A pocas horas de que de comienzo el 10N los nervios se apoderan de la zona 0 de los principales partidos del arco parlamentario. Sin encuestas, asesores y protagonistas de la cita se reúnen en torno a la mesa de cálculo.

Con el escenario más fracturado que nunca, PSOE y PP parten en cabeza, Vox aspira a ocupar la tercera plaza y Unidas Podemos considera que los muebles pueden salvarse tras meses de bloqueo, conversaciones enquistadas y la candidatura de Más País. Pero si alguien está especialmente atento al paso de los días es Albert Rivera. Demoscopia y analistas coinciden: la formación naranja vivirá un retroceso pronunciado en sus aspiraciones.

Después de conseguir derribar las puertas del Congreso consiguiendo 57 escaños, mejor resultado hasta la fecha de la formación, el panorama actual dista mucho de ser el idílico para Rivera y su pléyade más cercana. Fuentes internas de la Ejecutiva reconocen a ElPlural.com que son muchos los corrillos que se suceden en la sede en torno a lo que sucederá a partir del día 11.

Unas elecciones planteadas en función del día después. Nada de liberalismo ibérico ni pachangas de fútbol, llega la hora de enfrentarse a una parte de la militancia cabreada con la dictadura de las ideas impuesta por el oficialismo en las últimas fechas. Aquellos que fueron silenciados, defenestrados y amenazados constantemente tomarán la palabra y pondrán en su punto de mira a buena parte de los culpables de la derechización argumental y legislativa de los antiguos abanderados del centrismo político.

Además de Rivera (y su séquito más fiel), buena parte de los poderes autonómicos serán revisados. La hoja de ruta de la disidencia está escrita: la culpa de todo es la pérdida de la moderación y los apretones de mano envenenados en cenáculos privados con la extrema derecha. Juan Marín en Andalucía abrió la veda, Silvia Franco atendió a órdenes internas e Ignacio Aguado tomó la decisión de blanquear definitivamente ideales retrógrados (véase la ilegalización de partidos que unió a las tres derechas este jueves en la Asamblea).

Lo que no sabían es que su blanqueamiento de la extrema derecha -curioso en un partido que se denomina europeísta pero actúa de forma contraria a los liberales europeos-, posteriormente, sería puesto sobre la mesa por el revisionismo naranja.

Un motín para dinamitar un partido que camina con respiración asistida.