Por el momento, la Unión Europea ha optado por no alimentar una escalada verbal en el marco de la guerra comercial. Relativa prudencia para preparar a fuego lento una réplica que pueda debilitar la línea de flotación estadounidense. El conflicto arancelario entra en una fase de guerra fría, con las facciones planeando sus próximos movimientos para desgastar el adversario. En esas están los Veintisiete, en busca de algo que pueda mermar los ánimos del presidente Donald Trump. De hecho, creen haber encontrado un punto débil en Silicon Valley, donde se asienta toda la corte tecnológica que auspicia al magnate. En otras palabras, parafraseando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, “los tecno oligarcas”.
Lo que más se comenta en Bruselas es el “arbitrario e injustificado” desafío comercial planteado desde la Casa Blanca, interponiendo un 20% de aranceles a los productos importados desde territorio Schengen. El grueso de gobiernos comunitarios coincide en el diagnóstico: es un “ataque unilateral” al que urgen a responder de manera proporcional. Por el momento, la UE cree que lo más prudente es no ofrecer ninguna pista sobre los posibles pasos futuros, pero hay quien ya señala cuál debería ser el objetivo comunitario que debilitaría al ahora adversario comercial.
Países como Francia han puesto las primeras migas de pan en el camino. Concretamente, la portavoz del Elíseo, Sophie Primas, en una entrevista en directo, señaló a las GAFAM, un acrónimo utilizado para identificar al quinteto de Silicon Valley: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft. Un póker de multinacionales que dominan el sector digital y que, desde la reinstauración del trumpismo, son una pata férrea de su Administración. De hecho, todos sus popes escenificaron el cierre de filas con el magnate en su toma de posesión del pasado mes de enero, aunque todo el protagonismo recayó sobre el dueño de X -antes Twitter-, Elon Musk.
La portavoz del Ejecutivo francés razona que son servicios que actualmente no están gravados y son susceptibles de serlo. Primas subraya que le mecanismo y los productos que serán considerados aún no están decididos, pero deja patente que la Unión Europea responderá de una manera u otra a la escalada arancelaria porque “no hay otro modo de hacerlo” más que con los Veintisiete.
Impacto directo
En consecuencia, describen que poner la diana en las tecnológicas que sustentan a Trump no sólo mandaría un mensaje a modo de represalia política, sino que además propinaría un duro golpe a la economía transatlántica porque la Unión Europea exporta automóviles, fármacos o productos agrícolas como el vino a Estados Unidos. El inquilino de la Casa Blanca se arma de razones al concluir que la balanza comercial está descompensada, pero en sus cálculos deja al margen el nutrido volumen de importaciones desde el Viejo Continente. Apuntan, de hecho, a que son muchos más servicios que las exportaciones. Las grandes corporaciones digitales son causa directa de ello, máxime desde el inicio de la pandemia, por lo que conceden a Bruselas una amplitud de movimientos descomunal en este tablero.
La imposición de una batería de aranceles a las GAFAM encarecería sin duda sus productos para el consumidor europeo, pero estrecharía sus márgenes de beneficio, provocando un impacto cuasi colateral al país. La patronal tecnológica que agrupa a las divisiones de los gigantes digitales de Silicon Valley en España, Adigital, según eldiario.es, avisa de que este mercado no dispone de la flexibilidad de otros. En este sentido, advierten de que la guerra comercial “podría afectar negativamente a la innovación, la incorporación de tecnologías emergentes y la digitalización”. Por ello, se oponen a la espiral a la que Trump ha conducido al planeta, apelando a la “relación recíproca” entre ambos mercados y que ha estimulado el crecimiento económico y la competitividad.
Tres armas
Como ha informado la portavoz del Gobierno francés, la Unión Europea todavía está evaluando qué mecanismos podrían implementar para estructurar un impuesto dirigido a las grandes tecnológicas. Una de las opciones que se considera es el Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales, ya adoptado por varios países del bloque, como España, donde se conoce como la "tasa Google". Francia, Austria, Italia y el Reino Unido también han implementado sistemas similares.
Este tipo de impuesto está diseñado para gravar los servicios digitales proporcionados por grandes empresas que obtienen beneficios sustanciales a partir de la actividad de los usuarios en un territorio, sin necesidad de tener presencia física en ese país. Si la UE optara por esta fórmula, la respuesta a nivel comunitario sería extender dicho gravamen a todos los Estados miembros y aumentar su tipo impositivo, que actualmente ronda el 3% en los países que ya lo han adoptado.
Por otro lado, la Unión Europea dispone de tres herramientas clave que ya están orientadas a regular a las grandes tecnológicas de Silicon Valley. Estas son la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA), que han sido diseñadas para regular los mercados en línea, las redes sociales y las plataformas de contenido, así como para imponer reglas específicas a los gigantes digitales de Estados Unidos con el fin de proteger el mercado único europeo. Ambas leyes fueron aprobadas en la legislatura pasada y, según Tobias Gehrke del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, otorgan a la UE el poder de tomar medidas contundentes contra el software y las plataformas online estadounidenses.