Gabriel Rufián, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha sido, sin ápice alguno de duda, uno de los rostros más reconocidos de la última legislatura. Su afilada palabra y su acalorado tono han hechos las delicias de muchos y han despertado la indignación y rabia de otros tantos. Fue portavoz adjunto, pero con la marcha de Joan Tardá, dará un paso al frente y será portavoz del Grupo Parlamentario.

Por este motivo parece haber rebajado el tono, o al menos, eso se desprende de su entrevista en el diario El País.

En el citado medio admite que rebajará el tono argumentando que “a la opción política que represento le han pasado cosas muy bestias. Nos han encarcelado a compañeros. Entiendo que desde fuera se pueda ignorar o justificar, pero para nosotros es tremendamente doloroso. Eso ha hecho que tuviéramos que responder con dureza extrema a cosas extremas que pasaban”.

El periodista le pregunta si se trata de un acto de contrición, a lo que Rufián responde: “No soy creyente, pero sí realista. He sido portavoz adjunto de un grupo central en la política tanto española como catalana. Ahora, voy a ser el portavoz. Hay cosas que ya no podré hacer”.

“¿Se está Tardarizando?”, insiste el periodista. “Ojalá, porque Tardá es inmenso a nivel humano y político. No le llego a las suelas de los zapatos. Solo intento seguir sus huellas. Ya le echo de menos”.

El candidato ha admitido que Tardá le ha echado alguna bronca “merecida”.

Asimismo, ha confesado que intenta ser un diputado casi borde porque “cuando estás en el atril, en ese espacio enorme mediático y de poder que es el Congreso, tienes que tener un punto de seriedad y diferenciación respecto de cuando estás con tu familia o tus amigos, por respeto a quienes representas”.

Admite que el “respeto al adversario” lo ha aprendido “con el tiempo”, pero matiza que “independientemente de lo que pueda parecer, nunca he hablado mal de los votantes de partidos muy contrarios al mío. He tratado de atacar políticamente a las cúpulas. Pero es cierto que vienen tiempos en que tenemos que dejar de negar al adversario, una etapa de diálogo y de bajar un poco el tono: dejar que haga Vox según qué cosas”.

Por último, asegura que la relación con la expresidenta del Congreso, Ana Pastor, es “muy buena” a pesar de las broncas y admite que “he dado demasiadas excusas para que se hable de las formas y no del fondo. Y eso es un error”.

Queda en el aire la pregunta de si Rufián ha cambiado por completo o mantendrá la esencia con la que pisó por primera vez el hemiciclo.