Quim Torra ha confirmado, incluso para los más escépticos, su condición de presidente vicario al servicio de Carles Puigdemont al abrir una crisis de gobierno en la Generalitat a las pocas semanas del desenlace de su breve episodio de desobediencia que puede acabar con su inhabilitación por parte del Tribunal Supremo. En unas pocas horas, la crisis desencadenada por Torra se abrió y cerró, con un saldo muy beneficioso para los intereses de Puigdemont: ha sido cesada la única consejera que no se había pasado del PDeCat a JxCat, Àngels Chacón, titular de Empresa, a la que la rumorología sitúa como candidata a la presidencia por el PDeCat.

Las otras dos bajas responden a motivos bien diferentes. Miquel Buch, titular de Interior, nunca fue santo de la devoción de Torra por permitir a los Mossos aporrear a independentistas. Mariangela Vilallonga, consellera de Cultura, solo tiene en su hoja de servicios una agria e incómoda polémica por la presencia del castellano en TV3, excesiva para su gusto.

La trascendencia práctica de estos cambios en la gobernación será escasa por falta de tiempo, aunque el nombramiento de Ramon Tremosa, como consejero de Empresa, ha levantado alguna alarma por sus posiciones ultra liberales. Tremosa, persistente eurodiputado en tiempos de CDC, se pasó muy pronto a las filas de Puigdemont, al que calificó de “líder mundial”, ganándose las simpatías del elogiado. Lo relevante de la  crisis promovida por Torra es que vendría a confirmar la tesis de que definitivamente las elecciones autonómicas no serán inminentes, ofreciendo a Puigdemont el tiempo que le falta para organizar su nuevo partido, elaborar una candidatura, buscar la ruina del PDeCat y perjudicar todo lo que pueda a ERC.

Las elecciones se convocarán según las previsiones reglamentarias a partir del día en el que se confirme la inhabilitación del presidente de la Generalitat; siempre que ERC no salga de su letargo político y toma la decisión de romper oficialmente con Torra y JxCat para acabar con su suplicio.  Los republicanos no estaban al caso de la crisis de gobierno, muy concentrados en conseguir de Pedro Sánchez la promesa de reunir la Mesa de Negociación a cambio de interesarse por los presupuestos generales del Estado, exigiendo que la huella de Ciudadanos no impida la calificación de las cuentas como progresistas.

La perspectiva de una convocatoria de la mesa, a expensas todavía de lo que vaya a decidir el presidente Torra, supone para ERC la apertura de una nueva ventana de oportunidad para lucir sus aspiraciones autodeterministas e insistir que este es el tema central de la negociación. El gobierno Sánchez, que ha negado sistemáticamente esta hipótesis por imperativo constitucional,  ya sabe que esta licencia política es el mínimo peaje a pagar para mantener viva la ilusión en esta mesa.

ERC se queda pues con la Mesa de Negociación como activo político de impredecible rentabilidad y JxCat con la Generalitat, convertida ya, descaradamente, en instrumento al servicio de Puigdemont en su intento de derrotar a los republicanos y poder liderar en solitario un movimiento independentista irremediablemente desunido. Puigdemont aceleró sus planes hace unos días con su salida del PDeCat, provocando la huida de muchos dirigentes de este partido hacia el suyo, y Torra, fiel a su mentor, ha desahuciado del gobierno a la única consejera fiel al partido de David Bonvehí. En el Parlament, el PDeCat se queda con solo dos diputados integrados en el grupo de JxCat.   

Todos estos movimientos pasarán la próxima semana el examen popular de las concentraciones convocadas por la ANC para celebrar la Diada. A pesar de las criticas recibidas por la inoportunidad y el riesgo de promover reuniones con muchas más personas del máximo de diez autorizadas formalmente por la Generalitat para atajar el contagio del virus, la ANC se ha ratificado en la convocatoria.

En esta edición, los asistentes rodearán las sedes de algunos organismos estatales en Cataluña se supone que para invitarlas a abandonar el país. Tradicionalmente, ERC acaba escaldada en los actos de la ANC, cuya dirección está mucho más próxima a las tesis unilaterales de Puigdemont, ahora denominadas “confrontación inteligente con el Estado”. 

Oriol Junqueras ya ha advertido que hoy por hoy el independentismo saldría “malparado” de cualquier confrontación con el Estado, a la vez que ha lamentado la actitud del ex presidente de la Generalitat de buscar enemigos en el interior del soberanismo. Sin embargo, Junqueras no ha conseguido irradiar su liderazgo en Pere Aragonés, el candidato de ERC para enfrentarse a Puigdemont, y este inconveniente comienza a pesar en el combate entre republicanos y legitimistas.  Los próximos sondeos pondrán a prueba la paciencia de ERC.