La primera derrota política de Manuel Valls en Barcelona podría llegar mucho antes de que se vaya a iniciar la precampaña de las municipales. A menos que Ciudadanos consiga zafarse del abrazo del oso de Vox en Andalucía, su candidato barcelonés va a sumar a la contradicción de proclamarse militante del catalanismo político y apoyarse en el partido de Rivera, la de condenar el pacto con la ultraderecha y convivir en su plataforma electoral con quienes se benefician de ella en el gobierno de la Junta andaluza. El protagonismo del ex primer ministro francés en Cataluña se limita, hasta ahora, a su labor defensiva. ERC y los Comunes han hecho de él su adversario predilecto y, si llega el caso, su argumento central para pactar la alcaldía.   

Todos los partidos han tratado alguna vez con las fuerzas parlamentarias que habitan en la frontera del sistema. ERC y PDeCAT con la CUP para sostenerse en el gobierno de la Generalitat y el PSOE con Bildu para ganar la moción de censura. El PP y Ciudadanos lo han denunciado a diario. Ahora llega el turno de Vox y el discurso de sus aliados andaluces se reducirá a recordar las experiencias pragmáticas de sus adversarios, la del apoyo pasivo sin concesiones programáticas; siempre y cuando consigan evitar la cesión formal en las pretensiones de sus compañeros de la ultraderecha.

Manuel Valls tendrá que soportar una crítica complementaria a la que asumirá Albert Rivera o Inés Arrimadas; a él se le recriminará también el haber olvidado muy rápidamente la doctrina francesa aplicada por los socialistas, cuando él formaba parte del PS, y su partido retiró al candidato a la presidencia para impedir una hipotética victoria de Le Pen. El voto socialista barcelonés es una de las grandes aspiraciones de Valls, suele dirigirse a estos electores frecuentemente, apelando a su condición de ex primer ministro socialista, aunque está por ver si al PSC le quedan votos por perder en la dirección de Ciudadanos. En la mayoría de las encuestas publicadas hasta este momento, la candidatura de Jaume Collboni recupera votos.

Valls ha sido muy contundente en sus declaraciones ante el pacto andaluz de toda la derecha, juzgándolo como una “incongruencia moral”, una “traición a los valores democráticos”. Pero enseguida le ha dado la vuelta a la doctrina francesa ante la entrada de la extrema derecha en las instituciones. En vez de pedirle a Ciudadanos, el partido que le sustentará la plataforma electoral, que se arriesgue a “perder incluso el gobierno antes de traicionar las propias convicciones”, tal como decía en sus tuits, Valls exige al PSOE que se abstenga “para no suscitar sospechas de hacer el juego a Vox”, permitiendo así un gobierno en minoría PP-Ciudadanos.

Esta versión peculiar del frente anti extrema derecha vendría a ser algo así como si se hubiera dado el caso de que, en 2002, Lionel Jospin le hubiera reclamado a Jacques Chirac que se retirara en la segunda vuelta para frenar la amenaza de Le Pen, a pesar de que el candidato del RPR obtuvo 3,5 puntos más que Jospin en la primera vuelta, y con la excusa de que Chirac llevaba ya siete años en la presidencia. Tampoco puede aplicarse el paralelismo con la actitud del PSOE ante la parálisis institucional de 2016, cuando su abstención (muy criticada y con división del grupo parlamentario incluida) permitió la investidura de Mariano Rajoy, siendo el PP el primer grupo de la cámara.

Lo más seguro es que Ciudadanos no se deje impresionar por las incongruencias morales a las que se refiere Valls, ni tampoco hay que esperar que Valls vaya a romper su relación privilegiada con Ciudadanos, el único partido que le apoya oficialmente en su aspiración de ser alcalde de Barcelona. De no cambiar de opinión, en su plataforma electoral no tendrán cabida quienes otorguen legitimidad a la ultraderecha, al independentismo y al populismo de izquierdas; su lista pues quedará delimitada a independientes, ex PSC o ex PP, además de los militantes de Ciudadanos; una oferta estrictamente constitucionalista que tendrá muy difícil recabar apoyos en el consistorio para sumar mayorías, a menos que la consiga en las urnas, una hipótesis no prevista por ningún sondeo.