El auto judicial que implica al ex ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, no deja lugar a dudas. Sostiene  que toda la operativa para conseguir documentos que pudiera tener el extesorero del PP, Luís Bárcenas, sobre la financiación ilegal del partido, habría estado dirigida y coordinada, presuntamente, con la participación directa del ministro y actuando también por delegación de éste, al parecer, el secretario de Estado de Seguridad.

El exministro negó la mayor en febrero de 2020 en una entrevista en el diario que colabora asiduamente, La Razón, sobre el tema económico del asunto. Afirmó que los fondos reservados se mantenían en base a un sistema de control estricto organizado por el socialista Juan Alberto Belloch, que él había heredado y en el que el ministro no tenía ninguna participación. 

Claro que Fernández Díaz es un experto en soltar afirmaciones de calado poco veraces que afectan a sus adversarios o también a los del PP, sin perder la compostura. Dejó a todo el mundo pasmado con su afirmación de que “…el aborto tiene algo que ver con ETA, pero no demasiado”. O cuando diputados de Convergència le preguntaron en el Congreso sobre la existencia de un grupo secreto de policías, les mandó al psiquiatra.

Ahora, en su comparecencia ante la Justicia el 30 de Octubre, se tratará de esclarecer por qué la cúpula del Ministerio de Interior en los años en los que él era el titular, espió al ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, e intentó hacerse con los papeles que podrían incriminar al Partido Popular y a su presidente entonces, Mariano Rajoy Brey, en el asunto de la financiación,

En esta ocasión, las cosas son muy serias y su declaración podría llevar a comprometer a su gran amigo Rajoy. Pero Fernández Díaz, entusiasta del Opus Dei, esconde dos armas secretas. A su declaración ante el juez, le acompañarán Nuestra Señora María Santísima del Amor, la Virgen a la que concedió en 2014 la medalla de Oro al mérito policial y un fiel compañero que, según explicaba, le ha asistido siempre en las dificultades, incluso a la hora de aparcar el coche: su ángel de la guarda, Marcelo. A ver si entre los dos, le salvan.