En la tierra de los aeropuertos sin aviones, los teatros de la ópera que se caen a pedazos y las carreras de Fórmula 1 a precio de riñón de pato viudo, las tarjetas de crédito de los políticos tienen que estar a la altura del despilfarro. El último ejemplo conocido es el de Esther Pastor, estrecha colaboradora de Alberto Fabra desde hace años, que durante el 2012 y parte del 2013 se gastó casi 3.000 euros en llenar la despensa a cargo de la Generalitat.

Chorizo de cantimpalo, cantidades ingentes de pechugas de pollo, flanes de huevos, ñoras, un bote de tomillo... las facturas de la secretaria Autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucionales de Presidencia de la Generalitat apuntan a compras para una o dos personas, no para el "comedor" del Govern, como aseguran desde el Ejecutivo.

Pechugas a granel
Pero no deja de ser un nuevo capítulo en la historia de las tarjetas de crédito públicas y las estrafalarias excusas para justificar los gastos. De hecho, el caso recuerda al de dos altos cargos de la Conselleria de Medio Ambiente, María Ángeles Ureña y Arancha Muñoz, que compartían con Pastor el gusto por las pechugas de pollo -Villaroy- y los tomates raf.

Raciones de paella y huevos Kinder
Ureña y Muñoz también fueron descubiertas usando la tarjeta de la Conselleria para gastos que incluían yogures Activia, raciones de paella, ibuprofeno, golosinas, papel higiénico... amén de una extraña fijación por comprar huevos Kinder Sorpresa.

Capacidad de trabajo
En su comparecencia en Les Corts para dar explicaciones, la consejera de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente, Isabel Bonig, aseguró que esos gastos entraban "dentro de lo normal" y que los responsables públicos atendían muchas visitas a las que podían ofrecer "un café o unas rosquilletas". Incluso llegó a asegurar que esas compras decían "mucho sobre la capacidad de trabajo" de sus altos cargos, que en lugar de ir a comer fuera "aprovechan mejor el tiempo" y almuerzan en su puesto de trabajo.

Año Nuevo gratis
Remontándonos más atrás, encontramos el caso de Cristina Serrano, quien, durante su etapa como subsecretaria de Medio Ambiente -cuando la cartera estaba en poder del polémico Juan Cotino- cargó a su tarjeta de crédito pública sus noches de hotel durante el Año Nuevo de 2010. Una cuenta que ascendió a los 444,27 euros, dado que era un alojamiento de cinco estrellas en Alicante.

Bonsais y mariscadas
Serrano también autorizó facturas de flores para actos protocolarios, arreglo y mantenimiento de un bonsai de su despacho por valor de 569,65 euros. A lo que habría sumar sus "comidas de trabajo" en el restaurante Novecento o una mariscada de trabajo finalizada con whisky de 12 años para tres comensales. Sin olvidar sus gastos en taxi, transporte en el que llegó a gastar 110 euros por una carrera que no suele superar los 15 euros.

La trayectoria de Uncio
Aunque si hay un caso paradigmático en Valencia es el de José Manuel Uncio, quien durante su larga etapa como director del Instituto Valenciano de Finanzas utilizó su visa oficial para pagar joyas, regalos en listas de bodas, artículos de lujo y gastos personales. En total, un escándalo cifrado en 6.794 euros que archivó la Fiscalía, pero que provocó su salida del IVF. Eso sí, después se le colocó como vicepresidente de la comisión de control de la CAM, la ruinosa caja valenciana.