Pedro Sánchez camina sobre un alambre tensado sobre el abismo cuyo grosor va mermando a medida que el Gran Equilibrista avanza desahogadamente por él con increíble pachorra, sin mayores apuros, como si en vez de caminar sobre un estrecho cable de acero lo estuviera haciendo por la avenida central de un hermoso parque inglés.

El acuerdo de financiación de Cataluña suscrito por el PSC con Esquera Republicana que hará presidente al socialista Salvador Illa este mes de agosto si Carles Puigdemont fracasa en su intento de reventar la investidura ha adelgazado dramáticamente el alambre sobre el que camina un Pedro Sánchez del que todavía no sabemos si tiene un Gran Plan de Federalización del Estado Autonómico o se limita, como parece lo más probable, a gobernar a salto de mata, esquivando con habilidad los muchos obstáculos que va encontrando en el camino. Albert Rivera, Pablo Casado, Pablo Iglesias, el Covid-19, los indultos, Marruecos, el ‘sí es sí’, la amnistía… escollos cada vez más difíciles de sortear pero que el presidente ha logrado esquivar con éxito, aunque alguno de ellos, como la amnistía, reaparezcan una y otra vez en su camino.

El último de tales obstáculos es el modelo de financiación singular para Cataluña, que no solo ha encendido los ánimos de un encendido profesional como Emiliano García Page sino que ha alarmado a medio partido y puesto en alerta a la otra mitad. ¿Cataluña fuera del régimen común de financiación autonómica? ¿La Generalitat recaudando, liquidando e inspeccionando todos los impuestos y abonando luego al Estado una cuota por los servicios prestados? ¿Cómorrr? En este controvertido asunto de la financiación catalana, las bases del Partido Socialista que se extiende al sur del Ebro están más cerca de las posiciones de Emiliano que de las de Pedro.

Puede que lo acordado en Barcelona por ERC y el PSC con el respaldo de la Moncloa no sea técnicamente lo mismo que el constitucional pero escandalosamente insolidario cupo vasco, pero la verdad es que se le parece bastante: tanto que la dirección socialista tendrá que emplearse a fondo, más a fondo que nunca, para desmentir esa extendida percepción, compartida por numerosos observadores y analistas nada sospechosos de bogar en aguas conservadoras y que no en vano han aplaudido hasta ahora pasos de Pedro Sánchez tan comprometidos como la amnistía a Cales Puigdemont y otros políticos huidos de la justicia.

Como esas gimnastas inverosímiles que estamos viendo estos días en París 2024 cuyas acrobacias sobre las barras paralelas, el potro, o la viga de equilibrio nos dejan pasmados, son ya seis años los que Sánchez se mantiene en el poder merced a unas habilidades que para la derecha son meros trucos de vil volatinero mientras que para la izquierda son el imprescindible peaje ético que ha de pagar su líder para hacer de España un país más próspero, justo y habitable. Sánchez desespera a sus adversarios porque, según las leyes conocidas de la política, debería haberse estampado contra el asfalto hace mucho tiempo.

Cuando se hagan las primeras encuestas tendremos la confirmación de lo que ya se intuye: que, al igual que sucede con la amnistía, la financiación singular para el Principado contará con un respaldo mayoritario en Cataluña y un rechazo no menos abultado en el resto de España. Hasta el catalanismo más templado –no es preciso recordar que prácticamente toda Cataluña es de un modo u otro catalanista- comparte la idea de que la fuerte identidad nacional de su territorio merece -“tiene derecho”, dijo Illa- tener una financiación propia y diferenciada, más próxima naturalmente a la del País Vasco que a la de Madrid, Andalucía o Valencia. Lo bueno en todo caso de esta nueva situación tras el procés es que al menos ahora el debate gira sobre algo tan tangible, concreto y cuantificable como el dinero y no sobre un ente tan etéreo y metafísico como la maldita Patria.

La cuestión de la amnistía quedará solventada, para bien o para mal, una vez que los órganos competentes, como el Constitucional y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, digan lo que tienen que decir; la cuestión de los dineros autonómicos es potencialmente mucho más deletérea para el Gobierno y para el Partido Socialista. Salvador Illa ha dicho, sí, que el modelo pactado “no va contra nadie”, pero tendrá que demostrarlo. Tendrá que demostrarlo él y Pedro Sánchez y María Jesús Montero y…