Pablo Casado salió reforzado este martes de la Junta Directiva Nacional del Partido Popular. Bajo la atenta mirada de la mayoría de pesos pesados y barones del partido -faltaron, entre otros, Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno Bonilla-, el popular conformó a su nueva Ejecutiva, nombró a Cayetana Álvarez de Toledo y a Javier Maroto como portavoces del Congreso y el Senado respectivamente y consumó el viraje hacia el aznarismo del partido.

El ala más conservadora vuelve a tener mando en plaza. Una vez compuesto el equipo, llegó el momento de fija una estrategia e idear la nueva hoja de ruta del partido. Casado se esforzó en demostrar que las elecciones autonómicas fueron positivas para su partido, no rehuyó la crítica sobre lo ocurrido en las generales y puso en Madrid la gran esperanza de los azules.

Sin embargo, tres meses después de que se celebrasen los comicios que pusieron al dirigente entre la espada y la pared, Pedro Sánchez todavía no ha sido capaz de obtener la confianza de la mayoría de la Cámara. El calendario empieza a tachar días y si finalmente antes del 23 de septiembre no hay entendimiento entre las partes, la repetición electoral volverá a dar esperanzas a populares y naranjas.

A nadie se le escapa que sendos partidos están librando una guerra fratricida por encabezar, a ojos de la opinión pública, la oposición. Ser el partido líder de la derecha es el anhelo de Albert Rivera, que ha oficializado su rechazo al PSOE mediante apretones de mano reiterados con Vox y acuerdos de gobierno con el PP a lo largo y ancho de España.

Pero Casado sabe que la fragmentación fue definitiva para los intereses del bloque en las pasadas elecciones. Por ello, sabedor de que la fuerza de Vox parece estar a la baja, el dirigente no rechaza confluir con Ciudadanos en una misma marca, al igual que hicieran junto a UPN en Navarra.

En la rueda de prensa que concedió tras la reunión de su Junta Directiva ya dejó sobre el papel que con tres marcas luchando por un mismo espectro de votantes no se puede avanzar: “Los resultados electorales fueron peores por la irrupción de una nueva fuerza en la derecha y la fragmentación”.

Para defender su idea, Casado sacó la calculadora y explicó ante su cúpula las bondades de la oferta. Si Ciudadanos hubiera aceptado confluir en las elecciones al Senado, hubiera sacado 30 escaños. Además, si Vox no se hubiera entrometido en circunscripciones pequeñas, el PP tendría 21 escaños más.

Aritmética en mano y búsqueda de recursos para sobrevivir. Ciudadanos, por su parte, rechaza la idea. Rivera, obcecado por superar al PP; Casado, buscando compañeros que sumen y no dividan.