Las incógnitas ya han sido despejadas. El resultado de las pasadas elecciones del 20-D es que nadie será investido de nuevo presidente del Gobierno. Mariano Rajoy seguirá, por tanto, ejerciendo en funciones unos meses más hasta las próximas votaciones.

Existe una voluntad nada disimulada de sacar el máximo rédito político de esta circunstancia por parte de todas las fuerzas a costa de las demás. Es algo absolutamente comprensible. Pero, honestamente, creo que el momento de asignar las culpas ya pasó y ahora hay que pensar qué sucederá si el resultado del próximo proceso electoral es similar al actual.

Sería un grave error centrar las campañas electorales en masacrar a los supuestos culpables de la imposibilidad de formar gobierno. Entre otras cuestiones porque lo que verdaderamente importa a los votantes es qué van a hacer en los próximos años quienes tengan la responsabilidad de gobernar.

En mi opinión, todos estamos muy saturados de las operaciones de descrédito hacia el prójimo comenzando por los propios protagonistas, que deben estar agotados. Quizás sería recomendable un mensaje electoral mucho más humilde, mucho más consciente de las enormes dificultades con las que se encontrará quien finalmente sea investido presidente.

Porque mi pronóstico para el 26-J es que no habrá grandes cambios en la composición del Parlamento respecto al pasado proceso electoral. Habrá pequeñas variaciones de escaños, pero seguirá dependiendo de más de dos partidos que no sean PSOE y PP conformar gobierno. Es decir, que los votantes no van a cambiar masivamente sus apoyos.

Y, por tanto, si los electores no cambian tendrán que ser los políticos electos quienes lo hagan. Estarán condenados a llegar a acuerdos para formar un Gobierno que ponga fin a este periodo de interinidad.

Naturalmente, tengo mi opinión sobre las cuotas de responsabilidad política en estos últimos cuatro meses y no la he ocultado. Pero mi propósito ahora no es machacar el teclado de mi ordenador contra una o varias formaciones políticas.

Al contrario, mi intención es recomendar a quien ha sido generoso en estos días que tendrá que seguir siéndolo. Probablemente más, incluso. A quien ha sido egoísta, que deberá dejar de serlo o pensar más en el bien común y no tanto en el propio. Al oportunista, que esta podría ser su última oportunidad y debe aprovecharla. Y al inmovilista, que no hacer nada es la última opción que cabe contemplar ahora.

Porque nadie en este país deseaba que se celebrasen elecciones de nuevo. Nadie merece vivir más tiempo en este paréntesis de indefinición. Y, por supuesto, todos queremos saber de una vez por todas qué esperanzas podemos albergar con un futuro gobierno o qué consecuencias temer.