Siento de manera absolutamente sincera la decepción y hartazgo que estará generando la situación de Podemos entre aquellos votantes suyos que, con la ilusión de descubrir algo mejor, creyeron que por fin habían encontrado una respuesta en ellos.

Pero incluso para quienes llevamos ya un tiempo en esto de la política y jamás creímos en un ser tan ávido de poder y codicioso como Pablo Iglesias, es sorprendente el desmoronamiento que se está produciendo de la formación política que lidera por lo prematuro y temprano de éste.

Vamos a ver. Ningún partido político está a salvo de los males que acechan en ese ámbito. Cuanto más grandes, por una cuestión de estadística, es más lógico que se generen problemas y cada vez más complicados de resolver. 

Todas las formaciones cambian sus propuestas, bien porque evolucionan o porque se desdicen de las mismas. Es normal. El PSOE, por ejemplo, abandonó el marxismo buscando un perfil más socialdemócrata. Pero nadie lo había hecho antes con la vertiginosa celeridad de Podemos. Su programa electoral de las pasadas elecciones europeas es hoy irreconocible ante el ideario de la formación. Y no han transcurrido dos años.

Jamás creímos en un ser tan ávido de poder y codicioso como Pablo Iglesias

En todos los partidos hay “familias”, corrientes, escisiones, portazos sonados o luchas de egos. Forma parte de la diversidad ideológica que llevamos de serie las personas que conformamos esos grupos políticos. Pero nunca se había visto una división tan palpable en una fuerza política, con bajas de tan alto nivel (Monedero, Pascual) cuando no hace ni un año que tienen representantes electos en las instituciones españolas.

Y, cómo no, todos los partidos tienen problemas de corrupción, irregularidades o comportamientos inapropiados de sus dirigentes porque, por desgracia, los filtros de control no funcionan como deberían.

Pero es que Podemos acaba de ser acusado por la Policía por posible financiación ilegal, Errejón ha sido expedientado por la Universidad en la que trabajaba por una conducta, cuando menos, inadecuada y Monedero llevó a cabo una conducta fiscalmente discutible desde un punto de vista ético. Todo ello, de nuevo, en tiempo récord, sin que ni siquiera hayan asumido todavía responsabilidades de gestión en comunidades autónomas y, no digamos ya, el Gobierno de España.

En definitiva, han conseguido reflejar lo peor de la política, antes que ninguna otra fuerza lo había conseguido desde su irrupción.

Quizás el gran problema que tiene esta formación es que ha crecido por encima de sus posibilidades. Y que muchas personas han puesto sus expectativas en manos de personas que, probablemente, no estaban a la altura del reto que decían poder asumir.

El tiempo, como es sabido, nos pone a todos en el lugar que nos corresponde. De momento Podemos se encuentra haciendo equilibrios sobre una cuerda tendida entre dos rascacielos. Veremos en los próximos meses cuál es el desenlace de su ejercicio de funambulismo. 

Pablo Martín Peré es abogado y exdiputado del PSOE por las Islas Baleares