La Gran Manzana acaba de vivir unas elecciones municipales marcadas por la incursión de un nuevo actor, distinto a los perfiles repetidos que encarnan la tradicional lucha de demócratas contra republicanos. Hasta el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha intentado evitarlo, pero Nueva York le ha dado las llaves del Ayuntamiento, con más del 50% de los votos, al artífice de una expectación que no solo ha traspasado las barreras locales, sino las nacionales: Zohran Mamdani.
Nadie imaginaba que el nuevo 'David' de la izquierda americana tendría 34 años, sería musulmán y abusaría positivamente de un traje y corbata negra. Todo presentado con una enorme sonrisa que acompaña a iniciativas frescas y marcadas por un latente socialismo democrático a la europea. Con la gratuidad del transporte público o la subida de impuestos a los billonarios, entre otras cosas, Mamdani se enfrenta a la difícil tarea de convencer a la que, aun siendo uno de los núcleos urbanos más progresistas del país, no deja de ser la capital del establishment, dominada por el corporativismo y los reyes de la calle del muro, aparentemente, sin salida.
El primer paso, ganar, lo ha conseguido. Para ello ha tenido que anteponerse a las reglas de la política americana, que siempre ha venido marcada por la financiación con la que cuentas para tu campaña. De las alas a los grilletes, el dólar marca el ritmo, frase que grandes figuras demócratas recientes como la de Kamala Harris han tenido que aprender a regañadientes. Si bien Mamdani puede haber dado con la fórmula para romper el molde: ‘comer calle’ a través de la pantalla.
Las redes de y para la gente
Esta premisa ha guiado su campaña low-cost, basada en un correcto uso de las redes sociales para ponerle cara al ‘nuevo’ neoyorquino olvidado por los medios y con quien, tú, consumidor de TikTok, coincides en el metro cada mañana a la hora de ir a trabajar, sin recordar que compartes con él mucho más de lo que imaginas. Y es que, a veces, 60 segundos de video son suficientes como para que un mensaje cale en la cabeza de alguien.
Algo más, unos 5 minutos, es lo que se tarda en descubrir, al cotillear las redes del ganador, las desgracias de un taxista enajenado con el atasco de la mañana, las prisas de una kelly latina que llega tarde a su segundo trabajo o la vida de un joven machacado quien, tras 12 horas de jornada, ha de volver a su piso compartido con cuatro compañeros para poder vivir cerca de la city a la que ha entregado su vida.
Populismos a un lado, lo que es innegable es que Mamdani ha conseguir dar con la tecla para conectar con los grandes sectores que componen el nuevo electorado urbano. Y esto, indudablemente, pasa por su principal lanza de ataque: abordar los problemas mundanos sin miedo al que públicamente ha dejado claro que quiere dar caza a las clases trabajadoras.
La vieja Europa aprende
Al otro lado del charco, muchos partidos de la vieja y nueva izquierda han seguido de cerca su campaña. Formaciones como la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon ya se han dejado caer por las calles neoyorkinas para conocer de primera mano sus tácticas electorales y apuntar ideas que puedan definir una hoja de ruta electoral, con los comicios municipales franceses fijados para 2026.
Y es que, independientemente de que se alzara o no con la victoria, campañas como las de Mamdani demuestran que la comunicación política está cambiando y que, si los partidos no se enganchan, sufren el riesgo de quedarse ya no atrás, si no fuera. Los métodos para conectar con el electorado se apoyan cada vez más en el impacto fugaz, con un claro elemento vehicular de lo digital, marcado por un algoritmo al que inconscientemente entrena el consumidor.
Europa lleva cientos de años centrada en cómo conectar la política nacional (macro) con la militancia (micro), siendo esta última la que mantiene viva a los que encarnan la primera. En España, por experiencias pasadas es sabido que un partido carece de futuro sin la existencia de militantes te recojan las sillas tras los actos o que salgan a pegar carteles la noche de un martes preelectoral. Es la micro quien mantiene vivo al partido y, aun sabiéndolo, estos parecen encontrarse en el que posiblemente sea el momento de mayor desarraigo político del país.
Quizá las de Mamdani sean solo unas elecciones municipales en un escenario que, aunque grande, sigue quedando muy lejos. No obstante, vale la pena escuchar como el nuevo alcalde se pone a prueba dirigiéndose a la población latina y árabe en sus respectivas lenguas. Algo, que, con la ola reaccionaria que avanza por sus calles, todavía parece inimaginable en España sin que las manos poblen las cabezas.
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