado en ensayos muy diversos, que se refieren a la economía latinoamericana, a Suecia, a Marx, a Lenin, a la Argentina, a su propio país”.

Vargas Llosa llega a razonar que fue la izquierda la que propició un caldo de cultivo ideal para el golpe militar de Pinochet: “Los desórdenes, tomas de tierras y de fábricas, la violencia desatada por aquellas masas que querían “dar el salto cualitativo” hacia el estatismo, el colectivismo, y convertir a Chile en una segunda Cuba, aterraron a buena parte de la sociedad chilena, y eso creó un estado propicio para el golpe militar y ese período terrible de la historia chilena”.

Según el escritor, Rojas superó todos esos ideales y “en vez de encarnizarse montando grotescas distorsiones”, “fue capaz de emanciparse de la ceguera ideológica y el fanatismo político, haría bien esa izquierda que todavía representa un segmento importante de la sociedad chilena, en examinar con un ojo crítico sus errores y excesos durante aquel período incandescente de la historia chilena, para contribuir mejor a perfeccionar esa democracia que Chile ha recobrado”.

El artículo concluye con una declaración de amor: “Lo siento por Chile, no por él ni por sus lectores” ya que “ha decidido apartarse de todo cargo político para retornar a su trabajo intelectual”.