El gigante José María Sanz ‘Loquillo’ -casi dos metros de estatura- cantaba en los ochenta que para ser feliz quería un camión. El retaco Jesús Aguirre -no más de 1,60- parece proclamar no con sus palabras pero sí con su conducta que para ser feliz quería un sillón. Pero no un sillón cualquiera. El gran Loquillo y sus Trogloditas no especificaban en su famoso tema qué clase de camión los haría felices. El sucinto Aguirre ha dado al mundo más pistas: su bienestar como presidente del Parlamento de Andalucía no se satisfacía con un sillón normal sino con uno muy particular: en concreto, un Grand Executive Highback, creado por el diseñador italiano Antonio Citterio y adquirido por la Cámara autonómica por 4.657,29 euros.
¿Pero de verdad hay sillones de oficina cuyo precio ronda los 5.000 euracos?, se preguntará el improbable pero no por ello menos cándido lector de agosto, seguramente tan pobretón él mismo como este igualmente pánfilo cronista, para quien gastarse ese dineral en un sillón de trabajo es un despilfarro que solo pueden permitirse aquellos a quienes o bien les sobra el dinero o bien les cuesta tan poco ganarlo que nunca se paran a mirar precios. O bien… o bien no pagan ellos la factura.
Diseño sofisticado y comodidad excepcional
Con todo ese lujo de detalles propio del buen periodismo, la historia del sillón andaluz la contó esta semana Raúl Bocanegra en el diario Público. El relato periodístico reproduce la memoria incluida en el pliego de licitación redactado por los servicios de la Cámara para el suministro del susodicho sillón: “La silla Grand Executive Highback se caracteriza por su diseño ergonómico, tapicería de alta calidad y un respaldo alto con cojín ajustable para la zona del cuello. Combina comodidad excepcional con un diseño sofisticado, adecuado para oficinas ejecutivas y salas de reunión". Y continúa: "Especificaciones Técnicas. Materiales y Acabados. Estructura del asiento y respaldo: Carcasa del respaldo fabricada en material plástico de alta resistencia. Acolchado de espuma de poliuretano de alta densidad. Costuras decorativas que destacan detalles de diseño y refuerzan la estructura volumétrica. Tapicería: Cuero Premium F: cuero semianilina con curtido vegetal, fabricado con agentes naturales de hojas de olivo. Color coñac".
Y no solo eso, pues el sillón cuenta además con un sofisticado mecanismo denominado FlowMotion" y consistente en "un sistema de ajuste sincronizado que permite la inclinación del respaldo y el asiento, adaptándose a las necesidades ergonómicas del usuario", de modo que si el susodicho usuario es, como en el caso de su señoría, más bien bajito, las piernecillas nunca quedarán suspendidas en el vacío, estampa que sin duda menoscabaría la dignidad de quien estatutariamente -de estatuto, no de estatura- ostenta tan alta autoridad. Además, el "cojín cervical" es "ajustable en altura para soporte óptimo de la zona del cuello", con lo cual queda conjurada cualquier posible incomodidad o trastornos derivados del hecho de que Aguirre, en armonía con su estatura menuda, sea algo cuellicorto.
Con meticulosidad no del todo exenta de retranca, el periodista tomó la precaución de preguntar si “el presidente de la Cámara padecía de algún problema de salud que requiriese de un sillón con unas características particulares”, a lo que fuentes de la Presidencia del Parlamento respondieron que no: “Simplemente es mobiliario que había que cambiar por uso”.
Bolsillo propio, bolsillo ajeno
No es esta la primera vez que hay cambio de mobiliario en una Cámara autonómica: ya lo hubo en 2022 en Canarias, cuando se renovaron los sillones de todos los diputados, aunque, como recuerda la crónica de Bocanegra, entonces cada sillón costó 1.238 euros. Incluso en el templo de la democracia hay clases y clases, sillones y sillones, traseros y traseros.
No es difícil adivinar por qué la Cámara autonómica se ha gastado 4.657,29 euros en el sillón del presidente: lo ha hecho, sencillamente, porque quien paga es la peña, no el presidente. Alguien justificará el gasto diciendo que supone un porcentaje casi infinitesimal del presupuesto anual de la Administración andaluza. Y es cierto, pero no por ello deja de ser un gasto abusivo cuya relevancia le viene dada no tanto por el importe mismo como por lo que este tiene de síntoma, de talante, de cierta desidia a la hora de administrar el dinero público.
El ciudadano particular Jesús seguramente jamás se habría comprado con su dinero un sillón de trabajo de casi 5.000 euros: en cambio, al presidente del Parlamento Aguirre no le duele hacerlo. ¿Esa compra es un escándalo? No, no es un escándalo, pero sí es un indicio de cómo se relacionan nuestros representantes políticos con el dinero público. El sillón andaluz es tal vez una premonición, un presagio, una conjetura: en todo caso, una pista presupuestariamente insignificante pero políticamente significativa porque nos pone en ese rastro que, seguido adecuadamente, acaba conduciendo a los numerosos escándalos que ayer, hoy y mañana salpicaron, salpican y salpicarán nuestra vida pública.