A la vista de la dimensión informativa que ha alcanzado el asunto se diría que nos la jugamos todos los ciudadanos del mundo, pero conviene matizar. El primero que “se la juega” es Mateo Renzi, el “demoledor” que llegó al poder hace casi tres años con el ímpetu de la juventud (39 años, el primer ministro más joven de Italia) y con la osadía de pretender cambiar el anquilosado sistema político del país.

Pero en política la audacia requiere una acertada dosificación y, lo que funcionó bien al principio del mandato, puede ahora traicionarle. Renzi parece no haber aprendido de los errores recientes de otros y, en un envite similar al del Cameron que perdió el Brexit, llegó a vincular el referéndum italiano con su continuidad en la política. Una especie de “si no estoy yo, el desastre”, que él mismo ha querido matizar después al escuchar los consejos de otros más prudentes, incluido el presidente Barak Obama, que le ha pedido que permanezca en el cargo pase lo que pase.

Renzi parece haber escuchado y ya no asegura que se irá si pierde, pero el “calentón” puede pasarle factura: su principal opositor, el populista Beppe Grillo, aprovechará la oportunidad para remover más las ya turbias aguas de la política italiana. Resultado: ya hay quien augura unas elecciones anticipadas en Italia en 2017,  y ahí es donde entraría Europa.

Consecuencias negativas para Europa

Si gana el No a las reformas que plantea el muy vital Mateo Renzi, y dimite abrumado por la derrota, el primer mal que se vislumbra no viene por el lado de la política, sino por el de la economía. El Fondo Monetario Internacional  advirtió en verano de que los bancos italianos acaparan una tercera parte de los créditos morosos de la Eurozona, algo que, unido a la fragilidad actual del país, con elevada deuda y bajo crecimiento, aumenta potencialmente el riesgo de colapso. Se abre, por tanto, la posibilidad de una crisis bancaria en la tercera economía de Europa con inevitables consecuencias para el resto de la zona Euro

Tampoco sería una grata noticia la convocatoria de unas elecciones anticipadas en Italia. Con la ultraderecha avanzando en Francia, Alemania, Holanda y Austria, también con citas electorales en 2017, y con los partidos de nuevo cuño, populistas o no, al acecho, el panorama político en ciernes es poco tranquilizador. Una de las propuestas estrella del Movimiento Cinco Estrellas de Grillo es convocar un referéndum (¡otro más!) sobre la permanencia de Italia en el euro. La mala noticia es que según los últimos sondeos el cómico sobrepasa ligeramente a Renzi en intención de voto, y conviene recordar que en las elecciones de 2013 su agrupación y la coalición de Berlusconi obtuvieron el apoyo de más del 54 por ciento de los italianos.

¿Enseñanzas para España?

El objetivo que persigue Renzi es el mismo que le gustaría tener asegurado al Partido Popular de Rajoy: estabilidad política y una mayor capacidad para gobernar sin sobresaltos.  El italiano pretende conseguirlo transformando el Senado en una especie de cámara territorial  (¿le suena esto a alguien?), y rebajando un poder legislativo que le asemeja al Congreso, un auténtico lastre para la agilidad que requiere la política actual en opinión del primer ministro. También pretende retraer parte del poder trasladado a las regiones, algo que resultaría muy polémico aquí.

Lo que pretende Renzi es, sencillamente, lo que ha ocurrido en España en la mayor parte de las legislaturas de la democracia, disponer de una abrumadora mayoría absoluta en el aparato legislativo. Pero aquí se abre otra polémica que pesa fuertemente sobre el italiano: tener más poder para gobernar no solo despliega sospechas en el país de Mussolini, sino que deja abierta la posibilidad de que quienes vengan detrás de él utilicen ese poder con otras intenciones.  

Más que enseñanzas, lo que deja el referéndum italiano para España es una buena tanda de interrogantes.

Cuidado con las encuestas

Para dudas, sin embargo, las que generan los sondeos. Uno de los últimos publicados en Italia, el 18 de noviembre, otorga a los partidarios del No una ventaja de nueve puntos sobre los partidarios de las reformas de Renzi. Pero la historia reciente ha demostrado que las consultas populares utilizadas como atajo político o búsqueda innecesaria de respaldo popular se han vuelto en contra de los convocantes.

En un país cuyo jefe de Gobierno ha pretendido presentarse como una especie de “antisistema”, y al que la oposición más activa acusa de “casta”, puede ocurrir cualquier cosa.  Pero si algo está claro es que de la habilidad de Renzi para apaciguar los ánimos después del referéndum del domingo dependerá en buena parte el sosiego que requieren Europa y sus mercados.